MUJERES EN HOMBRES
Y VICEVERSA
DAVID TORRES
“La mujer perfecta
es un hombre” decía el doctor House con no poca mala leche al descubrir que una
supermodelo adolescente en realidad ocultaba a un hermafrodita. Ángela Ponce,
una activista transexual (Miss Cádiz 2015, Miss España 2018, y aspirante al
título de Miss Universo) asegura que el día más feliz de su vida fue cuando se
sometió a la operación de cambio de sexo, que había tomado su existencia como
un ensayo hasta el momento de su metamorfosis definitiva en el quirófano. Ponce
ha decidido llevar la lucha por los derechos de los transexuales a la pasarela
de los concursos de belleza, un podio desde el que combatir los prejuicios,
pedir tolerancia y mostrar al mundo que ella sólo es “una niña más, una niña
como otra cualquiera”.
No es una tarea
fácil, a ella, desde luego, le costó muchos años aceptar la verdad. Sólo hay
algo semejante a las presiones, recelos y tabús que soporta una niña
encarcelada en un cuerpo de hombre, y es un niño prisionero en un cuerpo de
mujer. Recuerdo que en el colegio donde cursé mis primeros años de E.G.B. había
un chico muy afeminado, de los que pasean meneando las caderas y torciendo las
muñecas, un chico de voz atiplada que tenía que soportar comentarios, burlas e
insultos cada vez que abría la boca. Los más compasivos venían a decir que se
trataba de “un error de la naturaleza”, pero estaba claro que la naturaleza
allí poco tenía qué hacer: era la sociedad la que había decidido relegarlo al
circo de los monstruos y los mariquitas.
Algún tiempo después
me encontré, en mitad de la lectura de Poeta en Nueva York, con la Oda a Walt
Whitman, de Lorca, y me chocó tropezar con unos versos que me parecieron
furiosamente homófobos:
Por eso no levanto
mi voz, viejo Walt Whitman,
contra el niño que
escribe
nombre de niña en
su almohada,
ni contra el
muchacho que se viste de novia
en la oscuridad del
ropero,
ni contra los
solitarios de los casinos
que beben con asco
el agua de la prostitución,
ni contra los
hombres de mirada verde
que aman al hombre
y queman sus labios en silencio.
Pero sí contra
vosotros, maricas de las ciudades,
de carne tumefacta
y pensamiento inmundo,
madres de lodo,
arpías, enemigos sin sueño
del Amor que
reparte coronas de alegría.
Contra vosotros
siempre, que dais a los muchachos
gotas de sucia
muerte con amargo veneno.
Contra vosotros
siempre,
Faeries de
Norteamérica,
Pájaros de la
Habana,
Jotos de Méjico,
Sarasas de Cádiz,
Apios de Sevilla,
Cancos de Madrid,
Floras de Alicante,
Adelaidas de
Portugal.
¡Maricas de todo el
mundo, asesinos de palomas!
Esclavos de la
mujer, perras de sus tocadores,
abiertos en las
plazas con fiebre de abanico
o emboscadas en
yertos paisajes de cicuta.
¡No haya cuartel!
La muerte
mana de vuestros
ojos
y agrupa flores
grises en la orilla del cieno.
¡No haya cuartel!
¡Alerta!
Que los confudidos,
los puros,
los clásicos, los
señalados, los suplicantes
os cierren la
puerta de la bacanal.
Mucho se ha escrito
sobre este pasaje de Lorca, pero es evidente que, en la España de la época,
incluso en los ambientes intelectuales más liberales, ser homosexual no
resultaba nada fácil incluso para Lorca. “¿Es verdad que eres maricón?” le
preguntó con escasa sutileza un sorprendido Buñuel en la Residencia de
Estudiantes, interrogante al que el poeta granadino respondió con un abrupto:
“Tú y yo hemos terminado”. Lorca prefirió ocultarse ante su amigo, aunque no lo
hizo demasiado bien, ya que en 1936 acabaría fusilado y uno de los que formaron
el piquete, Juan Luis Trecastro, se jactó del asesinato con estas bestiales
palabras: “Yo le metí dos tiros en el culo por maricón”.
En un debate
televisivo emitido hace muchos años, alguien, de cuyo nombre ni me acuerdo ni
quiero acordarme, dijo que Lorca era homosexual, sí, pero no afeminado, y el
poeta Félix Grande le interrumpió: “¿Es que no podía ser afeminado? ¿Es que hay
algo malo en ser afeminado?” Debe de haberlo cuando hace poco más de una
semana, en Callosa de la Segura, un anciano salía indignado a protestar porque
en el balcón del ayuntamiento habían colgado la bandera arcoiris: “En un
ayuntamiento no se puede poner una bandera de gays, hostias, porque en Callosa
no hay gays. El que sea maricón, que salga y que sea maricón. Aquí tenemos lo
que tenemos”. En efecto, mientras sea el odio y no el amor el que grite
impunemente en la calle, queda mucho camino por recorrer.
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