BLANCA
QUICOPURRIÑO
Hija de Blanca y
madre de Blanca, de Blanquita y de
Chano, Chanito, de Guisi, Guisito y de Cristina, Cristinita. Qué cuatro
Hurtados Zamoranos tan entrañables. Y
esposa de Pablo, Pablito.
Blanca Zamorano.
Doña
Blanca Zamorano. A la que conocí por su hijo Chano, gracias a su hijo Chano,
Chanito.
Blanca, esa señora que me daba de merendar, en esa preciosa casa frente al colegio de médicos, cuando era un niño. Esa casa en la que había un precioso perro, un collye, si no recuerdo mal, noble como él solo, esa casa a la que iba con la escusa de estudiar o de ir a jugar al ping pong con sus hijos.
Blanca, esa señora,
que junto a su madre, cuando llegaban los
carnavales se subía al desván y
sacaba mil y un disfraces y nos vestían a todos. A sus hijos y a los que
pasábamos por allí. A Ibrahim Trujillo y a José Alberto Cortés y a Jorgito
Massieu. Y a Antonio Hernandez Matos y a
mí. Y a tantos y tantos. Sacaban disfraces, trajes, ropas, telas, lo que fuera,
para vestirnos, o se ponían a coser para
que disfrutáramos del carnaval, como un grupo, inventando una alegoría, una excusa, un motivo, lo que
sea para que saliéramos bonitos, guapos, a las calles del Santa Cruz en
Carnaval. Y ella y su madre, después de habernos vestido, quedaban contentas y
orgullosas en su casa tras haber
disfrazado a esa panda de niños imberbes de trece o catorce años. Quedaban satisfechas al ver
como salíamos a la calle, a disfrutar de la fiesta, de las Carnes Tolendas, de
Las Fiestas de Invierno, del Carnaval. Cómo no recordar esos momentos Blanca,
doña Blanca y cómo no darle las gracias, aunque sea años, muchos años
después, por esos momentos tan
entrañables, esos que llevo en la mochila de mi memoria y que jamás podré olvidar gracias a usted.
Blanca, doña Blanca, esa pedazo señora
que, en momentos de vacas flacas, no dudó en trabajar en la institución del
Hermano Pedro, porque la situación lo requería, merece aún más mi respeto. Si
hasta entonces para mí era una señora, a partir de entonces y para siempre se
convirtió en una SEÑORA.
Siempre la he respetado y querido, por
el afecto, por el cariño que nos transmitía, por su carácter cercano, por su
ternura. Me encantaba ir a su casa, pues me sentía como en la mía nada más
entrar. Recuerdo cuando en Santa Cruz, junto a esa casa, en ese garaje,
puso esa boutique con su madre. Tampoco es que fuera o resultara un negoción, pero molaba
cantidad en la época, eso de una
“boutique”.
El salto, el cambio, el traslado o la
mudanza a la casa junto al campo de Golf. Eso vendría después. Esa casa, en la
que más de un fin de semana, junto a mi querido Chanito, Guisii, Ibrahim, el
garbanzo y Jorgito, pasáramos más de un fin de semana de risas y recuerdos
inolvidables. Esa casa donde disfrutamos tanto y aún no llegábamos a los quince años.
Y luego, pasados los años, pasar por
allí, por esa casa donde en el jardín
hay un precioso sauze llorón y ver a
Teresa, la que te recibía en Santa Cruz y luego en el Golf como si fueras uno
más de la familia, porque ella, era una más de esa gran familia, la de los Hurtado Zamorano. Y tanto que lo era. Y
lo fue. Ella les cuidó. Y ellos, luego, la cuidaron, y tanto que sí.
Chanito me cautivó desde niño. Jodido
Chano, mal hablado Chano, entrañable
Chano, querido Chano. Y luego Ana, su mujer, qué encanto, pedazo de mujer. Por extensión, el resto de sus
hermanos, porque quiero a Guisi, a Blanqui y a Cristina, por su carácter, por
su sonrisa permanente. En eso todos los hermanos se parecen. Sonrisa amplia,
corazón abierto, abrazo siempre. Siempre te hacen reír. Y cómo se agradece eso.
Ahora que se me van cerrando los ojitos
y que toca irse a la cama porque va
siendo hora de irse a descansar, como
diría el anuncio de la época, de cuando éramos pequeños de la tele en blanco y
negro, me voy a acostar con el dulce recuerdo de Blanca, de doña Blanca y de
todo su entorno, de sus hijos y de todos las personas entrañables, buenas y
queridas, que conocí a su alrededor.
Gracias y como decía el anuncio de la Televisión
Española, Canal 1, pues no había otro, “vamos a la cama que hay que descansar
porque mañana tenemos que madrugar”.
Buenas noches,
Blanca, doña Blanca. Un beso.
quicopurriñoscorbella,
octubre 2020
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