COLA DE
CABALLO
Didi
Grau
Hay un caballito sin
cola
dentro de una
caracola
en el fondo de la
mar.
(Y no es cola de
pegar.)
Hay quien dice que
la cola
se fue por ahí a
pasear sola.
La anchoa una cola
halló
y al caballito
llevó.
Entonces quiso
ayudar
y la cola colocar.
El caballito, nada
lerdo,
con ella estuvo de
acuerdo.
Ponérsela en la
cabeza
fue su primera
torpeza.
El caballito enojó
y a la anchoa
reprendió:
“¡Piense usted con
más esmero!
¡Esto no es ningún
sombrero!”
La puso después por
delante
como trompa de
elefante.
“¡Qué anchoa tan
ignorante!
¿Le parece esto
elegante?”
Se mostró más
enojado
cuando la tuvo al
costado.
“¡Piense un poco,
por favor,
y colóquela mejor!”
La anchoa, muy
ofendida,
le contestó
enseguida:
“Usted podría ayudar
e indicarme en qué
lugar.”
“No sé cuál es el
lugar,
por eso la dejo
actuar.
Yo no la veía jamás.
Debía estar por
atrás.”
Así la anchoa halló
el lugar
y pudo la cola
colocar.
La despidió muy
atento
el caballito
contento.
Y como ya tenía cola
se metió en la caracola,
para mirarse al
espejo
y quedarse muy
perplejo:
“¡Ay, qué pena, no
es mi cola.
Yo soy caballo de
mar!”
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