RAFA NADAL Y LAS ESPAÑAS
FELIPE G. GIL
Ayer,
como casi siempre que puedo, vi el partido de Rafa Nadal. Los que somos
tenistas frustrados solemos tener dos vías de escape: la primera es seguir
apoyando la eterna carrera del manacorí. La segunda es jugar al padel.
Curiosamente, en medio de su partido de dieciseisavos de final y en uno de los
grupos de Whatsapp en los que estoy (de tenistas frustrados, es decir, de
padel), recibía el siguiente mensaje:
"Queremos votar. Los españoles
exigimos nuestro derecho a votar. Exigimos el derecho a decidir el presidente
de España. No pueden decidirlo partidos que van contra España, que quieren la
destrucción de ESPAÑA. No es No a Pedro Sánchez. Si estás de acuerdo, pásalo y
que circule hasta que se convoquen las elecciones."
El final
del mensaje tenía con una sucesión de banderitas de España. Cinco en total.
Desde luego los grupos de Whatsapp de antiguos estudiantes (cole o insti), de
familiares y de quedadas deportivas amateur son los auténticos espacios de
transversalidad social donde se puede tener acceso a universos fuera de nuestra
zona de confort. Había dos cosas que me llamaban la atención en el mensaje.
La
primera era la expresa puntualización al "No es No a Pedro Sánchez".
Supongo que como muchos partidos o agrupaciones de izquierdas (o nacionalistas)
son considerados VenezuelaETAStalin & varias bombas atómicas a la vez para
algunas de estas personas que tienen su dedo pegado a la bandera de España en
el móvil, era importante recalcar que "no es que digamos que no a un
demócrata de verdad como Pedro Sánchez". Sobre todo sabiendo que el PSOE
sigue siendo transversal (y mainstream) y que por tanto, para la Moción de
Censura Whatsappera necesitarían también a los socialistas.
La
segunda cuestión que me llamó la atención es que este mensaje es enviado por
una persona cuyo principal miedo debe ser el déficit democrático que puedan
introducir algunos de esos partidos o agrupaciones. Mientras seguía
reflexionando sobre estas dos cuestiones, Nadal ya había reducido por
decimoséptima vez a su amigo Richard Gasquet clasificándose una vez más para
Octavos de Final de Roland Garros.
Justo al
terminar el partido, el manacorí tuvo un gesto que muchos elogiaron: salió a la
pista de nuevo e intercambió algunos amistosos golpes con un recogepelotas del
torneo. El público jaleaba el momento y muchos medios se esforzaron luego en
resaltar el gesto. Humilde, ¿no? Poco después y en rueda de prensa, Nadal era preguntado por la situación
política de España y contestaba esto:
A mi modo de entender, lo mejor sería
votar, o a mí me gustaría volver votar. Creo que al ciudadano le gustaría votar
otra vez porque a día de hoy no hay nadie que pueda gobernar, alguien que
hayamos votado y nos sintamos representados, porque hay demasiados pactos y al
final nuestro voto no nos deja cómodos.
Jo, le
han faltado las banderitas de España, pensé ("Él las lleva en el
corazón", me habría contestado el señor del grupo de Whatsapp). Y lo
cierto es que muchas veces hemos criticado la tramposa neutralidad de los
deportistas en cuestiones políticas. Lo que ocurre en este caso es que hay
muchas contradicciones algunas personas señalaron. Ibai Llanos, el comentarista
de esports, resumía bien lo que parecía el sentir de unos cuántos:
Por otros
lares, Albert Rivera se se apresuraba en
señalar las palabras de Nadal. No resulta complicado imaginarse al líder de
ciudadanos apretando el puño 'a lo Rafa' al leer estas declaraciones. Para
Rivera, el tenista ejemplifica a la perfección que ambición y humildad (dos
palabras que su partido utiliza habitualmente en sus lemas) no son valores
contradictorios.
Lo que
ocurre es que para muchas personas sus declaraciones resultan incómodas,
incluso para quiénes admiramos al Nadal deportista. Lo que muchas personas nos
preguntamos es, ¿por qué no dijo nada cuando en alguno de los innumerables
casos de corrupción del partido que ha estado en el gobierno? ¿por qué no ha
dicho nada ante problemas gravísimos que atañen a ESPAÑA (como le gusta escribirlo
al señor del Whatsapp) como la violencia doméstica, la vivienda o la
precariedad laboral? ¿Es que todos esos problemas no son ESPAÑA? Y sobre todo,
¿por qué los quienes presumen de demócratas se quejen de la legitimidad de un
mecanismo democrático?
En fin,
desde su punto de vista resulta comprensible que a Nadal o a personas como Juan
Carlos Girauta (que lo ha dicho claramente) les estrese que una amalgama
identitaria se haga con el poder. Quizás si empezaran a entender que en esa
multiplicidad hay una diversidad que celebrar dejaríamos de acudir al viejo
marco interpretativo que nos reduce a una o dos Españas.
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