LA SUSTITUTA MARGARITA ROBLES
JUAN CARLOS ESCUDIER
De los creadores de
la gran coalición, un clásico de la política ficción, y más recientemente del
gobierno de concentración, llega ahora el episodio piloto de una nueva serie
trufada de chismorreos de bar y conspiraciones imposibles que tiene como
protagonista a la ministra de Defensa, Margarita Robles, a la que se concede el
papel de protagonista estelar en La sustituta, un thriller que va, como es
habitual, de cómo liquidar a Pedro Sánchez y sustituirlo por alguien con
sentido de Estado y con una aversión epidérmica a Podemos. La mentada ha
rechazado el papel alegando lealtad inquebrantable. "No me gusta que me
llamen la sustituta", ha proclamado fingidamente molesta.
A Robles se le
viene haciendo campaña en algunos tugurios de la derecha, especialmente desde
su sentido discurso en la morgue del Palacio de Hielo tras el que la iluminada
Díaz Ayuso la bautizó como la nueva Manuela Malasaña, una heroína que, a falta
de gabachos y a la cabeza de las Fuerzas Armadas, está haciendo frente a la
invasión del coronavirus con fumigaciones marciales. Su selección para el
casting viene avalada por algunas encuestas de encargo en las que sobresale por
su valoración entre la ciudadanía o, sencillamente, arrasa, como en la
publicada por el maestro de guionistas Pedro J., que ya la ve en algún momento
como la octava pasajera en la nave de líderes mundiales mujeres que surca el
firmamento geopolítico.
Los destinatarios
de esta nuevo delirio son probablemente algunos baroncitos socialistas, los
mismos que llevan años queriendo dar matarile a Sánchez cada vez más frustrados
porque no para de resucitar el jodío, y que, ni ante la pandemia que asola el
país, han escatimado las críticas a la gestión del Ejecutivo ni han ocultado su
deseo de verle desfilar a hombros con los pies por delante. Se les ofrece así
el elemento imprescindible de cualquier conspiración que se precie, la persona
tras las cortinas a la que hacer emperatriz tras el magnicidio, como hicieron
los pretorianos con Claudio.
No es imaginable
que Robles participe de esta intriga pero, conociendo su ego desbordante y su
pasión por la intriga, ha de estar saboreando el caramelo que le ha llovido del
cielo hasta la boca porque jamás se ha visto en otra semejante. "No es
serio", ha remachado la ministra con más razón que una santa, que es
también como se le ha bautizado: "Santa Margarita". ¿Thriller? Bueno,
más bien comedia de enredo de baja estofa y con risas enlatadas.
Las conjuras,
imaginarias o imposibles, son un clásico del país, una tradición que compite
con la siesta o la tortilla de patatas. Ya con Rajoy hicieron fortuna desde la
Operación Menina, que debía llevar a Soraya Sáenz de Santamaría a la
presidencia, a la Operación Monti, otra de romanos en la que el dúo De Guindos
y Soria, clon éste último de Aznar y amante de los paraísos fiscales, se harían
con las riendas del Gobierno y del PP. La más divertida tuvo protagonista a
García Margallo, que se creyó el rumor -que puede que él mismo extendiera- de
que era el tapado para relevar a Rajoy si fracasaba en su investidura y hacía
falta un hombre preparado, con idiomas y monárquico a carta cabal para salvar a España del
desgobierno.
Robles conjuga una
indiscutible honestidad personal con un incontenible afán de protagonismo, lo
que siempre le ha hecho cultivar con mimo su propia imagen entre cierto
periodismo predispuesto a comprar cualquiera de sus mercancías. Ese ansía por
marcar territorio le ha costado algunos tropiezos sonados, como cuando ya en el
Ministerio protagonizó una cruzada contra las bombas láser que se vendían a
Arabia Saudí antes de ir a implorar perdón en actitud genuflexa al embajador de
los del Golfo para que le perdonara la niñería y mantuviera esos odiosos
contratos de corbetas, metros y alta velocidad de unos cuantos miles de
millones de euros.
Santa Margarita
debe de ser consciente, porque de tonta no tiene un pelo, de que es el enésimo
instrumento de quienes han encontrado en un virus la munición necesaria para el
acoso y derribo a la coalición de izquierdas. No es previsible que intente
saltar más allá de su sombra pero está encantada de conocerse. Así es el nuevo
icono de la derecha en la última de sus películas sobra la unidad nacional. La
críticas son buenísimas aunque nunca se estrene en cines.
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