SUAM 18
DUNIA SANCHEZ
La mañana se retuerce en una ligera brisa…una ligera brisa que me dice del hambre. Yo Suam tengo hambre, un dolor agudo soporta mi estómago. Me imagino pálido, como este sillón con ojeras, con la pesadez cansada de las fuerzas. Miro a la gaviota, está tranquila. Sus ojos se incrustan en mi corazón y mi pulso se hace pequeño. Tengo que salir de aquí, por unas horas, en busca de algo para echarme a la boca. La sed me carcome y me siento caer. Mi mente me empuja a salir del faro, respirar el mar…el mar con su olor algas y peces muertos. Por un instante me acojo a esa urbe, a esa playa y regreso , no sin mis pensamientos de aquel anciano. Las horas pasan, supongo, el sol reinante de este otoño está en lo más alto y yo me siento desfallecer. Otra vez la pena, lo derruido, lo harapiento, los muertos bajo los escombros, ataúdes al encuentro de su amo. Todo es desorden, aunque la guerra halla acabado…todo es miseria que nos enquistara en la sucesión de las estaciones en desgracias. Yo Suam examino cada humano que pasa a mi lado con los ojos aislados, con la frente marchita. Yo Suam tengo hambre, una desesperación me atrapa y corro y caigo y de mi rodilla emana sangre.
No hay dolor ante estas nimias heridas. Yo Suam estoy fatigado ¡Donde
hay agua¡ La sed desgarra mi garganta. Miro el horizonte y no al océano
precisamente sino esas montañas verdes de belleza, ahí es donde el agua
discurre en su antojo en este otoño. Yo Suam tropiezo de nuevo, mi calzado
devastado se empapa, tanto, que la humedad petrifica mis sentidos. Es un charco
y bebo de el con ansiedad. Por unos minutos me sacia el hambre, pero luego vuelve,
potente, malvada, con su disfraz de difuntos llorando al vacío. Yo Suam busco y
busco, lo putrefacto señala el jadeo de almas en pena, a igual que yo. El grito
de ser verticalidad ante los tormentos de la existencia ¿dónde estarán las
ancianas de las cumbres? Esas ancianas que cubrían nuestro sueño con el aliento
de la vida. Esas ancianas que en las noches nos visitaban y traían abundante
comida, abrigos para que nuestro destierro o huida no fuera presa de ojos
blancos. Yo Suam busco y busco para volver al faro. Yo Suam a veces , muchas
veces, varias veces me harto de todo esto. He perdido todo, mis padres, mi
familia y lo miserable de las guerras no más que han dejado discurrir el drama,
un hermetismo que me cierra a la soledad. Yo Suam busco y busco, encuentro un
lugar, una zona donde gentes oxidades están reunidas y me acerco . Me aproximo
con el miedo, con la derrota en mis carnes y mi olfato dice que sí, que hay
algo que llevarse a la boca. Todos con pasos lentos. Todos con pasos decaídos
nos podemos alrededor donde sirven algo. Y ese algo da igual lo que sea
mientras este estómago me haga ser superviviente del horror humano. Yo Suam me
siento aliviado. Yo Suam vuelvo a la playa. Yo Suam trepo por esas rocas que me
llevaran al faro con la gaviota. No sé que me ocurre pero quiero estar lejos de
todo esto y me entrego donde las olas rompen. Y es que hay tanto , tanto daño
que para sobrevivir tendré que armarme de un continuo callar de lamento de una
guerra. Yo Suam quiero divagar en un mañana mejor, respiro profundamente y
llego al faro. Mi conciencia anda en pena y la consternación se apura en mi
cuello, me agarra rajando todos mis sueños, todos mis deseos. La gaviota me da
la bienvenida picoteando mis raídos zapatos y sonrío
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