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lunes, 16 de julio de 2012

PARADOJA Por Jose Rivero Vivas


PARADOJA

Por Jose Rivero Vivas


Visitaron la capital del reino recomendando no se publicitara el tema, como medida ceremoniosa para elegir candidato, en juegos y suspiros, entre el número importante de mujeres del mundo, sin distinción de edad, encarnando figuras nominadas para suprema ocasión.
La descollante actuación de cuantos intervinieron en el concierto improvisado, así como aquella gesta de quienes comieron hasta saciarse, de ingredientes recuperados, en la sala de invierno, que es dependencia de esgrima, sable y espada, modalidades en que fue el aspirante a campeón ganador de medalla olímpica, en una final admirable; aunque, en primer y último asalto, fue desesperada la derrota del novel participante.
Alguien vio en su estancia un cable negro, de longitud imprecisa, puesto que no supo negociar en la estacada su paso a la siguiente etapa; conviene, por tanto, sugerir a la gente que ocupe menos espacio y agudice su sentido hasta percibir el zumbido del  moscardón libando sobre la madreselva florecida. Por eso, para atender el canto, sin recelar desafinación, es menester llegar al fondo del conocimiento canoro antes de verter su voz sobre el escenario de la barcarola anunciada.
Corresponde, pues, satisfacer la demanda de ese producto, que comporta reflexión, por si aportara estímulo a quien realiza abierta entrevista, con motivo de la exclusiva de primer acomodo, tras haberle sido adjudicado, a título de regalo, el sumo galardón de las letras magnas. Fecundidad centrada en la colocación de imprevistos, a cuenta de elevados emolumentos, que empobrecen la hacienda pública, en su gestión devoradora de extrema recaudación, paradigma de producto turístico, una vez que, en su posicionamiento, el señor delegado considera oportuno gravar con el alza de impuestos sobre la unidad celular.

            Ahora, los medios de comunicación, versados en ignorar creadores raros, pregonan promocionar autoras jóvenes, de reciente remesa, para evitar que las mayores, previamente desechadas, puedan también presentarse, con lo cual resultan nuevamente excluidas en su adversa trayectoria. Otro tanto sucede con aquellos escritores que nunca lograron positiva coyuntura, con lo cual se ven actualmente desacreditados por haber irrumpido en escena con anterioridad a esta iniciativa, acaso angosta, que entusiastas preparan los profesionales del habla sustentada a diario.

Orbelinda dice haber nacido el 1 de marzo, cual reza en las bases del concurso. Los organizadores del evento, en exhaustiva investigación, han llegado a la conclusión de que esta mujer vino al mundo en año bisiesto, por donde el 1 de dicho mes torna a ser 29 de febrero, lo que descalifica a la autriz para concurrir al premio convocado por la emisora de implantación nacional.
            ¡Caramba! Un solo día cambia su perspectiva de futuro; de modo que, la característica del año de su nacimiento, da al traste con su esperanza, pese a la general consideración de la obra en sí, no que el autor sea televisivo o contrahecho. Piensa ella, en su agravio, que no hay forma de medrar con tanta medida ajustada al arbitrio de quien mueve los hilos de la inextricable urdimbre recamada.
            Resbaló el astro en el firmamento y su resplandor no llegó a la Tierra hasta palidecer el estío estelar. Acortada la distancia, merced a la sabiduría de los doctores del buen hacer pretextos sobre los que fundar su vaticinio acerca de las obras -dignas de encomio o meramente impugnables, sin distinción ni pauta, ajenas a estudio y disección-, se puso, decepcionada la narradora, a cantar coplas de arraigado son escueto; luego, fingió llorar, porque el brillo de la estrella cesó su parpadeo y paulatina extinguió su fulgor. Acabó al fin su recital, sobrecogida de desengaño, en el asunto particular, donde tenue concilió el sueño, dentro de un excelente marco de radiante luz solar.
            Lo desconcertante de esta norma es que su aplicación está lejos de ser receptada por el oficial de turno, idóneo sin duda para la demostración que a su función compete. Es, por consiguiente, hora de acometer el relato y enviarlo sin demora a los miembros del jurado, para acogerse confiadamente a la luz del alba, al tiempo de volver la espalda al constante centelleo del otro lado del horizonte.
            La tierna amante se inclina sobre el hombre y le pide aproximarse a su vera, para susurrarle los dulces requiebros que él ha olvidado en su descuido de ella. Tras este impulso desautorizado ha de hallar cauce que le permita seguir adelante de forma que alivie su llegada a meta; pero cuesta lo indecible concebir idea y cohesionar conceptos ante los cuales decidirse a actuar, sin miedo a cometer yerro ni transgredir el peso sutil de los llaneros de la aurora, cabalgando en silencio hacia la elevada cordillera, de cumbre inaccesible y señera. Arriba, el caballo descansa, mientras su jinete duerme largas horas de sibilina pereza.
Afectada en su integridad, Orbelinda desiste en su propuesta; advierte, a solas, que el tedio vence su tesón, debilita su pensamiento y agota su peculiar enjundia.
José Rivero Vivas
Londres, julio de 2012
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