MIS MANOS CON SUS MANOS
DUNIA
SÁNCHEZ
Mis manos con sus
manos. Aceras grises en el reboso de la
polución nos dejan pisar para ir de esquina en esquina de mano a mano. Una
prisa interna, en el recóndito dolor de su memoria la hace retroceder y se distancia,
se invade de una cierta timidez del abandono. Todavía…sí, todavía los gritos de
la oscuridad la apresan en una idea exacta…qué dirán. Yo me aparto, leo cada
paso que da para ausentarse de mí y la dejo ir. La dejo marchar con la cabeza
gacha, con los sentidos despiertos…muy despiertos atándola a la duda.
Mis manos con sus
manos. Farolas alumbran cada pisada dejada por nuestros arrastrados en un amor,
un querer invadido por la huída cotidiana de la luz , de los ojos que se
aferran de esquina en esquina a nuestras manos unidas. A ella le da igual,
superviviente en la entereza de sus años, de sus luchas. Y , ahora, abrazada a
mí. Y , ahora, acurrucada en mi pecho en el sueño perfecto, en el deseo
esperado. Me atiza una mezcla de desorden en mis pensamientos…qué dirán. No, no
lo veo claro. Me desagrada que me miren, que me examinen, que me observen con
la mirada amarga, insípida, llena de
desdén.
Mis manos con sus
manos. Es invierno, un invierno que en el devenir de las jornadas se irá
muriendo para dar a luz las flores. Flores y flores. Se adelanta a mí, no logro entender el
porqué, pero temo que en su ausencia las calles son espacios que nos atrapan
hay que dejarla ir. Y me siento culpable
de la lucidez de mis manos, de mis manos con sus manos cuando la puerta se
abre. Busca el anonimato, simplemente
amigas. Solo amigas cuando nos sentamos en una cafetería y charlamos sobre
cualquier tema.
Mis manos con sus
manos. Está lloviendo. Supongo las últimas lluvias, cada vez el clima es más
cálido, más agreste. No, no la he rechazado. Simplemente que solo seré de mis
emociones debajo de un techo. Un techo
atrapado de la nada de ojos . No, no estoy disgustada. Solo es cuestión
de tiempo, unos cuerpos que duermen bajo el influjo de la caricia, del
equilibrio noble de quizás mañana. Quizás mañana tenga ganas de gritar y
gritar. Y para qué me pregunto. Somos como somos , cimiento enderezados sin la necesidad de dar la voz. No, no opino
como ella. No necesito demostrar nada, aunque, ella se empeña. Solo lo natural
, lo espontáneo dictará mi camino. Más alegre, menos alegre…qué más da. Ya
vendrá el valor ¿Valor? Estupideces. …Ella no entiende. Pero no quiero verla llorar y sé que ahora
por esta insignificancia de mano con mano le acecha cierta angustia, cierto temor
a que me largue ¡No¡ amada mía. No, no me iré.
Mis manos con sus
manos. Se vira, me mira. Una sonrisa conquista mis dudas. Es invierno y está
lloviendo. Qué vengan los meses de la
claridad. Estamos mojadas y yo la sigo, tenemos que volver a casa. A esa casa
donde lo pobre de nuestros movimientos, de nuestras conversaciones, de nuestras
miradas se vuelven mágicas, bellas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario