EN CAROLINA DEL NORTE, LOS CERDOS NO VUELAN, PERO SUS HECES SÍ
AMY
GOODMAN Y DENIS MOYNIHAN
Carolina del Norte tiene una población de 10
millones de personas… y 9 millones de cerdos. A juzgar por el olor, estarían
ganando los cerdos. O, mejor dicho, están ganando las gigantes granjas porcinas
industriales. Los cerdos son el mayor producto agropecuario en este Estado y
aportan al menos 2.000 millones de dólares a la economía local. La forma en que
se crían y matan los cerdos está afectando la vida de muchos habitantes de
Carolina del Norte. Miles de millones de litros de orina y heces porcinos se
acumulan en lagunas sanitarias, mezclados con sangre y restos en
descomposición.
Para
que estos estanques fétidos no desborden, el líquido tóxico se bombea hacia el
cielo con enormes dispositivos que rocían los desperdicios, que son
transportados por el viento. Los vecinos están sufriendo por el indescriptible
mal olor y una serie de enfermedades. La mayoría republicana del Carolina del
Norte, notoriamente retrógrada, ha aprobado un proyecto de ley –conocido como
H.B. 467, Reparación de Molestias de Agricultura y Forestación– para proteger a
la industria porcina de la responsabilidad. El recientemente electo gobernador
demócrata del Estado aún no ha firmado ni vetado este proyecto de ley. Mientras
tanto, las comunidades afectadas, en su mayoría afroestadounidenses, están
luchando.
Naeema
Muhammad, codirectora de la organización Red de Justicia Ambiental de Carolina
del Norte (NCEJN, por su sigla en inglés), describió el problema en una
entrevista para Democracy Now!:
“Los
cerdos son mantenidos en una estructura metálica de estaño [con] grietas en el
suelo. Cada vez que hacen sus necesidades o abortan lechones o lo que sea, eso
cae a través de las grietas en el suelo, y se canaliza hacia la laguna al aire
libre. Esta orina y materia fecal produce metano, gases de amoníaco, y por lo
tanto se puede oler… huele a huevo podrido, a veces a col podrida; simplemente
huele terrible. [Los residentes locales] se vieron forzados a dejar de utilizar
sus pozos de agua, porque estaban viendo restos de los desechos en el agua de
sus pozos, por el color y los olores”.
La
organización de Muhammad, NCEJN, junto con la Alianza para la Preservación del
Agua y la Asociación de Empoderamiento Rural para la Ayuda Comunitaria (REACH,
por su sigla en inglés), presentaron un reclamo ante la Agencia de Protección
Ambiental. Naeema Muhammad explica: “Nos unimos y presentamos un reclamo bajo
el amparo del Título VI de la Ley de Derechos Civiles de 1964. El Título VI
enuncia que las agencias gubernamentales no pueden realizar actividades
comerciales que generen un impacto desproporcionado en las comunidades de bajos
ingresos, sea intencional o no”.
El
reclamo incluye hallazgos de la investigación de Steve Wing, profesor asociado
de epidemiología de la Facultad de Salud Pública de la Universidad de Carolina
del Norte. Wing fue entrevistado por Mark Devries, cineasta y activista por los
derechos de los animales. Devries hizo las primeras tomas aéreas de las granjas
porcinas industriales de Carolina del Norte, con sus extensas lagunas de
desechos color marrón rojizo. Wing le dijo a Devries: “Creo que es correcto
calificar de racismo ambiental o injusticia ambiental el hecho de que la gente
de color, de bajos ingresos, cargue con el peso de estas prácticas”.
Además
de la denuncia ante la Agencia de Protección Ambiental, los residentes
afectados han presentado una serie de demandas donde alegan violaciones a los
derechos de propiedad, ya que la gente se ve obligada a permanecer en el
interior de sus casas para evitar el olor y la lluvia permanente de suciedad.
El blanco de las demandas es la mayor granja industrial del estado,
Murphy-Brown LLC, quien provee carne de cerdo a la gigante corporación alimenticia
Smithfield Foods. Smithfield Foods, a su vez, es parte de WH Group, una empresa
multinacional de alimentos de propiedad china, que cotiza en la Bolsa de
Valores de Hong Kong. Estas demandas no van contra granjas familiares, sino
contra granjas muy contaminantes, de propiedad extranjera.
Will
Hendrick, del plantel de abogados de la Alianza para la Preservación del Agua y
director de la campaña “North Carolina Pure Farms, Pure Waters” (Granjas puras,
aguas puras en Carolina del Norte) de esta organización, se explayó en
Democracy Now!:
“No
intentamos expulsar a esta industria de Carolina del Norte. La agricultura ha
sido y seguirá siendo una parte importante de nuestra economía. No obstante,
ninguna industria vale tanto como para soportar los impactos en la salud
pública y el medio ambiente que hemos visto que tiene esta industria. Entonces,
lo que intentamos aquí no es chuparle la sangre a esta industria, sino
asegurarnos de que en sus operaciones se manejen los desechos de forma que no
dañe a sus vecinos”.
Elsie
Herring, residente de Wallace, Carolina del Norte, fue entrevistada por
Devries. Ella declaró: “Aquí es donde rocían los desperdicios de animales. Esto
está a unos dos metros y medio de la casa de mi madre”.
Devries
le preguntó cómo era estar en medio de esa niebla. Herring respondió: “Parece
como si estuviera lloviendo. No abrimos puertas ni ventanas, pero el olor entra
igual. Te quita el aliento. Luego te dan náuseas y dolores de cabeza”.
Pese
al gran impacto que tienen sobre tantos residentes, las granjas industriales
tienen defensores leales entre los legisladores de Carolina del Norte; entre
ellos, el representante estatal Jimmy Dixon. En una audiencia sobre la ley H.B.
467, Dixon, que ha recibido al menos 70.000 millones de dólares por parte de
las corporaciones porcinas, expresó: “Estas declaraciones son, en el mejor de
los casos, grandes exageraciones, y en el peor de los casos, mentiras. ¿Hay
olor? Sí. Pero quisiera que cerraran los ojos e imaginen el olor del jamón, las
salchichas, los huevos y el pollo frito”.
Algo
huele mal en Carolina del Norte. El gobernador Roy Cooper no puede vetar el
olor, pero sí puede vetar este dañino proyecto de ley.
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