miércoles, 28 de octubre de 2020

BLANCA

 

BLANCA

QUICOPURRIÑO

Hija de Blanca y madre de Blanca, de  Blanquita y de Chano, Chanito, de Guisi, Guisito y de Cristina, Cristinita. Qué cuatro Hurtados Zamoranos tan entrañables.  Y esposa  de Pablo, Pablito.

         Blanca Zamorano.

         Doña Blanca Zamorano. A la que conocí por su hijo Chano, gracias a su hijo Chano, Chanito.

Blanca, esa señora que me daba de merendar, en esa preciosa casa frente al colegio de médicos, cuando era un niño. Esa casa  en la que había un precioso perro, un collye, si no recuerdo mal, noble como él solo, esa casa a  la  que iba con la escusa de estudiar o de ir a jugar al ping pong con sus hijos.

Blanca, esa señora, que junto a su madre, cuando llegaban los  carnavales  se subía al desván y sacaba mil y un disfraces y nos vestían a todos. A sus hijos y a los que pasábamos por allí. A Ibrahim Trujillo y a José Alberto Cortés y a Jorgito Massieu.  Y a Antonio Hernandez Matos y a mí. Y a tantos y tantos. Sacaban disfraces, trajes, ropas, telas, lo que fuera, para vestirnos,  o se ponían a coser para que disfrutáramos del carnaval, como un grupo, inventando  una alegoría, una excusa, un motivo, lo que sea para que saliéramos bonitos, guapos, a las calles del Santa Cruz en Carnaval. Y ella y su madre, después de habernos vestido, quedaban contentas y orgullosas en su casa tras  haber disfrazado a esa panda de niños imberbes de trece o  catorce años. Quedaban satisfechas al ver como salíamos a la calle, a disfrutar de la fiesta, de las Carnes Tolendas, de Las Fiestas de Invierno, del Carnaval. Cómo no recordar esos momentos Blanca, doña Blanca y cómo no darle las gracias, aunque sea años, muchos años después,  por esos momentos tan entrañables, esos que llevo en la mochila de mi memoria y que  jamás podré olvidar gracias a usted.

         Blanca, doña Blanca, esa pedazo señora que, en momentos de vacas flacas, no dudó en trabajar en la institución del Hermano Pedro, porque la situación lo requería, merece aún más mi respeto. Si hasta entonces para mí era una señora, a partir de entonces y para siempre se convirtió en una SEÑORA.

         Siempre la he respetado y querido, por el afecto, por el cariño que nos transmitía, por su carácter cercano, por su ternura. Me encantaba ir a su casa, pues me sentía como en la mía nada más entrar. Recuerdo cuando  en  Santa Cruz, junto a esa casa, en  ese garaje,  puso esa boutique con su madre. Tampoco es que fuera  o resultara un negoción, pero molaba cantidad  en la época, eso de una “boutique”.

         El salto, el cambio, el traslado o la mudanza a la casa junto al campo de Golf. Eso vendría después. Esa casa, en la que más de un fin de semana, junto a mi querido Chanito, Guisii, Ibrahim, el garbanzo y Jorgito, pasáramos más de un fin de semana de risas y recuerdos inolvidables. Esa casa donde disfrutamos tanto y  aún no llegábamos a los quince años.

         Y luego, pasados los años, pasar por allí, por esa casa  donde en el jardín hay un precioso sauze llorón y ver  a Teresa, la que te recibía en Santa Cruz y luego en el Golf como si fueras uno más de la familia, porque ella, era una más de esa gran familia, la de  los Hurtado Zamorano. Y tanto que lo era. Y lo fue. Ella les cuidó. Y ellos, luego, la cuidaron, y tanto que sí.

         Chanito me cautivó desde niño. Jodido Chano,  mal hablado Chano, entrañable Chano, querido Chano. Y luego Ana, su mujer, qué encanto, pedazo de  mujer. Por extensión, el resto de sus hermanos, porque quiero a Guisi, a Blanqui y a Cristina, por su carácter, por su sonrisa permanente. En eso todos los hermanos se parecen. Sonrisa amplia, corazón abierto, abrazo siempre. Siempre te hacen reír. Y cómo se agradece eso.

         Ahora que se me van cerrando los ojitos y que toca irse a la cama porque  va siendo  hora de irse a descansar, como diría el anuncio de la época, de cuando éramos pequeños de la tele en blanco y negro, me voy a acostar con el dulce recuerdo de Blanca, de doña Blanca y de todo su entorno, de sus hijos y de todos las personas entrañables, buenas y queridas, que conocí a su alrededor.

         Gracias y  como decía el anuncio de la Televisión Española, Canal 1, pues no había otro, “vamos a la cama que hay que descansar porque  mañana tenemos que madrugar”.

Buenas noches, Blanca, doña Blanca. Un beso.

                                               quicopurriñoscorbella, octubre 2020


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