EL VENTILADOR DE AYUSO
ANÍBAL MALVAR
Plantó un besito
aleve en el centro del aire y me dejó solo en el salón, con un montón de virus
muertos desparramados por la alfombra y unos calzoncillos con la bandera de
España que nunca lavaré. Como dicen los sesudos tertulianos: esto son hechos,
no opinión.
Después recogí el
periódico con la tranquilidad del que ya sabe que ha superado una pandemia,
pasé sus páginas en diciembre delante de un ventilador de techos altos, por si
acaso, y me dispuse a devorar la pieza titulada El ventilador contra Ayuso
--The windmaker againts Ayuso-- para descansar de tanto empeño epidemiológico
con el que me había levantado por la mañana. Y he aquí mi decepción cuando
constaté que la pieza editorial de El Mundo se refería a otra cosa.
Primero desconfié,
pues ya se sabe que las hordas sociocomunistas son capaces incluso de manipular
la prensa metiendo al descuido datos y otras perversas evidencialidades. Podría
haber sucedido. He de reconocer que, durante ese rato de intimidad epidemiológica
con Boris, yo había descuidado la vigilancia. Pablo Echenique no podía haber
sido, pues su irrupción habría sido demasiado aparatosa para pasar
desapercibida. Tampoco El Coletas, demasiado ocupado en ordenar a los policías
que lo protegen en su Xanadú de Galapagar que cambien los pañales a tanto niño.
Quizá Rafa Mayoral, que tiene esos párpados caídos de espía al que le aburre lo
que decimos los humanos.
Como malicio que
esto de Público también es un periódico, por deontología profesional he de
asegurar que fue Rafa Mayoral el que lo hizo, amparándose en diciembre, en los
techos altos de mi salón y en el ruido gimiente que hacía el ventilador de
Boris. Mayoral se hizo un Merlosgate en mi casa, pero vestido, pues ya se sabe
que los sociocomunistas no tienen ni siquiera para un desnudo.
"Lo primero
que muere en la guerra es la verdad y lo primero que muere en una pandemia
gestionada pésimamente por un gobierno socialista es la presunción de
inocencia", arrancaba el editorial de El Mundo, con esa sabiduría que les
da a los editorialistas de El Mundo el hecho de vivir siempre dentro de una
pandemia gestionada por gobiernos socialistas. La pregunta es: ¿de qué
inocencia tiene que presumir Isabel Díaz Ayuso, si fui yo el que estuvo con
Boris? La verdad es que cada día entiendo menos los periódicos. Voy a apagar el
ventilador y a recoger los cadáveres de coronavirus desparramados por Boris en
la alfombra, que si no les echas mascarillas a dos metros de distancia luego
huelen.
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