sábado, 2 de marzo de 2019

CONSTITUCIÓN


CONSTITUCIÓN
JM AIZPURUA
Entre las numerosas trampas semánticas de la casta para confundir al personal y someterlo al maniqueísmo, hoy enarbolan el término “constitucionalistas” como propio y por ende dejan a los demás como anti-constitucionalistas.
Es la misma maldad semántica de “patriotas”, y los demás indepes, nación la suya y nacionalidades las de los demás.  
Pues bien; yo voté “no” a esta Constitución 78, pero no soy anti-constitucionalista, sino todo lo contrario. Soy constitucionalista, pero de otro tipo de constitución más acorde con el siglo XXI en el que moriré después de vivir un poco. ¿Qué les parece una constitución republicana y confederal? Pues a mi mucho mejor que la inválida y renqueante del 78.
Y no quiero “romper” patrias ajenas; con que dejen en paz la mía me conformo.
Esa constitución XXI, debería al fin de los siglos asentar al mito España, donde se camuflaron los negocios y patrimonios reales que eran los realmente propietarios de la marca, y dejaron siempre fuera al pueblo llano. Provincias españolas, llenas de españoles incluso esclavos, fueron Venezuela, Cuba, Filipinas y Sahara. Y las constituciones sucesivas de los últimos siglos iban menguando en territorios y en españoles, debido a la incapacidad gestora de una casta real y un paradigma erróneo en el que tercamente se mantiene la españolidad castellana supremacista, de esencia imperial colonizadora.
La constitución XXI, al fin deberá incluirse en su zona europea, asumir sus paradigmas, y tratar de progresar con sus potencias, que ya no son ni serán imperiales.
Los vasco-navarros, lo catalanes, los gallegos, y quizás los andaluces, deberán incorporarse (¿qué hacemos con los canarios?) a una estructura social común con los castellanos, pero erradicada su supremacía, para conseguir una estructura estatal de consenso y progreso. En la época en que el divorcio es incuestionable en el mundo, el derecho de autodeterminación es del mismo sentido democrático: nadie está obligado a vivir en contra de sus necesidades y anhelos y si sus vecinos lo acreditan en el mismo sentido, ya estamos hablando de DDHH.
El derecho de conquista, con el que se han hecho las más recientes constituciones españolas, está caducado, no es posible así asumirlo y mantener sus efectos. Hay pueblos peninsulares que son naciones sin estado, incluidas por la fuerza en el estado de los castellanos-españoles, las eternas Dos Españas que helarán tu corazón, y estas naciones ya en el siglo XXI están en condiciones de ratificar su inclusión en modo y forma en un Estado plurinacional, o iniciar el suyo propio. Democracia obliga.
A Canarias la ONU denominó colonia en el pasado siglo y aún no se le ha brindado la oportunidad de ejercer su derecho de descolonización, que junto a la de Sahara siguen hoy día constituyendo un oprobio para el agente colonizador heredero: Reino de España.
Para dar efectividad a ese proyecto comunitario de descolonización canaria, es preciso que un proceso individual de descolonización mental lo preceda. Los miedos, incertidumbres nacionales, represiones, alienación, que con tanta eficacia mantuvo el colonizador, “el godo”, a través de los siglos para arrancar la dignidad y la autoestima de los indígenas  wanches, canarii, auaritas, bimbaches, gomeros y majos, hoy fundidos en “canarios españolizados”,  debe ser un proceso previo de descolonización mental, que de paso al canario del siglo XXI que asume su nacionalidad, su ubicación geopolítica, y sus herramientas para enfrentarse en su canariedad al concierto mundial para el progreso y la solidaridad.
No es fácil la labor ni tampoco eludible. Una canariedad flexible debe ser el camino.

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