Eduardo
Sanguinetti, Filósofo
Estoy excepcionalmente cualificado para jugar el rol de “cabeza de turco” en el teatro insano que se instaló en el juego mediático en Argentina, representado por los grupos Clarín y Nación. Además significa una afrenta al juego de marionetas de la propaganda oficialista y las certidumbres de lo pautado, por la furia que despierta en los rentados pseudo-intelectuales mi obra escrita, visual y sonora; rentados intelectuales que monopolizan el discurso monolítico, fijo e inmutable, de un gobierno con todo el poder en sus manos, como nunca se ha visto en esta región.
Toda ilusión
de autonomía se ve conmocionada y coartada para mí, ciudadano argentino, con
deseos de estar informado, en cuanto se enfrenta con la imagen del mundo
mediático-virtual impuesta por el poder de los medios en concordancia
subliminal con el Estado: los acontecimientos se multiplican a una velocidad
vertiginosa y la regla que los ordena se escurre. Todo se torna incierto, los
rumores mediático-policiales, mediático-políticos, mediático deportivos,
mediático-farandulescos, mediático-sociales, mediático-prostibularios,
tras haber sido repetidos tres o cuatro veces, toman carácter de evidencia y el
peso indiscutible de pruebas históricas seculares.
Se construyen
reputaciones de periodistas-policías, que garantizan una cobertura
desinformante al servicio de intereses muy particulares, pasajeramente en
conflicto. Estos hombres formados, instruidos y entrenados para actuar en el
secreto, armados de archivos reservados, construidos simuladamente para sacar
de juego de inmediato al que pueda poner en juego algunos valores. Estos
hombres disponen de diversas técnicas de manipulación y creación del consenso,
en puntuales procesos, en lo que hace a la realidad socio-político-cultural de
la Argentina de hoy. La incertidumbre crece, la impostura se enriquece.
Un crimen sin
explicación puede llamarse también suicidio; una estafa en el Senado puede
entenderse como fondos de necesidad y urgencia; la disolución de la lógica de
otros tiempos y el sentido común permiten impulsar investigaciones y procesos
que caen en lo irracional, falseados por singulares expertos de dudosa
reputación, una suerte de poesí¬a de los servicios. Lo expresado nos lleva a
pensar que en otras a épocas se conspiraba en Argentina contra un orden
establecido. Pareciera que hoy en dí¬a, conspirar a favor es un oficio de gran
futuro. Bajo la dominación de este régimen, se conspira para mantenerla y para
asegurar lo que solo ella podrá denominar su buena marcha, apelando a un
revival de los años setenta (que persiste en forma legí¬tima y dolorosa y a no
dudarlo, solamente en la memoria de los que soportamos la dictadura militar y
sus tremendas consecuencias: muerte, desaparición, exilio) y adaptados a un
presente de futuro calculado, sumado a una falsa crí¬tica contraperiodí¬stica y
los macroproblemas desenfocados de la mira de las corporaciones
económico-mediáticas.
La ley, por
ende, de este modo, como manifiesto hasta el cansancio, actúa como corteza que
legitima el delito al no marcar los lí¬mites de un gobierno omní¬modo, cuya
principal contradicción es vigilar, infiltrar, contestar a una pseudo-oposición
inexistente, a la que se atribuye querer subvertir el orden establecido,
quienes hoy están apelando al vací¬o, ante el tema: “re-reelección de eterna
Cristina”; “es una líder lo que el pueblo necesita, no una gobernante…”, un
delirio megalómano, con final calculado, manifestado a viva voz por Boudou y
diversos funcionarios de la nación, reunidos en almuerzo celebrado en el Yacht
Club de Mar del Plata. Boudou, vicepresidente en ejercicio, de extracción,
maneras y manías de vida liberales, esto último no deseo pasarlo por alto, pues
resulta anacrónico con el proyecto nacional que la presidente Cristina
Fernández, por cierto mujer capaz, perspicaz y aguda, intenta poner en acto.
Muy indignante
para mí, “Indignado de la Cruz del Sur”, ante este sistema perverso y
pervertido, por cierto, al ver coronados en puestos de privilegio a
funcionarios sin capacidad, adulones y con toda una tendencia de vida vulgar,
adquirida en la década menemista, década que pareciera perpetuarse incluso en
algunos nefastos personajes de aquel tiempo infame y corrupto, que continúan su
camino, reptando a la cima del consumo y el libre mercado, a lo banal y
epidérmico, a lo frívolo y sin sentido vital, para una comunidad que necesita
medidas concretas, en acto, para el medio ambiente amenazado, los derechos
humanos puestos en juego, ante el silencio a presión de los disidentes, la
falta de voluntad política para que se concrete la presencia de una oposición
cristalizada de las izquierdas reales, en acción de convertirse en oposición,
indispensable en una democracia, la ausencia de una política de educación que
realmente se origine en una revolución educativa para un mundo que ha cambiado,
la ausencia de una política de Estado y en hacer de la libre expresión un modo
de vida en libertad y verdad, para devenir en una sociedad sin temores, miedos
o sombras de un pasado que “debe ser” historia.
En la
vertiente del gran juego mediático, el pacto de credibilidad se rompe, el
receptor idóneo es dominado por la lógica de la sospecha y el fantasma de la
mala fe del emisor buscará como último refugio la “lectura-entre-líneas” para
evitar sentirse un incauto, frente a juegos de luces y sombras, que pretenden
extraviarlo en la ubicuidad de la ausencia de la verdad de la información
mediática, que pretende manipularlo.
El estado
actual de desarrollo de la industria mediática, entonces, se tensiona entre dos
polos. En un extremo la figura enaltecida de un par de periodistas
independientes, que viven un patético y poético exilio interior y cuya opinión
en lo que hace a la significación del mundo satisface el ideal del sujeto
autoconsciente, hoy representado por una minoría.
En el otro
polo, la figura degradada y adictiva del “negocio mediático”: sensacionalismo,
generación de estados de alarma, intrusión en el campo de las libertades
individuales, “bombardeo” informativo al servicio de la desinformación, todas
estas manifestaciones reduplican el caos de la realidad, deslizando al sujeto
por la pendiente del sin sentido llegando a la disfunción narcotizante del
exceso de información “basura”, lanzada donde “parece que pasa de todo y no
pasa nada
NO HE LEIDO NADA TAN CLARO Y EXPLÍCITO, SIN DOBLECES.
ResponderEliminarSE NECESITAN MUCHOS HOMBRES QUE COMO SANGUINETTI, COMPARTAMOS O NO SU POSICIÓN, LANCEN LA PALABRA CON LA AUTENTICIDAD, CON QUE LO HACE.
DESPERTEMOS DE UNA VEZ, PUES TODO EL CONTENIDO DE ESTA COLUMNA, ES DEMASIADO VERAZ.