LA VOZ DE IONE BELARRA
JUAN
TORTOSA
La ministra de Derechos
Sociales y Agenda 2030 en funciones, Ione Belarra, interviene en la Reunión de
Alto Nivel sobre la Transición de Sistemas de Cuidados hacia Modelos Centrados
en las Personas y en la Comunidad, en el Colegio Oficial de Arquitectos de
Madrid, a 18 de octubre de 2023, en Madrid (España). Gustavo Valiente / Europa
Press
Tristes tiempos estos, en los que la voz de la cordura llega a parecer una osadía. Oigo a Ione Belarra (cuando en alguna tele se dignan darle voz), leo sus reflexiones y sus denuncias en X y me siento aliviado; compruebo que no estoy tan loco como creo, que lo que pienso hay alguien en la política, alguien con altavoz público que lo dice y lo escribe. Parece mentira que existan tan pocas voces como la suya, una de las pocas que clama en el desierto; una voz que, apenas abre la boca, no faltan los dispuestos (y dispuestas) a tirársele en tromba a la yugular. Hasta que van pasando los días y se va comprobando que aquello que denunciaba la secretaria general de Podemos estaba cargado de razón, puro sentido común.
El pasado 20 de
agosto fue la voz de Ione Belarra, junto a las de Irene Montero y Pablo
Echenique, la que se alzó en las redes para denunciar el beso sin
consentimiento de Luis Rubiales a Jenni Hermoso y exigir que la violencia
sexual contra las mujeres debe terminar. "Violencia sexual, ha dicho
violencia sexual", y el universo mediático al completo se rasgó las
vestiduras llamando de todo tanto a ella como a sus compañeros de formación,
"unos radicales de izquierdas que cada vez pintan menos y no saben qué
hacer para llamar la atención". Pues menos mal que pintan poco.
No tuvieron que
pasar muchos días para que cambiara el cuento, para que se empezara a admitir
que Podemos, con su secretaria general al frente, había colocado el foco en el
punto exacto, para que se reconociera que buena parte de quienes a primera hora
pusieron el grito en el cielo empezaran a recoger velas y admitir que la voz de
Belarra denunciando el comportamiento del presidente de la Federación de fútbol
estaba cargada de razón.
Si tiene que
calificar de capitalismo despiadado las prácticas de algún que otro
supermercado, Belarra lo hace; tampoco en esto parece que le falte mucha razón,
¿verdad? Diga lo que diga, siempre hay alguien que se lleva las manos a la
cabeza gesticulando escandalizado. O escandalizada. Como cuando reclamó un tope
para el precio del gas para bajar así la factura de la luz, que algunos de sus
compañeros socialistas de Gobierno la miraron como diciendo estás loca para
poco después acordar con Portugal establecer ese tope en 30 euros al mes.
"Lo más
difícil es defender la paz durante la guerra", escribió al poco de
comenzar el conflicto de Ucrania, provocando acto seguido el cabreo de
Margarita Robles, compañera de gabinete con la que no parece encontrar buena
sintonía. No digamos ya cuando, a propósito de la espantosa tragedia que se
vive estos días en Palestina, expresa sin matices que Israel está llevando a
cabo un genocidio planificado y, en consecuencia, hay que suspender relaciones
diplomáticas ese país y llevar a Netanyahu ante el Tribunal Penal
Internacional. Además de aplicar sanciones ejemplares contra el primer ministro
israelí y su titular de Defensa entre otros miembros de su gobierno.
"Eso es
alimentar los conflictos", proclama sin que vergüenza alguna ese perejil
de todas las salsas llamado Felipe González. Ahí queda eso. "Eso es
antisemitismo", remata un González Pons (PP) que nunca se atrevería a
decir que condenar el atentado de Hamás es islamofobia. "La posición del
Ejecutivo la fija el presidente", exclaman en estéreo Félix Bolaños y José
Manuel Albares. "El PSOE tiene muchas dificultades para entender que este
es un Gobierno de coalición y que por tanto no solo el PSOE habla en nombre del
Gobierno", explica Ione Belarra de la manera más pedagógica que puede, con
tranquilidad pero con contundencia, cada vez que es interpelada por sus
denuncias y exigencias, esas que ponen de los nervios a personajes de toda
condición, como ocurrió hace pocos días con algún insigne cocinero, de esos que
le echan a la vida más cuento que condimentos.
Pasará como con
tantas cosas ha pasado ya: acabarán dándole a la razón a Belarra. Porque la
tiene. Porque lo que dice la secretaria general de Podemos suelen ser de
sentido común y porque llamar a las cosas por su nombre es el primer paso para
resolverlas. Se agradece que quien las diga sea una ministra de un Gobierno de
la Unión Europea, la secretaria general de un partido que está en el Gobierno,
que a su vez es una de las cinco diputadas integradas en Sumar, cinco votos
fundamentales para la investidura de Pedro Sánchez y tan decisivos como los de
cualquier otra formación política.
No es una voz
cualquiera la voz de Ione Belarra. Cómo se agradece escucharla.
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