CUESTIÓN DE SENTIMIENTOS E
IDEAS, NO DE DINERO
AGUSTIN GAJATE
Europa está podrida. La Unión
Europea y los países que la integran están podridos de dinero. Y ese problema
no sé si tiene remedio. Igual se soluciona la crisis sanitaria del COVID-19 y
probablemente se solucione también la crisis económica posterior, pero las
mentes podridas de dinero me parece que no van a poder curarse. Y esa
enfermedad afecta tanto dirigentes políticos como empresariales y no se trata
de una enfermedad física que pueda paliar un medicamento, sino de una
enfermedad moral.
Imaginen que un vecino que vive en
el piso de enfrente o en el de arriba y al que saludas y con el que te hablas
casi todos los días, con el que no existe una amistad pero sí una relación
cordial, tiene un problema económico. Se ha quedado en paro, se le acabó la
prestación, no consigue trabajo y no tiene ingresos para alimentar a su
familia, ni para pagar gastos esenciales como electricidad, agua, telefonía,
alquiler o hipoteca.
Personalmente no necesitaría que me
pidiera prestado dinero, sino que le ofrecería mi ayuda desinteresada: una
especie de hoy por ti, mañana por mí, o de una cadena de favores. Sé que no es
perfecto, que fuma, se echa alguna cerveza y algún ron de cuando en cuando en
los bares cercanos y que le he visto echar dinero en las tragaperras, además de
que le gusta vestir con ropa de marca auténtica, no de mercadillo.
Si tengo dudas sobre lo que haría
con el dinero en efectivo, podría ofrecerle pagarle los recibos e ir con él al
supermercado y pagarle la compra, aunque eso tampoco lo haría porque sería
humillante y preferiría hacerle una transferencia para los recibos si no tiene
la cuenta bloqueada por el banco o darle directamente una cantidad para que
saliera del paso y pudiera pagar sus deudas. Si todos los vecinos del rellano o
los que puedan del edificio hacemos lo mismo cada vez que lo necesite hasta que
consiga volver a tener ingresos y le decimos dónde ir cuando nos enteramos que
una empresa necesita personal a ver si le dan trabajo, al final seguro que
poniendo 200 o 300 euros cada uno habremos solucionado el problema. En eso
consiste la solidaridad vecinal.
Esto es algo que no experimentan
aquellos que viven aislados en chalés, 'protegidos' por sofisticados equipos
tecnológicos y acostumbrados a estar rodeados de fuertes medidas de seguridad.
Cada vecindario es un ecosistema único, pero, en general, la protección también
suele ser común y cada uno protege lo de los demás y viceversa. Si alguien
externo ataca a cualquiera que forma parte del vínculo establecido no escrito,
a su familia, su coche o su vivienda, ataca a todos.
Por eso, lo que no haría nunca es
decirle al vecino que se encuentra en esa situación crítica que los 200 o 300
euros se los voy a prestar y que me los tiene que devolver. Que le voy a dar
una carencia de dos años y que después me tiene que pagar los intereses
acumulados en ese tiempo y más adelante también los intereses y la deuda y así
hasta que se cumplan diez años o antes, si se recupera antes de lo previsto. Pero,
además, quiero que me facilite las facturas del supermercado para saber en qué
se gasta el dinero y el comprobante del pago de las facturas.
Hacer esto me parecería miserable,
pero esto es lo que proponen algunos países de la Zona Euro para ayudar a los
países que más sufren la crisis del COVID-19. En la última reunión del
Eurogrupo, han acordado prestar hasta 400 euros, pero no pedir las facturas del
supermercado ni los comprobantes del pago de los recibos. Me da igual, me sigue
pareciendo una actitud miserable.
¿En esto consiste la Unión Europea?
¿Tiene sentido una moneda única dentro de una organización de Estados sin una
emisión de deuda pública común? A la Unión Europea le falta algo muy
importante: alma o, si lo prefieren, sentimientos humanos. Comenzó siendo una
comunidad de comerciantes para defender sus intereses frente a la competencia
de otros países y no ha cambiado mucho desde esa época cuando se denominaba
Comunidad Europea del Carbón y del Acero. La producción europea de carbón y
acero es residual en 2020, como también es residual la solidaridad entre países
y grandes empresas, que igual si pagaran los impuestos que se corresponden con
sus beneficios, en vez de hacerlo en paraísos fiscales, sería más fácil
solucionar muchos de los problemas sociales existentes y los que están por
venir.
La emisión de los denominados
'coronabonos' no es una cuestión económica, sino una cuestión moral y social
sobre cómo deben abordarse problemas puntuales o permanentes dentro de un
vecindario. Y no me gusta el andar de la 'perrita' europea. Igual habría que
empezar a plantearse como ya hicieron los británicos en sacrificarla para que
no sufra, porque verla en este lamentable estado hace que, a la vez, suframos
todos con la evolución de la podredumbre que provoca su enfermedad económica y
monetaria.
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