LA REBELDÍA ZOOLÓGICA DE VÍCTOR RAMÍREZ
POR ANTONIO
PUENTE
lp 5-9-84
«y
sabes, pobre capón, que un poema, que una novela, y mientras mejores peor, sólo
sirven para aumentar el desespero y el sentimiento de impotencia en los mismos
de siempre, en los desarmados como tú, en los desarmadps que han tenido la
desgraciada suerte de nacer y vivir para respetar y aun querer, qué torpeza, y
aun querer al llamado semejante»
V.R.
(de «Ojo de Pulga»)
«Pesimismo de la inteligencia,
optimismo de la voluntad», el viejo lema de campaña le viene mejor que
pintiparado a este Víctor Ramlrez (las afueras de Las Palmas de Gran Canaria,
1944), que te dice que las islas asistirán a su propia aniquilación, que
«acabarán por convertirse indefectiblemente en plataforma militan>>, pero
que «procurar ser feliz es un deber moral, una compostura revolucionaria».
Y lo es, a su manera («yo qué sé por
qué, por un instinto zoológico, por una rebeldia puramente animal») este
Jerarcófobo de todas las jerarqulas, con vocación de «maestroscuela>> y
vivir humano antes que nada; nada más en la manera de gesticular y
aspavientarse, recogiendo y entregando intermitentemente sus ojos a tus ojos
con severa empatía al son del entrecejo, ladeado de la izquierda heterodoxo
perdido, y prografiando los gruesos labios bajo el bigote de Méjico con
canariajos y «viejos>> inconclusos, está tras desfondar la pared de papel
de la cultura su más decidido regreso a la vitalidad primitiva.
LA
CAUSA DE LOS HUMILDES
Confiesa que le gusta el modo en que
te hace abandonar el suelo plástico de la Redacción con el frío vómito de los
teletipos para traerte en su furgona a este restaurante más o menos popular e
intemperioso y decirle al camarero que eche los cubiertos a una esquina de la
mesa y convidarte a comer los calamares a la romana con la mano, a la caída de
la tarde.
De mucho antes de llegar hasta la
conclusión de que Víctor Ramírez hubo nacido escritor y había empleado estos
últimos cuarenta años de su vida en desliteraturizarse, en artesanarse el habla
primitivo, fuera adrede de citas y redichos, cuajado de zooloquios entrañables,
hasta descender hacia arriba, a la altura de tratar a los niños como adultos y
comunicarse con «algunos de mis mejores amigos, que son analfabetos>>; de
mucho antes, digo, de cuando la furgona, que él conduce hacia delante, como un
repartidor de productos agrícolas, sabes ya el centro de por dónde le duele, el
caballo de batalla de la moral victoriana, en la vida y en la narración, en él
por ende: «El principal drama del pueblo canario es haber asumido la escala de
valores de la clase mandataria; pero ¿qué digo pueblo? Esto ni es pueblo ni es
nada, enclaustrados como estamos y sin voz, por culpa de la dispersión
geográfica, que somos siete cachitos, que, si fuésemos un solo cacho, otro gallo
cantaría; me refiero a los humildes, a los machacados, viejo, cómo asumen la
mentalidad capitalista».
(Y entonces la furgona se nos
convierte en la furgoneta color de hueso viejo: casi amarilla, como si
lIevéramos junto a los varios ejemplares de su
"Nos dejaron
el;tnuerto" el cadáver de don Lucio Falcón en el asiento trasero. De
cómo -a colación- el niño de la primera persona del portón de la barriada de su
novela "sentía una rara emoción, aquí, en lo alto del pecho" cuando
le permitlan asomarse a ver, desde la parte pobre donde estudiaba con los
jesuitas, a los hijos del gobernador en la parte rica; de cómo «aquí por el
barrio se creyó más bien que Aurorita María no había sido tan forzada, que algo
habría puesto ella de su parte, en el
c1arito estupro de que había sido objeto la sirvienta de su persona por el hijo
del dueño de la casa donde servía, el hijo del general Sampietro Canales y
Zamorano del Laurel, que saldría absuelto de juicio; de cómo alguien del barrio
había sacado un sofá a la calle para sentar cómodamente a don Régulo Alcántara,
fugado ex marido de Saturninita Josefa, vuelto ahora de Colombia a los orígenes
con familia nueva, cacique y millonario...). «Lo que duele es que las rebeldias
de los explotados -da Ramlrez con decisión al volante en una curva- sea por no
tener y no por no ser».
