¿QUIÉN PUEDE EDUCAR A UN NIÑO?
ANÍBAL MALVAR
«Mis hijos son míos
y no del Estado, y lucharé para que este Gobierno radical y sectario no imponga
a los padres cómo tenemos que educar a nuestros niños. Saquen sus manos de
nuestras familias». Este tuit de Pablo Casado, publicado ayer, no me sorprendió
en absoluto. Entra dentro de lo lógico que un masterizado por Harvardavaca y
socio preferente de Vox diga esto. Y que diga también que su mujer es suya y
puede educarla con la vara que quiera. Y que, cuando gobierne, los moros de
Ceuta y de Melilla serán suyos y podrá ponerlos a recoger algodón como dios
manda. Y todas esas cosas que este hombre suelta por esa linda boquita. Pero
que lo diga un periódico en su editorial recién amanecido hace que me sangre la
vocación como estigma de monja.
Me refiero a El Mundo.
El Estado no es dueño de nuestras conciencias, titula el periódico de la bola
su reflexión sobre el asunto del eufemísticamente llamado pin parental.
Considera el periódico de la bola «alarmante» que la ministra de Educación,
Isabel Celaá, haya afirmado que «los hijos no pertenecen a los padres». Habla
de ataque a la «libertad de conciencia». De la perversa «preminencia del Estado
sobre el individuo».
Lo primero que
tenían que hacerse mirar es que, si esa teoría de la propiedad parental es
cierta, el aborto debería también ser libre no solo durante la gestación, sino
hasta la mayoría de edad del individuo. Solo por poner un ejemplo de las
contradicciones que conlleva el pensar poco o nada. Como cantaba el otro día
Javier Ortega Smith con una copa de vino en la mano, ante sus rientes
neofascistas: «Pensé poco y recé mucho». Pues eso.
«El Gobierno adopta
una actitud escasamente liberal en defensa de la libertad de conciencia, para
situarse en posiciones ideológicas que nos retrotraen a regímenes felizmente
superados, que defienden la preeminencia del Estado sobre el individuo. Sólo en
ese sentido puede interpretarse la alarmante afirmación de Celaá de que ‘los
hijos no pertenecen a los padres». Copio el texto de El Mundo para evidenciar
que no se trata de una mala interpretación o decontextualización del aserto.
Aterra pensar que
hay seres humanos que aun vindican su derecho a «pertenencia» de otros seres
humanos. Y están entre nosotros. Si el gran Chicho Ibáñez Serrador anduviera
todavía por aquí podría rodar una historia terrorífica sobre esto, y el título
ya lo tendría amasado: ¿Quién puede educar a un niño?
Ya Aristóteles,
hace unos cuantos días, se refería al asunto de la educación pública en su
Política (cito desde Patricio de Azcárate): «Como el Estado todo tiene un único
y mismo fin, la educación debe de ser necesariamente una e idéntica para todos
sus miembros. La educación debe ser objeto de una vigilancia pública y no
particular, por más que este último sistema haya generalmente prevalecido, y que
hoy cada cual eduque a sus hijos en su casa según el método que le parece y en
aquello que le place. Sin embargo, lo que es común debe aprenderse en común, y
es un error grave creer que cada ciudadano sea dueño de sí mismo, siendo así
que todos pertenecen al Estado, puesto que constituyen sus elementos y que los
cuidados, de que son objeto las partes, deben concordar con aquellos de que es
objeto el conjunto. En este punto nunca se alabará bastante a los lacedemonios.
La educación de sus hijos se verifica en común, y le dan una extrema
importancia. En nuestra opinión es de toda evidencia que la ley debe arreglar
la educación, y que ésta debe ser pública».
¿A quién quieres
más, lector de El Mundo? ¿A papá o a mamá? ¿A Pablo Casado o a Aristóteles? ¿Y
quién era ese gilipollas del Aristóteles para decirme cómo tengo que letrar a
mi borrego? Bien vamos si este es el debate, oh, estagirita de los cojones.
PS: Me encanta el
olor a Hermann Tertsch por la mañana.
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