LA DESVERGÜENZA DE RAJOY CON LOS PENSIONISTAS
Vicente Clavero
Con ese
ramalazo autoritario que le sale sobre todo cuando dispone de mayoría absoluta,
el PP se ha tomado la tramitación parlamentaria de los Presupuestos Generales
del Estado para 2016 como un auténtico paseo militar. En el Congreso, no sólo
ha echado para atrás las trece enmiendas a la totalidad, sino también las más
de cuatro mil de carácter parcial presentadas por los grupos de la oposición. Y
ahora, en el Senado, lleva exactamente el mismo camino, tal que si el proyecto
enviado por el Gobierno fuera de todo punto inmejorable.
Al desplegar su
artillería pesada para impedir cualquier cambio, el PP ha conseguido que los
Presupuestos pasen por las Cortes como una verdadera exhalación. El debate en
la cámara baja, por ejemplo, ha durado sólo veintiséis horas, a pesar de que se
ventilaban la procedencia y el destino de los más de 190.000 millones de euros
que el Estado gestionará en 2016. Dicho de otra forma: para cada mil millones
se ha dispuesto de medio segundo, todo un récord de velocidad que probablemente
pase a los anales de nuestro maltratado parlamentarismo.
Semejantes
prisas no tienen otra explicación que el empeño de Mariano Rajoy por llegar a
las elecciones con los Presupuestos aprobados, no tanto para ahorrarse luego el
trabajo si gana, como para atar las manos de su sucesor si pierde. Y esto no es
un juicio de intenciones, pues el propio presidente lo ha sugerido públicamente
así más de una vez sin el menor atisbo de pudor. Nunca antes, en treinta y
siete años de democracia española, un Gobierno había forzado las cosas con ese
descaro para imponer su legado económico al que viniera después.
Si los
procedimientos han sido impresentables, el contenido de los Presupuestos tan
urgentemente tramitados es en algunos aspectos de auténtico bochorno. Hay mucho
donde escoger, desde luego; pero a mí me ha irritado de manera especial la
falta de sensibilidad que el PP ha demostrado de nuevo con los más mayores. Lo
subrayaba Público.es esta misma semana: el sueldo de los miembros del Gobierno
subirá en 2016 un 1%, cuatro veces por encima del aumento previsto el año
próximo para las pensiones, que es del 0,25%.
Ya sé que ese
1% es el que se va a aplicar a todos los funcionarios, que llevan varios años
sufriendo en sus retribuciones buena parte del peso de los recortes en el gasto
público. También soy consciente de que, cuantitativamente, mantener congelado
lo que cobra el Gobierno no solucionada, pues estamos hablando de un sobrecoste
de poco más de diez mil euros al año. Pero no se trata de eso, sino de tener un
mínimo miramiento; de no infligir gratuitamente una afrenta más a quienes tanto
están sufriendo para superar la crisis y, en muchos casos, para ayudar a
superarla a sus hijos y a sus nietos.
En el supuesto
de que sigan gobernando, cosa que está por ver, Rajoy ganará 781 euros más en
2016; la vicepresidenta, 735, y cada uno de los ministros, casi 700. Mientras
tanto, la pensión media, ya de por sí muy baja, subirá apenas 30 euros al año.
¿Es esto una muestra del modelo de recuperación hacia el que vamos y de cuyas
ventajas van a sacar partido antes que nadie los poderosos? A mí me da que sí,
y reconozco que ante ello no puedo evitar una angustiosa mezcla de indignación
y de vergüenza.
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