EDUARDO SANGUINETTI,
FILÓSOFO Y POETA.
Con la pandemia del
Covid-19 en pleno auge y la incertidumbre del mañana como única certeza, la
derrota de la economía neoliberal tuvo su bautismo de fuego con el colapso de
los servicios sanitarios públicos, siguiéndole la caída del sistema económico y
social, con la enorme cantidad de informales generada por un sistema de
mercado, que privilegia la especulación financiera en vez de las actividades
productivas y una cultura chatarra, que ya no puede ocultar sus miserias. En
fin, una victoria lograda de casualidad, por una peste que asola el mundo.
La redistribución
de la riqueza, o lo que ha quedado de ella, debe ser priorizada en la agenda de
los gobiernos que debieran tener un rol más activo en la economía; los
privilegios de los ricos deben ser eliminados con rapidez, y los impuestos a la
riqueza deben ser aplicados sin demora. No tengo dudas que este es el sendero a
seguir. Argentina y el planeta tendrán que instalar en una cloaca de archivos de
la historia del neoliberalismo sus teóricos, economistas y los infaltables
informantes de las corporaciones mediáticas, tan asimilados a apuntalar este
sistema deshumanizado y brutal.
Nada falta en estos
tiempos de pandemia, puedo construir una desengañada enunciación de suciedades
e hipocresías que nos propone este viaje al averno, con pasaje de ida. También
no estaría demás realizar una autopsia metafórica, minuciosa de las
instituciones, la religión, la familia, la amistad, el proxenetismo, el amor, la
ciencia, el arte maquillado, el trabajo, la moneda, el turismo, todo entrevisto
como un mundo de tedio y putrefacciones lentas, de delirio frío y razonado.
El viaje al averno
que nos propone este Covid-19 es una vivisección cruenta que pone de manifiesto
los mecanismos más íntimos de la condición humana. Todo o casi todo lo que hace
al núcleo constitutivo del ser, en pleno proceso de mutación, desfila en este
tiempo de pandemia, aterrador para millones: visiones apocalípticas,
vociferadas por excéntricos mesías pret-a-porter, ideologías fascistas
desenterradas por los que no aceptan que el mundo será otro terminado el
tránsito del virus, críticas al materialismo y a la falta de espiritualidad de
este tiempo, apologías a alianzas de opuestos que se oponga a la plutocracia,
sutiles ataques a la complacencia de la inmunda burguesía, a la falta de
austeridad, al consumismo, incluido el turismo depredador, profecías de todo
tono, moralismo paranoide y maniqueo y, sobre todo y ante todo, un racismo que
se encarniza con los más débiles, los sin techo, indigentes, que sobreviven
dando la espalda a saberse parte de una humanidad depredadora y caníbal.
Y cómo no tratar el
tema tan de moda de los paraísos fiscales, donde los malandras guardan sus
miles de millones de dólares, que no pueden justificar su origen, devenidos de
evasiones, robos de todo tipo, estafas al estado o simplemente producto de lo
obtenido en narcotráfico; y me pregunto no es tiempo de abrir las puertas de
esos paraísos y dar a conocer el nombre de los poseedores de las fortunas, con
las cuales se podría alimentar a cientos de miles de seres humanos hambreados.
Sin piedad ni consideración abrir las arcas del dinero escondido, un esfuerzo
más si desean ser libres ciudadanos. No es difícil, puede llevarse a cabo con
celeridad, todo sería más agradable. Y los offshore deben ser juzgados
sumariamente, junto con sus hábiles cómplices de medios basura, por estafar y
burlarse de la ley utilizada como corteza de legitima delitos.
Y no deseo dejar de
hacer mención al G20, conformado por un grupo heterogéneo de garcas que se da
el gusto de hablar en nombre de la humanidad. Entre estos vacuos y perniciosos
seres cabe mencionar a Mauricio Macri, el ex presidente argentino que asumió
procesado a tan honrosa función, y blindado por medios afines al sistema que se
extingue. Se dio el gustazo de burlarse del pueblo argentino todo, mientras
destruía todo lo que hace al quehacer de un país, junto con su banda de
malandrines que aún hoy, no dejan de difamar, atacar, mentir y confrontar con
el gobierno de Alberto Fernández, quien con temple y capacidad, lleva como
puede su función de digno presidente de Argentina, desde diciembre de 2019,
primero enfrentándose a una situación de bajas defensas en que dejó machirulo
el país, para luego encontrarse con tener que sobrellevar la pandemia del
coronavirus, con un sistema sanitario destruido por "aquel", quien es
el ejemplo opuesto de la gobernabilidad digna y ética, que ansía destrozar, con
su 41 por ciento de fans, y cerrar el círculo sobre el statu quo.
¿Ya no recordamos
de que el sistema financiero internacional fue uno de los signatarios del
famoso Consenso de Washington, realizado por el Tesoro Americano y los
organismos implicados en los acuerdos de Bretton Woods, lo que presionó al
mundo a mirar al mercado como el único valor dominante tras la caída del Muro
de Berlín? ¿Cuántas víctimas propiciatorias dio como resultado este consenso?
Terminaron con todo lo que no era rápidamente productivo: la salud, la
educación, la investigación y todo lo que constituía los sistemas nacionales
del bienestar para los pueblos y qué daño ha hecho, sus secuelas se sienten
aún.
Mi antiguo colabón
de los 80 me permite, inclusive en este incierto tercer milenio, lanzar una
ironía a costa de los simuladores "defensores de la democracia",
democracia ficcional de los Ceos, por supuesto, pues con el racismo en plena
vigencia, genocidios concretos y metafóricos, esas carnicerías de los vencidos,
los malditos que desde medios blasfeman, mienten y construyen realidades
obtusas, fusilando al denunciante de estos crímenes aberrantes, al heroico
disidente, sin justicia que accione en favor de los oprimidos y explotados, los
esclavos de este tiempo, que deberían vociferar: "Mientras más nos
explotan y rechazan más seguros nos sentimos... ¡tenemos horror al
trabajo!".
(*) Filósofo y
poeta
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