LOS 20 ESCOLTAS DE LA INFANTA ELENA
DAVID TORRES
Gracias al
coronavirus me acabo de enterar de que la infanta Elena cuenta con veinte
guardaespaldas, veinte, a su disposición. Parece que no son suficientes, porque
la infanta Elena no sólo tiene muchas espaldas sino que, si la dejan a su bola,
se va hasta los Pirineos a cazar osos. Es lo que ha hecho durante las últimas
semanas para distraerse: mientras el resto de los españoles, salvo excepciones
lógicas y tontos irredentos, cumplen la cuarentena en sus hogares a rajatabla,
la infanta Elena ha salido donde le ha dado la gana y hasta ha agarrado la
escopeta para ver si mete en cintura a conejos, perdices, codornices, venados,
jabalíes y lo que caiga.
En el Hola!, órgano
oficial de la aristocracia española, se publicaron días atrás una serie de
reportajes a todo color sobre lo bien que estaba guardando la cuarentena la
infanta Elena, con rima y todo. O bien se la veía aplaudiendo a los sanitarios
cada día a las ocho de la tarde, o bien se la veía, ataviada con guantes
reglamentarios, paseando al perrito cerca de su domicilio, aunque el sombrero,
con una pluma de cazador, ya apuntaba el afán cinegético de esta buena señora.
Lo que no salía en las fotos de los reportajes eran los guardaespaldas yendo a
hacerle los recados o recogiendo las mierdas del perrito, del mismo modo que
tampoco salían las cacerías a las que es tan aficionada, siguiendo la costumbre
ancestral de esta familia principesca que no puede ver un bicho cerca sin
pegarle dos tiros en el hocico.
Sucede que con esto
del confinamiento, los animalitos están muy crecidos y se pasean a sus anchas
por las inmediaciones de los núcleos urbanos, aprovechando que el gremio de
cazadores ahora sólo puede cazar moscas y se dedica a matar el aburrimiento
jugando a la petanca en el pasillo de casa, como todo el mundo. Menos mal que
ahí está la infanta Elena para regular los ecosistemas ibéricos a perdigonazos.
Si no fuese por ella, confinados como estamos, podríamos acabar sufriendo una
invasión de liebres o una superpoblación de palomas. Lo que no se puede evitar
de ningún modo es el exceso de guardaespaldas.
Aun así, la Casa
Real piensa en todo y mientras cuatro o seis de los escoltas están alerta todo
el día a cualquier hora, el resto, normalmente, se dedica a protegerla durante
sus paseos a pie y en coche, aunque en los últimas semanas se encuentran
confinados en una pequeña habitación a la espera de sus caprichos. Con esta
estrategia de compartir cubículo, tarde o temprano siete u ocho de ellos, puede
que diez o doce, caerán víctimas del coronavirus y el hábitat de guardaespaldas
se regulará por sí solo. Gracias a los borbones, que siempre van a su aire, las
cifras del paro no terminaron de despeñarse en el jueves más negro de nuestra
historia reciente, porque entre el personal de seguridad de esta peculiar
familia, más los que van a pasear al perrito y a hacer los recados de la
infanta Elena, nunca faltará trabajo, a Dios gracias.
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