¿PACÍFICOS CRISTIANOS Y SANGUINARIOS MUSULMANES?
RAMÓN SORIANO
Velas y flores en la
Plaza Alta, de Algeciras, donde caía el cuerpo sin vida de un sacristán tras el
ataque en su iglesia a 26 de enero del 2023 en Algeciras (Cádiz, España).
26/1/2023
Con ocasión del asesinato del sacristán Diego Valencia por un yihadista magrebí en Algeciras el líder del PP, Núñez Feijóo, pronunció las siguientes palabras: "Hay personas que matan en nombre de un Dios o en nombre de una religión, y sin embargo desde hace muchos siglos no verá a un católico o a un cristiano matar en nombre de su religión o de sus creencias. Y hay otros pueblos que tienen algunos ciudadanos que sí lo hacen". Posteriormente rectificó: "Las religiones no son culpables de nada. No es problema de religión sino de fanatismo. Ni musulmanes ni católicos son culpables". Rectifica cometiendo de nuevo un error.
La afirmación del
líder de la oposición política me vale para poner de relieve que las religiones
musulmana y cristiana se parecen mucho más de lo que él supone, incluso en la
violencia contra las personas de otros credos, centro de su desafortunada
afirmación. Los comentaristas han achacado al presidente del PP la falsedad de
sus palabras, pues es evidente que los cristianos SÍ han matado en los últimos
siglos, y aducen una serie de hechos incontestables. Pero mi artículo no va por
ahí, por la senda de los hechos, sino por la teoría comparativa de dos
religiones, la musulmana y la cristiana, que tanto se parecen, a pesar de la
intensa propaganda occidental que las separa: una buena (la religión cristiana)
y otra mala (la religión musulmana)
Paso a continuación
a exponer las semejanzas de ambas religiones, que no son tan diferentes como
nos quiere hacer creer la afirmación de Núñez Feijóo.
Las religiones cristiana y musulmana han practicado la guerra
santa con resultados de asesinatos masivos.
Ambas religiones
tienen en su haber la extrema violencia en la propagación de su fe. También
ambas han practicado la guerra justa, frente a la opinión occidental de que el
concepto de guerra justa es exclusivo de la teoría jurídica europea. En
realidad deberíamos preguntarnos qué religión de nuestro entorno puede tirar la
primera piedra contra los violentos por causa de fe.
Hay una nota que
todavía pone mayor virulencia a la guerra santa de unos y otros: que no fue
solo una guerra hacia el exterior y contra el infiel, sino también hacia el
interior: las guerras intestinas dentro del mismo credo por causa de los
cismas. En Europa conocemos bien las luchas de religión, principalmente entre
católicos y protestantes, que llenaron de sangre los territorios europeos
durante los siglos XVI y XVII. La conquista de la libertad religiosa ya en el
siglo XVIII llegó tras una serie de edictos poniendo tregua a las guerras, que
tardaron en dar el paso de la libertad de creencias a la libertad de culto.
Contra la común y
extendida opinión no es el Islam el que creó el concepto de guerra santa contra
el infiel, sino el cristianismo por boca del Papa Urbano II, que llamó en el
siglo XI a los cristianos a rescatar los Sagrados Lugares de Jerusalén. El Papa
proclamó "la guerra santa para recuperar el Santo Sepulcro de
Jerusalén". Y comenzaron las oleadas de Cruzadas cristianas contra el
infiel musulmán, ejemplo de barbarie, latrocinio y muerte de inocentes. La
guerra santa de los musulmanes se inicia posteriormente, cuando los cristianos
ya habían dado los primeros pasos y los tiranos gobernantes de los países
musulmanes se valían de adocenados teólogos, que manipularon los textos
sagrados del Corán y la Sunna en una interpretación favorable a los intereses
de control y dominio de sus amos.
En los primeros
tiempos del islamismo el tipo de guerra defendido fue el de guerra justa,
equivalente a la guerra defensiva contra el invasor; el mismo sentido tenía el
yihad, después manipulado por el fanatismo terrorista musulmán, de lo que es un
ejemplo en nuestro tiempo Al Qaeda, ISIS, y otros grupos extendidos por todo el
planeta. Pasó mucho tiempo hasta que los teólogos-juristas católicos de la
escuela española de derecho natural -Vitoria, Las Casas, Suárez...- en el mejor
momento de la teología cristiana recogieron y desarrollaron la idea de la
guerra justa (bellum iustum) y con un extraordinario casuismo perfilaron sus
condiciones: auctoritas legitima, iusta causa y recta intentio.
