¿VAMOS A ELECCIONES?
ANA
PARDO DE VERA
Tras varias conversaciones y análisis, si me preguntan en estos momentos si creo que vamos a una repetición electoral, les contesto que no: "Creo que habrá Gobierno de coalición PSOE-Sumar". ¿Con amnistía, o como se llame? Con amnistía, o como se llame la figura que constituye el gran obstáculo (no el único) de la negociación con el resto de apoyos necesarios para investir a Pedro Sánchez presidente, aparte del de Yolanda Díaz y sus diputados/as. "Estamos en ese momento en que el río va a desembocar al mar, el cauce se estrecha y se acumula todo tipo de porquería [mi interlocutor dijo "mierda", en realidad], provocando un atasco que suele resolverse por el empuje natural del agua". Un atasco, pienso yo, cuyos componentes de todo tipo van a parar al mar. Pero eso no lo digo; al fin y al cabo, la legislatura es otra historia y la metáfora del dirigente socialista que respondía a mi pregunta estrictamente sobre las negociaciones me pareció bastante acertada.
Es verdad que tanto
al PSOE como a los nacionalistas catalanes y vascos les interesa un pacto de
largo recorrido, un pacto que vaya más allá de la reelección del actual jefe
del Ejecutivo, y si están todos de acuerdo, pudiera parecer más sencilla (nunca
fácil) esta opción. De todas formas, resulta complicado, incluso con la mejor
de las intenciones, pensar en un acuerdo de gobernabilidad cuando en 2024 se
celebran elecciones europeas, en Euskadi y Galicia, y en Catalunya seguramente
(en 2025, en todo caso); y no son unas elecciones cualquiera.
El PNV afronta por
primera vez la posibilidad de perder la primera posición ante Bildu. Como la
mayoría absoluta de alguno de los dos parece improbable, eso sí, serían los socialistas en Euskadi los
que podría inclinar la balanza del Gobierno a uno u otro lado. Casi nada: tres
partidos que sellarían un acuerdo de investidura en las próximas semanas
(¿primera quincena de noviembre?) para el Gobierno de España, metidos en este
berenjenal en Euskadi.
Por no hablar de
Catalunya: tras los resultados de municipales y generales, en mayo y julio, el
PSC tiene "el empuje del agua" a su favor, como hace mucho que no
ocurría, para ganar las autonómicas; hay quien le otorga incluso la mayoría
absoluta, pero, aun en ese caso, el panorama de presidir la Generalitat y el
Gobierno central con el apoyo de Sumar, los independentistas, ERC y Junts, que
son competencia directa y entregada al territorio, se antoja el "más
difícil todavía", que siempre creemos que no puede llegar y en España
siempre llega.
¿Y en Galicia? Es
la primera vez que se plantea una posibilidad en años de derrotar al PP de
Alfonso Rueda, precisamente, porque ya no lo es de Alberto Núñez Feijóo, cuya
personalísima gestión ha dejado demasiada impronta (y alargada sombra) en el PP
gallego. El liderazgo de la oposición lo ostenta el BNG de Ana Pontón, que
necesitaría seguramente al PSdG del resucitado José Ramón Gómez Besteiro y/o a
Sumar, si se presenta y según con qué resultados. Otra vez los mismos, para que
luego digan que los nacionalismos no tienen implicaciones en la gobernabilidad
del Estado, en presencia o en ausencia si gobierna la (ultra)derecha.
Con este futuro
electoral y enrevesado, más incluso que el presente, si cabe, llevar a los/as
españolas a unas nuevas elecciones sería imperdonable, para propios (partidos
nacionales) y extraños (ídem territoriales). Por más que el PP y Vox se
esfuercen en trasladar la ilegitimidad -y hasta la ilegalidad-, de
nacionalistas e independentistas; por más que estos se esfuercen en
desentenderse de la política española, lo cierto es que sin esta realidad
territorial y en este momento, la izquierda española no basta para librarnos de
los Milei patrios y sus valedores. Este debe ser "el empuje del
agua", por ejemplo, junto a los 12,3 millones de personas en riesgo de
pobreza y exclusión que se confirman en España. Urge un Gobierno de progreso.
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