«REBELDE
Y ANARQUISTA»
De cuando andaba nuevitá la
entrevista, de mucho antes de los aros de calamar con los dedos, también de la
furgona, conoces ya como un par de obviedades, como sobreentendidos puntos de
partida, como cosas que pueden llevarse lo mismo que las uñas o los pulmones,
de su antimilitarismo y anticlericalismo.
Siente una admiración, sí, por la
figura del "Cristo rebelde, que toma partido por los machacados",
pero abomina del cristianismo mesiánico, "el que instituye la mentira del
premio"; del catolicismo dice que "es lamentable, juzgándolo
precisamente desde el pundo de vista cristiano, y lo es ya desde la historia
contada por él mismo".
(Volvemos otra vez a dejarnos en punto
muerto, a perder. La dirección del restaurante de Las Colorodas, con don Lucio
Falcón de cadáver dando tumbos en el asiento trasero, y todos los curas salidos
de los ejemplares: el párroco don Viviano Segura, quien tras vivir una vida
repleta de mezquindad sin figura -pegando gordo y colorado y todo a la niña
Petrita Jesús por declararle su amor- caerle en la locura a "causa del
amores típicos en un hombre de su edad ya con el miedo al infierno rondándole
sin cesar por la mente", caería "pagando lo que hizo cuando la guerra
con aquellos pobres infelices que mandó botar por la Sima o la Marfea"; o
el otro, que mandaba a la Guardia Civil a que diera palizas a los novios de las
pibas que le confesaban lo que con ellos hacían de amores, y que acabaría
"trincándolo con una mano por sus partes viriles y con la otra por su
pescuezo el abuelo Gabriel de la Dolorosa», cruzando así la plaza con el
hombre, "que chillaba como graznando"; o un tercer modelo clerical,
más fino, el padre Ródano Alción, que se beneficiaría a Guadalupita Leonora,
limpiadora en su orden, "allí en un piso cerca del estadio, confesándola
luego y perdonéndola sacramental", y encontrándole marido formal antes de
su marcha a Nicaragua,
Rebelde "por reacción
histórica", y anarquista "por reacción zoológica, a Víctor Ramírez
(ya sentados a la mesa) le duele sobremodo la más mínima manifestación de
poder, en las naciones y en el trato. Por ahl convergen la persona, el escritor
y el maestroscuela; le fastidia en las clases sociales y en las suyas de
Educaión General Básica, en donde siempre está atento de preguntar el ejercicio
al niño más achicado; «anda, sal, dilo, hombre, contéstalo, es una boberla,
enseguida te lo aprendes»; hasta tal punto le fastidia, que se pasa los veranos
dando clases gratuitas para "septiembre" a los niños que el poder
suspende en junio.
«LA
EDUCACION DEBE SER COOPERACION»
"¿Pero esto qué es? La educación
que debería consistir en la cooperación de todos, en aprender a amar la
Iibertad de cada hombre, se convierte en competencia salvaje"... "Es
que no sé de qué ha valido la pena ser humanos si vamos a coger lo peor del
animab"... "Es que hay gente que ha nacido para ser poquito más que
una piedra"... testimonia con sendos 'viejo" ceñudos y suspensivos, y
la mirada surgiendo en diapositivas desde lo más adentro a lo más afuera hasta
clavarse en la tuya con afectuoso enfado, hasta hacerte ver su espanto curado
de espanto.
Y comprendes que esa es la piedra
pedagógica encontrada en el camino del rodar de este Víctor Ramírez, por
decirlo parapalabreando a un conocido tema del cantautor mexicano José Alfredo
Jiménez, alguien de quien confiesa tener un marcado influjo (él, que siempre
los busca y los encuentra en los márgenes), inclusive en su narrativa.
"A mi me producen una mayor
satisfacción, de verdad -apuntala-, los elogios de un escrito mio de las
personas no pueden leerme, un niño, un analfabeto, que recortan a lo mejor este
trozo de periódico sin poder descifrarlo, y lo guaradan como oro en paño que
todos los ditirambos juntos que te lleguen desde el poder".