Con todo, estos
representantes de la vanguardia de la teoría jurídica y teológica en su tiempo,
a excepción de Bartolomé de Las Casas, defendieron la violencia por causa de
expansión de cristianismo por los territorios de las recién descubiertas
Indias, si los nativos rehusaban el requerimiento para oír la palabra de Dios.
Las religiones cristiana y musulmana han sufrido los mismos
condicionamientos: las contradicciones de texto sagrado, interpretación y práctica
religiosa.
Ambas religiones
han soportado las contradicciones de las grandes religiones históricas: la
falta de coherencia entre texto sagrado, interpretación y práctica religiosa.
Lo importante es el texto, porque las interpretaciones y las prácticas
religiosas pueden no ser fieles al texto. Las interpretaciones suelen ser
contradictorias en el marco de los periodos históricos. El sentido del texto
sagrado en boca de los expertos sigue con frecuencia los intereses de los
líderes políticos, siempre muy ocupados en poner a la religión de su parte. La
manipulación interpretativa está presente sobre todo en los regímenes políticos
absolutos y dictatoriales, que disponen de serviles exégetas de los textos
sagrados, hábiles en aislar y descontextualizar algunos párrafos, como la
referencia en el Corán a "la obediencia a la autoridad". En la
religión católica el sentido y alcance de los textos sagrados han ido cambiando
por dos vías: los concilios y los dogmas de fe establecidos por los Papas, que
son infalibles cuando hablan ex catedra inspirados por el Espíritu Santo. Ojalá
se suprima esta práctica papal, con la que tantas veces la Iglesia católica ha
hecho el ridículo por establecer dogmas contrarios a la evidencia científica.
También se produce
una adulteración del texto sagrado cuando se le acomoda a prácticas viciadas
-convenciones y costumbres-, a veces pasando por encima de las interpretaciones
autorizadas. El resultado es que texto,
interpretación y práctica religiosa siguen caminos distintos. Lo que exige sumo
cuidado para no atribuir a la religión lo que es una interpretación o una
práctica erróneas.
Las religiones cristiana y musulmana presentan el mismo
planteamiento en la teoría y la práctica en relación con el sistema político.
Los textos sagrados
de ambas religiones no toman postura por una determinada forma de Estado o
Gobierno. Los Evangelios contienen una fuerte ética personal y social, pero no
indican cuál debe ser el modelo político. Lo mismo sucede en el Corán y la
Sunna, dirigidas al comportamiento de los creyentes, que en ningún lugar
definen cuál debe ser el Estado y el Gobierno de la umma o comunidad musulmana.
En la práctica, sin
embargo, los líderes religiosos de ambas religiones han sellado alianzas y complicidades
con los tiranos. No hay que poner tantos ejemplos de fuera como han sacado los
comentaristas de prensa respecto a los cristianos, contestando a la afirmación
de Feijóo. Basta el ejemplo de un régimen genocida tan cercano a nosotros como
el franquismo, que durante y después de la guerra mató a miles de personas por
el mero hecho de ocupar un cargo público en la república o manifestarse
demócrata. No creo necesario recordar la política de exterminio del programa
del General Mola aplicado a rajatabla por los golpistas desde julio de 1936.
Está más que demostrada la complicidad de la Iglesia católica, que no tuvo
reparos en cubrir bajo palio e incienso al "Caudillo por la gracia de
Dios".
La jerarquía de las
Iglesias cristianas se alió con tiranos y dictadores, con frecuencia, de la
misma manera que los jerarcas de los Estados musulmanes han hecho lo mismo,
oprimiendo a su propio pueblo, con el agravante de que son ellos a un tiempo
jefes políticos y jefes religiosos, representantes de Alá en la tierra. Tenemos
muy cerca el ejemplo de Marruecos, donde Mohamed VI es Rey y Comendador de los
Creyentes, persona considerada sagrada en la propia Constitución marroquí.
