LA CASA DEL SEÑOR
MARTA NEBOT
Varias mujeres en la basílica
de San Pedro del Vaticano, a 2 de enero de 2023, en la ciudad del Vaticano,
Roma. Stefano Spaziani / Europa Press
02/1/2023
Hay una institución muy influyente y poderosa en Occidente, con más de 1.300 millones de seguidores en el mundo, que margina y discrimina a las mujeres de todos sus ámbitos de poder en pleno siglo XXI. Lo hace incluso en Estados democráticos en los que sus leyes prohíben y persiguen cualquier discriminación. Lo hace en España, en toda Europa, en Estados Unidos... En países que se consideran adalides de la democracia.
Y no es que en sus
consejos de administración la cuota no llegue al límite exigido; es que no
dejan entrar a ninguna. Y más aún: no es que mantengan un techo de cristal o un
suelo pegajoso; es que no nos reconocen el derecho a opinar y a que se valoren
nuestros análisis sobre la institución en ningún estrato. No nos dan ni voz ni
voto sobre los destinos de una corporación en la que la mayoría de socios,
seguidores y simpatizantes son de género femenino.
Realmente solo
puede ser fruto de un poder omnímodo el hecho de que este organismo, financiado
en gran parte con fondos públicos recaudados de impuestos pagados por muchos
bolsillos femeninos, consiga que su apartheid con media humanidad sea tolerado
y asumido.
El verano pasado la
Unión Europea acordó imponer cuotas de género para garantizar que las mujeres
participemos en los consejos de administración de las grandes empresas. La
nueva legislación exige –a las que cotizan en bolsa– que en 2026 al menos el
33% de los puestos de los consejos de administración sean femeninos. Las que
entonces no cumplan podrán ser multadas e, incluso, ver cancelados sus
nombramientos masculinos.
¿Cuándo se aplicará
esta medida en el Vaticano, que no cotiza en bolsa pero tiene un patrimonio
mayor que cualquiera de las empresas a las que afecta esta medida? ¿Para cuándo
multas o la supresión de fondos públicos o la cancelación de los nombramientos
de la Iglesia Católica? ¿Llegaremos a ver revocado el nombramiento de un Papa
porque ya toca una Mama? ¿Se les va a permitir por los siglos de los siglos que
solo nos admitan como sirvientas silenciosas?
Quiero pensar que
en algún momento se les terminará el oasis machista que sostienen contra los
tiempos, escudándose en que otras religiones llevan lo mismo más lejos. Cabe la
posibilidad –incluso– de que lo abandonen por simple supervivencia, porque se
produzca una reacción social que provoque que les llegue la hora que ya llegó
al resto o tal vez se adelanten a ese momento. En cualquier caso, un día que no
está tan lejos se darán cuenta de que igual que están suavizando su discurso
sobre la homosexualidad para no quedar fuera del mundo, tienen que empezar a
admitir, en condiciones de igualdad, al universo femenino. Convencidos o no,
tendrán que asumir que se ha terminado el club de tíos que sostienen desde hace
casi dos milenios.
Y en cuanto
concedan a las mujeres el más sencillo de sus poderes, subirse a los púlpitos,
apuesto a que dejarán de abundar discursos como el de hace unas semanas del
párroco de Albacete y como otros parecidos que saltan a los medios cada poco.
Esos relatos translucen pura incomprensión y antipatía hacia el género femenino
y nunca son seriamente amonestados. No hay penitencia para los que llaman
"nazis" a las mujeres por ejercer un derecho, como hizo este
sacerdote por ejemplo. ¿Cómo van a castigar a quienes simplemente ponen letra
un poco más puntiaguda a lo que dicen sus dogmas y sus hechos: pura misoginia?
Según un estudio de
la prestigiosa revista científica The Lancet cada año se registran en todo el
mundo 23 millones de abortos espontáneos (los que ocurren de forma natural
antes de las 22 semanas), 44 cada minuto. Es un mal que afecta a una de cada
diez mujeres a lo largo de su vida, según la Iglesia porque su Dios quiere.
¿Cuándo van a admitir que la vida microscópica es tan pequeña y se pierde tanto
que a veces hay que perderla a propósito por un bien mayor? ¿Cuándo van a darse
cuenta de que la maternidad ya no se puede imponer? O, al menos, ¿cuándo van a
dejar de atacar a las mujeres con ensañamiento? ¿Cuándo van a empezar a
perdonarnos las modernidades que perdonan a otros? ¿Cuándo dejarán de
considerarnos más pecadoras que al resto?
La Iglesia ha
aceptado sin rechistar a los niños probeta. Los acepta entre sus filas y les
dice que van al cielo como el resto, a pesar de que la inseminación in vitro
siempre pone en riesgo embriones y casi siempre termina con alguno sacrificado.
¿Será que es más cosa de ricos? ¿Será que en tiempos de escasez cualquier
feligrés, aunque sea de bote, es bienvenido? ¿O será que no consiguen superar
su animadversión hacia el género femenino?
Estoy tentada de
terminar este artículo pidiendo que nos admitan entre sus filas, que cumplan
con las leyes más básicas. Pero, teniendo presente que la Iglesia de Roma
siempre nos definió como hijas de la costilla del original y que XXI siglos
después nos sigue considerando personas de segunda, prefiero dejar claro que
creo que es mejor que no entremos en un club que nunca nos ha querido. ¡Que el
Señor esté con vosotros!
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