Por
Jose Rivero Vivas
Visitaron la capital del reino recomendando no se publicitara el
tema, como medida ceremoniosa para elegir candidato, en juegos y suspiros,
entre el número importante de mujeres del mundo, sin distinción de edad, encarnando
figuras nominadas para suprema ocasión.
La descollante actuación de cuantos intervinieron en el concierto improvisado, así como aquella gesta de quienes comieron hasta saciarse, de ingredientes recuperados, en la sala de invierno, que es dependencia de esgrima, sable y espada, modalidades en que fue el aspirante a campeón ganador de medalla olímpica, en una final admirable; aunque, en primer y último asalto, fue desesperada la derrota del novel participante.
Alguien vio en su estancia un cable negro, de longitud imprecisa,
puesto que no supo negociar en la estacada su paso a la siguiente etapa;
conviene, por tanto, sugerir a la gente que ocupe menos espacio y agudice su
sentido hasta percibir el zumbido del moscardón
libando sobre la madreselva florecida. Por eso, para atender el canto, sin
recelar desafinación, es menester llegar al fondo del conocimiento canoro antes
de verter su voz sobre el escenario de la barcarola anunciada.
Corresponde, pues, satisfacer la demanda de ese producto, que comporta
reflexión, por si aportara estímulo a quien realiza abierta entrevista, con
motivo de la exclusiva de primer acomodo, tras haberle sido adjudicado, a
título de regalo, el sumo galardón de las letras magnas. Fecundidad centrada en
la colocación de imprevistos, a cuenta de elevados emolumentos, que empobrecen
la hacienda pública, en su gestión devoradora de extrema recaudación, paradigma
de producto turístico, una vez que, en su posicionamiento, el señor delegado
considera oportuno gravar con el alza de impuestos sobre la unidad celular.
Ahora, los
medios de comunicación, versados en ignorar creadores raros, pregonan
promocionar autoras jóvenes, de reciente remesa, para evitar que las mayores,
previamente desechadas, puedan también presentarse, con lo cual resultan nuevamente
excluidas en su adversa trayectoria. Otro tanto sucede con aquellos escritores
que nunca lograron positiva coyuntura, con lo cual se ven actualmente desacreditados
por haber irrumpido en escena con anterioridad a esta iniciativa, acaso angosta,
que entusiastas preparan los profesionales del habla sustentada a diario.
Orbelinda dice haber nacido el 1 de marzo, cual reza en las
bases del concurso. Los organizadores del evento, en exhaustiva investigación,
han llegado a la conclusión de que esta mujer vino al mundo en año bisiesto,
por donde el 1 de dicho mes torna a ser 29 de febrero, lo que descalifica a la
autriz para concurrir al premio convocado por la emisora de implantación
nacional.
¡Caramba! Un
solo día cambia su perspectiva de futuro; de modo que, la característica del
año de su nacimiento, da al traste con su esperanza, pese a la general
consideración de la obra en sí, no que el autor sea televisivo o contrahecho.
Piensa ella, en su agravio, que no hay forma de medrar con tanta medida
ajustada al arbitrio de quien mueve los hilos de la inextricable urdimbre
recamada.
Resbaló el
astro en el firmamento y su resplandor no llegó a la Tierra hasta palidecer el
estío estelar. Acortada la distancia, merced a la sabiduría de los doctores del
buen hacer pretextos sobre los que fundar su vaticinio acerca de las obras -dignas
de encomio o meramente impugnables, sin distinción ni pauta, ajenas a estudio y
disección-, se puso, decepcionada la narradora, a cantar coplas de arraigado
son escueto; luego, fingió llorar, porque el brillo de la estrella cesó su
parpadeo y paulatina extinguió su fulgor. Acabó al fin su recital, sobrecogida
de desengaño, en el asunto particular, donde tenue concilió el sueño, dentro de
un excelente marco de radiante luz solar.
Lo
desconcertante de esta norma es que su aplicación está lejos de ser receptada
por el oficial de turno, idóneo sin duda para la demostración que a su función
compete. Es, por consiguiente, hora de acometer el relato y enviarlo sin demora
a los miembros del jurado, para acogerse confiadamente a la luz del alba, al
tiempo de volver la espalda al constante centelleo del otro lado del horizonte.
La tierna
amante se inclina sobre el hombre y le pide aproximarse a su vera, para
susurrarle los dulces requiebros que él ha olvidado en su descuido de ella. Tras
este impulso desautorizado ha de hallar cauce que le permita seguir adelante de
forma que alivie su llegada a meta; pero cuesta lo indecible concebir idea y
cohesionar conceptos ante los cuales decidirse a actuar, sin miedo a cometer
yerro ni transgredir el peso sutil de los llaneros de la aurora, cabalgando en
silencio hacia la elevada cordillera, de cumbre inaccesible y señera. Arriba,
el caballo descansa, mientras su jinete duerme largas horas de sibilina pereza.
Afectada en su integridad, Orbelinda desiste en su propuesta;
advierte, a solas, que el tedio vence su tesón, debilita su pensamiento y agota
su peculiar enjundia.
José Rivero Vivas
Londres, julio de 2012
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