OBAMA: HABLA
MUCHO, HACE POCO
Por
Atilio Borón
Por Atilio Borón Una de las preguntas que es posible formularse
desde Cuba es por qué el criminal bloqueo aplicado en contra de Cuba desde hace
más de medio siglo –de lejos, un record absoluto a nivel mundial por su
radicalidad, ensañamiento y duración- todavía se mantiene sin cambios. Las
bellas palabras y los amables […]
Una
de las preguntas que es posible formularse desde Cuba es por qué el criminal
bloqueo aplicado en contra de Cuba desde hace más de medio siglo –de lejos, un
record absoluto a nivel mundial por su radicalidad, ensañamiento y duración-
todavía se mantiene sin cambios. Las bellas palabras y los amables gestos de
Barack Obama, John Kerry y otros altos funcionarios del régimen norteamericano.
Digo “régimen” porque en ciencia política así se califica a cualquier gobierno
que viola los usos y costumbres de la comunidad internacional, su legalidad y
las resoluciones de las Naciones Unidas. Casos notables de “régimen” son los
gobiernos de Estados Unidos, Gran Bretaña e Israel, para los cuales todo lo
anterior carece de importancia, se burlan de las disposiciones y
recomendaciones de las Naciones Unidas y actúan haciendo de la prepotencia y la
impunidad el rasgo distintivo de su gestión gubernativa.
En
el caso que nos ocupa y a diez meses del histórico anuncio conjunto del
presidente norteamericano y su par cubano nada ha cambiado. Como dicen algunos
amigos de la isla, en donde la ironía y el sentido del humor son tan afilados
como el mejor acero, la canción de moda que se canta hoy en Washington cuando
se habla de Cuba dice en uno de sus versos “killing me softly”, o sea, “mátame
dulcemente”.
El
objetivo del imperio es el mismo de antes: precipitar el derrumbe de la
revolución y promover, mediante iniciativas inocentes sólo en apariencia el
logro del tan anhelado “cambio de régimen”. Ahora con dulzura, antes, con los
predecesores de Obama, apelando al sabotaje, la invasión y los atentados. Pero
el objetivo estratégico no ha cambiado. Para los distraídos recuerdo que cuando
en Washington se habla de “cambio de régimen” de lo que se trata es de fomentar
una guerra civil, perpetrar indecibles atrocidades y, de ser posible,
apoderarse de esos desdichados países y sus riquezas.
Los
ejemplos más recientes son Libia, Irak y Afganistán, y lo que hoy se está
intentando en Siria. Por supuesto, las cubanas y los cubanos saben muy bien
esto, porque si hay un pueblo que conoce a Estados Unidos y su clase dominante
ese pueblo es el cubano. Por eso no están sorprendidos por la continuidad del
bloqueo y las enormes dificultades que esto les ocasiona en su cotidianidad.
Obama eliminó a Cuba de la lista de países auspiciantes del terrorismo, lugar
al que había sido confinado por uno de los presidentes más ignorantes y
brutales de la historia de los Estados Unidos, el semianalfabeto Ronald Reagan.
Pero todavía no se puede operar con tarjetas de crédito que, directa o
indirectamente, tengan relación con un banco o una empresa norteamericana; el
acceso a internet sigue siendo un dolor de cabeza para las empresas, los
funcionarios, los académicos y el público en general, víctimas de una de las
formas más sutiles de asfixia de una sociedad en el mundo actual.
La
reciente visita de la Secretaria de Comercio de Estados Unidos no permite
apreciar ningún cambio concreto en el corto plazo. Como lo hemos dicho en
numerosas oportunidades la Casa Blanca cuenta con suficientes atribuciones como
para poder dar pasos muy importantes que redundarían en beneficio de la vida de
los cubanos, cuya condición un documento del gobierno norteamericano
(Estrategia de Seguridad Nacional 2015) asegura querer mejorar.
En
ese texto se establece la necesidad de que los cubanos “decidan libremente”
sobre su futuro. Resulta por lo menos paradojal que para poder decidir en
libertad Washington considere que la mejor ayuda es establecer toda clase de
obstáculos para acceder a internet, dificultar las relaciones económicas entre
los dos países, mantener restricciones a los viajes o límites a los objetos que
los residentes en Estados Unidos pueden adquirir en la isla y toda una
interminable lista de limitaciones que más que encaminadas a fomentar el
florecimiento de la libertad en Cuba, como asegura el citado documento, fueron
concebidas para hostigar a una población, provocar su malestar y crear un clima
de opinión sedicioso y destituyente.
Obama
debería recordar, además, que el bloqueo es una flagrante violación de los
derechos humanos y la legalidad internacional, y que haría una importante
contribución a la humanidad si comenzara a desmontar esa infernal maquinaria de
dolor y de muerte.
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