EL PATRIOTISMO CONSTITUCIONAL DE ALBERT RIVERA:
UN COMPLEJO DE
NACIONALISTA PIJO
ANTONIO MAESTRE
A
comienzos de Pradial conviene remitirse a Brumario. Decía Karl Marx que la
historia se repite dos veces, la primera como tragedia, la segunda como farsa. Esa
es la sensación que el conocimiento de la historia del siglo XX dejan los
métodos empleados por Albert Rivera para llegar al poder. La bojiganga
patriotera representada con pendones digitales y exaltación chovinista marca el
alcance exacto de la tragedia venidera. No se puede esperar de la inanidad
ideológica e intelectual de Albert Rivera nada más que la repetición de
representaciones del pasado realizando un pastiche con una pátina de modernidad
que se parece demasiado a una de las figuras más oscuras de nuestra historia.
Uno de
los mitos de la Europa postcrisis es que en España no ha prendido ninguna
opción de extrema derecha. Solo la cercanía de los grandes medios de
comunicación con Ciudadanos impide que el partido sea catalogado así de forma
mayoritaria en la opinión pública. Es debatible si el término científico para
denominar a estos partidos es el de extrema derecha, es más extendido el de
derecha radical, pero deja poco margen para el debate que la última
proclamación nacional-populista de Albert Rivera en la puesta en marcha de su
plataforma España Ciudadana esté más cerca de Libertas que de Emmanuel Macron.
Los
asesores de Albert Rivera deberían saber que los procesos políticos, los
discursos y la escenografía no son exportables. Si intentas plagiar, casi
literalmente, el discurso de Barack Obama en la Convención Demócrata de 2004 y
trasladarlo a la realidad social española no vas a parecerte al expresidente de
EEUU, te pareces más a Unión Patriótica de los años 20. Te pareces más a José
Antonio Primo de Rivera. El discurso de Obama era una oda a la diversidad, el
de Rivera ha sido un grito a la uniformidad. Un repliegue identitario que busca
capitalizar la identidad de España frente la antiespaña.
El líder
de Ciudadanos terminó su intervención con un alegato tercerposicionista que
intentaba minar cualquier matiz, que buscaba transmitir que los intereses de un
empresario y un obrero serán los mismos por el simple hecho de compartir
bandera y nación. Un alegato joseantoniano que eliminaba las clases para apelar
a la emoción de la patria y que establecía una diferenciación entre buenos y
malos españoles, entre ciudadanos que se adhieren a sus formas y símbolos
frente a aquellos que tienen otra visión del mundo, del país, y de la vida:
“Cuando viajo por España yo no veo rojos y azules, yo veo
españoles. Yo no veo urbanistas o rurales, veo españoles, yo no veo jóvenes o
mayores, veo españoles, yo no veo a trabajadores o empresarios, yo veo
españoles. Yo no veo a creyentes o agnósticos, yo veo españoles. Por eso, os
propongo a todos que a partir de ahora nos pongamos las gafas de la España
ciudadana. Unas gafas que permiten unir a la gente. Una visión que no divide
sino que une, una visión de la España que suma pero no resta. Una visión de una
España futura, que está al llegar, que es la España que viene. Compatriotas,
conciudadanos, vamos a por esa España. Vamos a volver a sentirnos orgullosos de
ser españoles. Vamos a recuperar la dignidad que nunca debimos perder. Una
España de libres e iguales. Ya está aquí la España ciudadana. Únete”.
El 1 de
enero de 1935 José Antonio Primo de Rivera hizo una declaración pública a los
medios para intentar explicar por qué su proyecto se diferenciaba de los
fascismos europeos. Las similitudes discursivas con lo enunciado por el líder
de Ciudadanos no son difíciles de encontrar: “Tengo una fe resuelta en la que
están vivas todas las fuentes genuinas de España, España ha venido a menos por
una triple división, por la división engendrada por los separatistos locales, por
la división engendrada entre los partidos, y por la división engendrada por la
lucha entre clases. Cuando España encuentre una empresa colectiva que supere
todas esas diferencias, España volverá a ser grande como en sus mejores
tiempos”.
No habría
ningún problema si las complicidades ideológicas entre Albert Rivera y su primo
homónimo no pasaran de calcar un discurso falangista ultranacionalista en un
momento puntual de exacerbada emoción patria. Sería irresponsable, pero no
preocupante para el futuro. El problema aparece cuando es reiterativo en el
tiempo y ocupa el vacío ideológico de un partido oportunista con ambición
desmedida.
“¿Qué lee para conformar su pensamiento?”, preguntaba Pepa
Bueno a Albert Rivera para cuestionarle sobre cómo conforma esa idea del
patriotismo civil que contrapone al nacionalismo. “Desde Popper a Ortega”,
contestaba Rivera. Lo cierto es que no aclaró qué ha leído de estos autores,
más allá de citarlos porque estuvo en un acto de Mario Vargas Llosa sobre su
libro La llamada de la tribu, donde el autor peruano habla de ellos. La mención
de Rivera a José Ortega y Gasset como referente aplicada al tema que nos
concierne es también definitoria.
La
doctrina falangista bebía de dos intelectuales: Eugenio D´Ors y José Ortega y
Gasset. Preguntado José Antonio Primo de Rivera por el periodista Francisco
Bravo sobre la influencia de estos autores, respondió: “No cabe duda que en
Ortega están las raíces intelectuales de nuestra doctrina, en especial en este
postulado que yo estimo fundamental de la ‘unidad de destino’, para situar
firmemente nuestro Movimiento ante los problemas de la realidad española y el
futuro Estado”. Pero no es la única premisa del pensador que comparten los
antiguos falangistas y el nuevo ciudadanismo. La soberbia intelectual y la
división entre clases de individuos está influida por la doctrina de la masa
orteguiana expresada en su obra La rebelión de las masas. Para José Antonio
existían unas minorías excelentes que debían encauzar a las masas. Ese
pensamiento es radical en la conformación de Ciudadanos, tal y como expresaba
Félix de Azúa, uno de los fundadores de la formación naranja en los estadios
iniciales del partido: “Las masas agonizan de horror vacui cuando no se les da
todo muy evidente”.
El orgullo de nación se construye obviando la culpa
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