EL DAÑO QUE HA HECHO EL
MAPA DE CANARIAS
ANA SHARIFE
MUSEO DE HISTORIA Y
ANTROPOLOGÍA DE TENERIFE
La mayoría de los
escolares canarios crecen pensando que el archipiélago se encuentra en el
Mediterráneo, rodeado por un gran muro que ni las barcas pueden traspasar. En
el colegio te muestran un mapa educativo y así lo ves, debajo de las Islas
Baleares, al abrigo de un recuadro, con un clima subtropical sin grandes
oscilaciones que no se corresponde con el resto del territorio español. A
veces, lo trasladan a la izquierda, en el Atlántico, cerca de Portugal para
simplificar su representación.
Luego, de adultos,
descubrimos que vivimos en la región más austral y occidental del reino de
España, a unos 1.700 kilómetros de la península ibérica, y entonces entendemos
la realidad a la que se enfrenta la economía canaria por su condición de
insularidad y territorio fragmentado, de donde parte el tratamiento singular
recibido, tanto en el ámbito administrativo como en el económico y fiscal,
desde el siglo XVI tras su incorporación a la Corona de Castilla.
La ubicación de las
Islas Canarias siempre ha sido objeto de polémica, hasta el punto de que en
1995 el ministro para las Administraciones Públicas, Jerónimo Saavedra,
presentó un nuevo mapa oficial de España que colocaba al archipiélago en el
Atlántico, en una posición próxima a su situación real. Fue en vano. Sus 7.447
kilómetros cuadrados se siguen moviendo en los mapas políticos, meteorológicos,
escolares, libros de texto y materiales educativos. No se respetan las escalas
de distancia con Europa y África, de cuyo continente Fuerteventura (punto más
próximo) está a tan sólo 95 kilómetros. Tan cerca de las costas del sur de
Marruecos y del norte del Sáhara Occidental que sus tormentas de polvo rojo
asolan cada año las islas.
Se perpetúan las
incorrecciones, ubicaciones artificiales e incluso olvidos. A menudo
descubrimos que las islas son borradas directamente del mapa
Todo sigue igual.
Se perpetúan las incorrecciones, ubicaciones artificiales e incluso olvidos. A
menudo descubrimos que las islas son borradas directamente del mapa, como
cuando aquel real decreto de julio de 1900 firmado por Francisco Silvela dejaba
a Canarias fuera en el huso horario por el que se regirían los organismos
públicos de España.
En 1915, el puerto
de Las Palmas era el segundo del mundo en tráfico de mercancías. Durante casi
cien años Londres pidió que se concretara el huso horario de Canarias para que
sus barcos pudiesen orientarse por los faros. Solo la insistencia de la Armada británica
logra que un real decreto de Alfonso XIII en 1922 Canarias adopte la hora del
Reino Unido.
Dejar de situar al
archipiélago de forma artificial es fundamental para entender el pulso de
Marruecos con España por el control de las aguas próximas a Canarias, la única
comunidad autónoma que incluye al mar como parte de su superficie y, por tanto,
la explotación de los recursos de sus fondos, como el monte submarino Tropic,
situado a 500 kilómetros de la isla de El Hierro, donde supuestamente se encuentra
el mayor yacimiento de teluro del mundo.
Más aún para
entender la negociación del marco presupuestario de la Unión Europea durante el
periodo 2017-2021 y las consecuencias del Brexit –que ha dejado un agujero
presupuestario de unos 75.000 millones de euros para los próximos siete años–,
al que se suma ‘la gran reclusión’ causada por la pandemia –que provocará un
desplome económico sin precedentes para Canarias, donde sólo el turismo aporta
el 35% del PIB–. El Parlamento Europeo reclama medidas específicas para
regiones ultraperiféricas como las islas, que reviertan el impacto de esta
situación en la conectividad aérea, el empleo y el sector primario.
Cuando resurjamos
de esta enorme crisis habrá que salir con la lección aprendida, pensando en
buscar vías de adaptación para insertar a las islas en las reestructuraciones
de la globalización, o mejorar sus condiciones en el nuevo regionalismo
económico mundial.
