DIVAGACIONES DE UN 2 DE ABRIL
DUNIA SANCHEZ
Abril. Es abril. Un
horizonte donde los pájaros son notas de un arco de colores, un horizonte donde
las fronteras se extinguen, un horizonte donde la palabra es fuerza, unión,
verticalidad pero también muerte. Un sol magnífico se adueña de mis espaldas, un
sol que sigue la ruta hasta la noche. La noche redonda donde la luna nos mira,
nos examina, nos complace. Llevamos ¿cuántos jornadas? en nuestra monótona y
particular rejas con máscaras que nos hace anónimos pero entregados al mañana.
No importa cuál sea las ideas, somos todos en mayúscula. Los mercados se vacían. Los mercados pierden
la gracia del saludo.
Los mercados nos nutren pero sin embargo conservan esa
gama bella de sus pasillos solitarios. Una congoja me entra de cierta manera,
una congoja que muele mis pilares y me distancia donde el ensueño me observa. Y
sueño…sueño en la placidez de hermosas manos acariciando mis manos, de
exuberantes manos acariciando mis manos, de ásperas manos acariciando mis
manos, de arrugadas manos acariciando mis manos y me siento volar donde los
ojos no me ven. Y palpo mis manos, yo misma, con las que bailo en el serpentear
al viento, con las que me invento en el roce de sus besos en mi tez, con las
que cabalgo en un sinfín ir y venir de sus movimientos. Mis manos. Escurridizas al abrazo, pero
aguardando el esplendor de los días. Mis manos.
Dibujantes de soles sobre verdes tejados del que cae la alegría. Mis
manos. Tendidas al sol, al paso del
tiempo que vendrá más yertas, más fortalecidas con los ecos del canto de nuestra
garganta. Y esperamos. Y nos apacentamos. Y nos entregamos a pastar en el
callar ante su mañana. Abril. ES abril. Me asomo al balcón y un abrazo se
bosqueja en la isla. La isla y su magia. Dónde va esa señora mayor a estas
horas ¿ me pregunto. Y de sus bolsillo saca semillas para los pájaros y las
esparce, revoltosas van a su encuentro y ellas le ceden sus alas, sus alas de
deseos, sus alas de esperanza.
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