sábado, 11 de abril de 2020

VIAJE AL AVERNO


VIAJE AL AVERNO
EDUARDO SANGUINETTI,
FILÓSOFO Y POETA.
Con la pandemia del Covid-19 en pleno auge y la incertidumbre del mañana como única certeza, la derrota de la economía neoliberal tuvo su bautismo de fuego con el colapso de los servicios sanitarios públicos, siguiéndole la caída del sistema económico y social, con la enorme cantidad de informales generada por un sistema de mercado, que privilegia la especulación financiera en vez de las actividades productivas y una cultura chatarra, que ya no puede ocultar sus miserias. En fin, una victoria lograda de casualidad, por una peste que asola el mundo.



La redistribución de la riqueza, o lo que ha quedado de ella, debe ser priorizada en la agenda de los gobiernos que debieran tener un rol más activo en la economía; los privilegios de los ricos deben ser eliminados con rapidez, y los impuestos a la riqueza deben ser aplicados sin demora. No tengo dudas que este es el sendero a seguir. Argentina y el planeta tendrán que instalar en una cloaca de archivos de la historia del neoliberalismo sus teóricos, economistas y los infaltables informantes de las corporaciones mediáticas, tan asimilados a apuntalar este sistema deshumanizado y brutal.

Nada falta en estos tiempos de pandemia, puedo construir una desengañada enunciación de suciedades e hipocresías que nos propone este viaje al averno, con pasaje de ida. También no estaría demás realizar una autopsia metafórica, minuciosa de las instituciones, la religión, la familia, la amistad, el proxenetismo, el amor, la ciencia, el arte maquillado, el trabajo, la moneda, el turismo, todo entrevisto como un mundo de tedio y putrefacciones lentas, de delirio frío y razonado.

El viaje al averno que nos propone este Covid-19 es una vivisección cruenta que pone de manifiesto los mecanismos más íntimos de la condición humana. Todo o casi todo lo que hace al núcleo constitutivo del ser, en pleno proceso de mutación, desfila en este tiempo de pandemia, aterrador para millones: visiones apocalípticas, vociferadas por excéntricos mesías pret-a-porter, ideologías fascistas desenterradas por los que no aceptan que el mundo será otro terminado el tránsito del virus, críticas al materialismo y a la falta de espiritualidad de este tiempo, apologías a alianzas de opuestos que se oponga a la plutocracia, sutiles ataques a la complacencia de la inmunda burguesía, a la falta de austeridad, al consumismo, incluido el turismo depredador, profecías de todo tono, moralismo paranoide y maniqueo y, sobre todo y ante todo, un racismo que se encarniza con los más débiles, los sin techo, indigentes, que sobreviven dando la espalda a saberse parte de una humanidad depredadora y caníbal.

Y cómo no tratar el tema tan de moda de los paraísos fiscales, donde los malandras guardan sus miles de millones de dólares, que no pueden justificar su origen, devenidos de evasiones, robos de todo tipo, estafas al estado o simplemente producto de lo obtenido en narcotráfico; y me pregunto no es tiempo de abrir las puertas de esos paraísos y dar a conocer el nombre de los poseedores de las fortunas, con las cuales se podría alimentar a cientos de miles de seres humanos hambreados. Sin piedad ni consideración abrir las arcas del dinero escondido, un esfuerzo más si desean ser libres ciudadanos. No es difícil, puede llevarse a cabo con celeridad, todo sería más agradable. Y los offshore deben ser juzgados sumariamente, junto con sus hábiles cómplices de medios basura, por estafar y burlarse de la ley utilizada como corteza de legitima delitos.

Y no deseo dejar de hacer mención al G20, conformado por un grupo heterogéneo de garcas que se da el gusto de hablar en nombre de la humanidad. Entre estos vacuos y perniciosos seres cabe mencionar a Mauricio Macri, el ex presidente argentino que asumió procesado a tan honrosa función, y blindado por medios afines al sistema que se extingue. Se dio el gustazo de burlarse del pueblo argentino todo, mientras destruía todo lo que hace al quehacer de un país, junto con su banda de malandrines que aún hoy, no dejan de difamar, atacar, mentir y confrontar con el gobierno de Alberto Fernández, quien con temple y capacidad, lleva como puede su función de digno presidente de Argentina, desde diciembre de 2019, primero enfrentándose a una situación de bajas defensas en que dejó machirulo el país, para luego encontrarse con tener que sobrellevar la pandemia del coronavirus, con un sistema sanitario destruido por "aquel", quien es el ejemplo opuesto de la gobernabilidad digna y ética, que ansía destrozar, con su 41 por ciento de fans, y cerrar el círculo sobre el statu quo.

¿Ya no recordamos de que el sistema financiero internacional fue uno de los signatarios del famoso Consenso de Washington, realizado por el Tesoro Americano y los organismos implicados en los acuerdos de Bretton Woods, lo que presionó al mundo a mirar al mercado como el único valor dominante tras la caída del Muro de Berlín? ¿Cuántas víctimas propiciatorias dio como resultado este consenso? Terminaron con todo lo que no era rápidamente productivo: la salud, la educación, la investigación y todo lo que constituía los sistemas nacionales del bienestar para los pueblos y qué daño ha hecho, sus secuelas se sienten aún.

Mi antiguo colabón de los 80 me permite, inclusive en este incierto tercer milenio, lanzar una ironía a costa de los simuladores "defensores de la democracia", democracia ficcional de los Ceos, por supuesto, pues con el racismo en plena vigencia, genocidios concretos y metafóricos, esas carnicerías de los vencidos, los malditos que desde medios blasfeman, mienten y construyen realidades obtusas, fusilando al denunciante de estos crímenes aberrantes, al heroico disidente, sin justicia que accione en favor de los oprimidos y explotados, los esclavos de este tiempo, que deberían vociferar: "Mientras más nos explotan y rechazan más seguros nos sentimos... ¡tenemos horror al trabajo!".

(*) Filósofo y poeta


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