El poder, ya digo, le huele a podrido,
lo mismo entre los pibitos a la hora del recreo en la escuela, que entre los
animalitos humanoss a la hora del recreo en las sociedades. Pone su granito de
arena haciendo que tire el penalty el niño menos espabilado, y lo pone en los
cuentos que escribe y en las narraciones, y lo pone entre los calamares comidos
sin el eufemismo de los cubiertos cuando manifiesta su rechazo a esta
"monarcolatría" que nos invade. Más incluso que el poder no se la sudan,
sino que le hacen sudar las alternativas de poder.
"Mira, el poder vuelta de hoja;
es nocivo se mire por donde se mire, puesto que tanto quita la vida al que
manda como al que obedece". Por eso es ortodoxamente poderófobo, que ni
cree en las revoluciones consistentes en derrocar el poder para instaurar el
suyo: "Yo no quiero ser califa en lugar del califa; ése es el autóntico
peligro. A mí el poder no me interesa para nada, ni padecerlo ni ostentarlo.
Otra cosa muy distinta es la responsabilidad: ahí sí hay que hay que ser muy
celoso... Mira, Antonio, yo cogería a todos esos políticos, que tanto hablan de
honestidad, y les pondría el sueldo base".
Y a todo esto, detesta con especial
infección que esa voluntad de poder se transmita a los de abajo, que se
proyecte "el frívolo esquema de la burguesía, que es una flotante mierda
barnizada" sobre los de abajo, de tal modo que "el capataz sea
todavía más reaccionario que el propietario". (Ahí, ahí la piedra de
Víctor y su narrativa).
Duro por dentro y blando por fuera
(justito al revés de los que uno se va topando por esas entrevistas de Dios),
afectivo y escéptico, le da náuseas el lacayaje de los hombres de cultura.
«Si hay gentes que no soporte son esos
escritores cortesanos, limpiándole siempre la chaqueta al poder: los Celas, los
Umbrales...". Él, que asegura preferir "un buen hombre a una gran
novela", es estricto con la literatura, esa arma de doble filo. Aborrece
de los escritores y los libros como fines en sr mismos, como mito.
Por lo pronto, "es imposible una Iiteratura sin compromiso
político: pretender un compromiso estético exclusivo es signo de una mala
ética". Y jamás ha presentado ni presentará una una obra suya a un
concurso literario. "Estás loco, seria como entregar una hija a los
mercaderes".
Y no le merece, en ningún caso, un mayor esplendor la figura de
ningún literato consagrado. Que las gracias, por ejemplo, de su amigo Borito,
el albañil analfabeto. O lo que es lo mismo, pero al revés, que te habla del
Marqués de Sade o de Baudelaire, de los grandes perversos, como con pena.
"Era gente mimosa, a la que faltó el afecto, una buena palmadita a tiempo
en la espalda".
«SER BUENO E INGENUO»
Le pregunto si la dedicatoria que me pone en su libro
-"para que sea bueno y dichoso"- no es, ahora en serio, para los
tiempos que corren, una contradicción en los términos, una ingenuidad, y
contesta que "si para ser bueno hace falta ser ingenuo, opto por la
ingenuidad". A Victor Ramírez, que busca la gloria en la cotidianidad, no
le ha seducido jamás esa idea tan latente en los culturos canarios de abandonar
las islas para hacerse un nombre. Me invita a borrar lo de "hacerse un
nombre" y declara que "mi vanidad de colonizado insumiso
me lleva a querer hacerme una voz literaria escuchada desde aquí", que si no es desde aquí ya no juega.
Asegura que "lo peor de escribir es saber que alguien va a
leerlo; eso le quita placer", y te dejas envolver de estas ideas en
desuso, pronunciadas por su voz, atildada y ronca, primitiva, después de
lúcida, de estas utopías que dejan de serlo, porque tienen como olor, como
carnosa coherencia. Ramírez, sí. se realiza ante la máquina de escribir, pero
"no quiero que la literatura me absorba, sino lo justo para vivir";
mucho más placer, mucha más realización, mucho me temo que obtiene este Víctor
«cuando juego a la pelota con mi gente de Lomo Blanco».
Antonio PUENTE Fotos: C. Quesada
lITl El autor de «Nos dejaron
I el muerto»
.
No hay comentarios:
Publicar un comentario