Las religiones cristiana y musulmana son condicionadas por
conservadores y progresistas en la concepción del mensaje religioso.
Siempre hay
teólogos y líderes de las religiones que desean cosificarlas en un modelo
inalterable. Hay un proceso de sustanciación de las religiones en cualquiera de
sus periodos históricos: una lucha entre teólogos conservadores y progresistas.
No es posible establecer un cuadro definitivo de rasgos de una religión, porque
cada una posee una dimensión temporal de cambio, que se opone a este intento de
cosificación y estabilidad.
En nuestro tiempo
teólogos musulmanes y cristianos intentan volver a los orígenes de sus
religiones, donde encuentran un mensaje que ha sido adulterado posteriormente
por falsos intérpretes de los textos sagrados. Son numerosos los teólogos
musulmanes actuales que, volviendo y recorriendo los pasos iniciales del Islam,
e interpretando los textos sagrados, encuentran en ellos: a) su vocación
pacifista, b) el laicismo, puesto que en los textos aparece la separación de la
religión y el Estado, y c) la participación de la umma (la comunidad musulmana)
en las decisiones del Estado. No hay en los textos una exigencia de adhesión a
un concreto sistema político, ni siquiera al histórico Califato; algunos
teólogos apuntan directamente a la necesidad de la democratización del Estado
en base precisamente a los sagrados textos del Islam. En esta línea se sitúan Fatima Mernissi, Asef
Bayat, Abdullahi Ahmed An-Na´ím, Mohammed Arkoum, etc. Interesantísima y muy documentada la aportación
del último.
También en el lado
cristiano católico una pléyade de teólogos cristianos intenta adaptar a los
nuevos tiempos tanto el mensaje religioso como la estructura de la Iglesia.
Puntas de lanza son la "teología de la liberación" en América Latina,
con Leonardo Boff a la cabeza, excomulgado por Juan Pablo II, y Hans Küng en
Europa, expulsado de su cátedra de teología católica en la Universidad de
Tubinga (Alemania) por el mismo Papa. Tres objetivos persiguen los teólogos
católicos críticos: a) la mirada y acción de las jerarquías eclesiásticas hacia
los fieles más vulnerables, especialmente en América Latina defendiendo la
"Iglesia de los pobres", b) la democratización de la estructura de la
Iglesia, con mayor participación y toma de decisiones de los fieles y la
elección de los obispos por el voto de los católicos de la diócesis, y c) la
apertura en temas que representan un divorcio entre las autoridades
eclesiásticas y las aspiraciones de la gran mayoría de los fieles: sacerdocio
de la mujer, prácticas anticonceptivas, celibato, etc. Los dos primeros puntos
suponen una vuelta a los orígenes del cristianismo.
Como ven, los
teólogos aperturistas musulmanes y católicos van juntos por la misma senda,
identificando las verdaderas fuentes de ambas religiones y sus exigencias.
Las religiones cristiana y musulmana son curvilíneas en su
evolución.
En su desarrollo
ofrecen distintas estampas, unas más admirables que otras, como les pasa a las
culturas. Podemos admirar a una religión en un momento de su historia, pero no
en su proceso histórico completo. El Islam fue el portaestandarte cultural y de
la tolerancia religiosa durante el Medievo en contraste en esa época con un
cristianismo culturalmente pobre y combativo con otras religiones. El
cristianismo tuvo su época dorada en la Edad Moderna con los teólogos-juristas
de la escuela española de derecho natural, a los que antes me he referido, que
en su época supuso la vanguardia de la teología católica, sobre todo en el
campo de las relaciones internacionales entre los pueblos, en la concepción de
los derechos de los nativos de la actual América central y sureña y en la
concepción de la guerra justa. En esta época, en cambio, el islamismo
abandonaba su anterior esplendor. Conocemos el pasado de las religiones, pero
no su futuro.
Religión cristiana
y religión musulmana, Sr. Feijóo, son experiencias paralelas en la teoría y en
la práctica. Decía usted que algo había que hacer con el terrorismo musulmán.
Sí, por supuesto, lo mismo que habría que haber hecho con el terrorismo
cristiano del Papa Urbano II.
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