Piratas y demás
hombres de negocios
Una visión real en
un mapa nos permite ilustrar la historia del Archipiélago como enclave
estratégico de primer orden en la navegación atlántica entre los siglos XIV y
XIX, cuando prácticamente todas las naves que se dirigían hacia América, África
o Asia pasaban por sus aguas.
Desde la conquista
y colonización las islas tenían sus principales mercados fuera de los
territorios de la Corona española, como demuestra que los azúcares y
aguardientes canarios se enviaran fundamentalmente a los puertos de Génova y
Amberes. También explica que atesoremos la tercera mejor colección de arte
flamenco del mundo, o que Shakespeare escribiera en Enrique IV: “Por mi fe que
habéis bebido demasiado vino canario, un vino maravilloso y penetrante que
perfuma la sangre antes de que se pueda decir: ¿qué es esto?”.
Hoy los canarios
siguen bromeando con que el mayor error de Canarias fue no dejar entrar al
almirante Nelson en 1797 y sin embargo dejáramos salir a Franco
Durante siglos
Canarias se convirtió en centro de contrabando del Atlántico medio. Desde las
islas se podía traficar libremente con cualquier lugar de Europa y muchos de
sus mercaderes lograron afincarse en ellas, tejiendo redes familiares a lo
largo del océano. Hoy los canarios siguen bromeando con que el mayor error de
Canarias fue no dejar entrar al almirante Nelson en 1797 y sin embargo
dejáramos salir a Franco para liderar el alzamiento nacional que acabó con la
República e inició cuarenta años de dictadura.
Tan importante es
la situación de Canarias que jugó un papel estratégico en la Segunda Guerra
Mundial, y fue codiciada por alemanes y británicos. La guerra naval y submarina
cortocircuitó el trasiego comercial y provocó una fuerte depresión en un
territorio que, sin embargo, no formaba parte de los contendientes. Cuando
Hitler intentó invadir Gibraltar, Churchill amenazó con invadir las Islas
Canarias. Los canarios tendríamos el inglés como lengua oficial si los
derroteros de la guerra hubieran sido otros.
“¿Lejos de
dónde?”
En el 2016 el
ejecutivo canario tuvo que alzar una queja al Museo Arqueológico Nacional por
la ubicación de Canarias en el área del Mediterráneo en el mapa indicativo de
los puntos de interés arqueológicos de España. Las pirámides truncadas de
Güíma, la técnica de momificación de los aborígenes isleños similar al de otras
civilizaciones antiguas, o su cosmovisión del mundo revelada en Risco Caído
tienen fundamento en gran parte por su enclave geográfico, así como el sustrato
indígena de origen bereber, un rastro del genoma amazig que el canario lleva
inscrito en el ADN, la memoria del paraíso perdido donde lo situó Plinio el
Viejo en el I d.C.
Posiblemente, las
islas fueron descubiertas por primera vez por el explorador cartaginés Hannón,
el navegante, en su Periplus, el primer viaje de circunvalación africano, en el
año 570 a. C. Cuando los intereses político-administrativos se trasladaron al
plano geográfico y por tanto a una nueva concepción del mapa, el general
Agripa, en tiempos de Augusto, ordenó con fines estratégicos la construcción de
un mapamundi inmenso a las afueras de Roma, en las que se desarrollan alusiones
a las “islas Afortunadas”. Y el geógrafo hispanorromano Pomponio Mela, que
vivió bajo los emperadores Calígula y Claudio, las situó por primera vez con
exactitud en un mapa; Plutarco fue informado por el general Sertorio de la
existencia de las islas, a las que este último pensó en instalarse (Vidas
paralelas-Sertorio y Pompeyo).
Emilio Lledó,
siendo profesor en la Universidad de La Laguna, lo sintetizó mejor que nadie
cuando le preguntaron si se sentía lejos viviendo en las islas. “¿Lejos de
dónde?”, contestó.
Canarias, tierra de
arribada, escala, intercambio y emigración. Quizá, aparecer así en los mapas de
España no sea más que el síntoma (no una causa) de una determinada actitud
política, ideológica y empresarial.
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