domingo, 2 de abril de 2017

“…TAL EL CASO DE MACRI”



 “…TAL EL CASO DE MACRI”
POR: EDUARDO SANGUINETTI,
 FILÓSOFO
El hombre de hoy se siente cómodo en un ambiente poco agresivo, tolerante, en el que los individuos, más liberados de la influencia de los demás, se disponen a probarlo todo. Se ha abolido lo trágico y se navega con soltura en una mentalidad frívola, no comprometida, devaluadora de lo real… tal el caso de Macri.

El siglo XX, que ha sido, posiblemente, el más sangriento y trágico de la historia, justifica el descrédito de la seriedad, porque en el origen de esas grandes tragedias aparece siempre alguien que se tomó algo demasiado en serio, fuese la raza, la nación, el partido o el sistema.

La sociedad desconfía, quizás con razón, de todo fanatismo. Hay un valor máximo, que es la libertad, y el resto son procedimientos para conseguirla. Le cuesta admitir cualquier afirmación sostenida con vigor. Cualquier norma excesivamente definida le asusta. Prefiere el vagabundeo incierto, el buen humor. Es como si una consigna tácita nos ordenara no tomar nada demasiado en serio, ni siquiera a nosotros mismos.

Sin embargo, la actitud de levedad con que algunos han reaccionado frente a la historia real, trae consigo frutos muy diversos: pretende fortalecer la personalidad, pero acaba, sin embargo, propugnando una personalidad débil y diluida; en vez de exaltar la creatividad, que es lo que pretendía, engendra un sujeto errático y pasivo. No puede olvidarse que la huida de la realidad convierte al hombre en simple espectador de su vida… tal el caso de Macri.

Y cuando se pretende eludir el compromiso, se elude la realidad, porque la vida está plena de compromisos, sobre todo el de uno con uno mismo. La vida es optar y adquirir vínculos. Quien pretenda almacenar intacta su capacidad de optar no es libre: es un prisionero de su indecisión.

La valía de una persona puede medirse por el número y calidad de sus vínculos. Por eso, aunque todo compromiso en algún momento de la vida resulta costoso y difícil de llevar, perder el miedo al compromiso es el único modo de evitar que sea la indecisión quien acabe por comprometernos.

La crisis de credibilidad de partidos y movimientos políticos es alarmante, como así también la de los candidatos, funcionales a las transnacionales, con siliconadas imágenes, sin contenido de ideas, ideales y sueños de un mundo a vivir; se trata de dar la sensación de enfrentarnos a candidatos apolíticos, propios del nuevo sistema: éxito publicitario, altísimo costo de marketing, esto es, elevado a objeto de consumo. Sólo imágenes al borde de una pesadilla… tal el caso de Macri.

No ignoremos que el colapso es una catástrofe que implica el quiebre de instituciones, una ruptura devenida en la conformación de un nuevo sistema. En la historia hubo muchas crisis pero pocos colapsos; el colapso es el fin de algo, pero no el fin de la existencia.

La víctima más trascendente en las confrontaciones, de todo tipo, entre los seres humanos, es la verdad.

La cobardía, la pacatería, la ignorancia y la mezquindad de los gobernantes los hacen referentes de un pasado abolido, sin dejar un espacio al porvenir en este milenio donde el paradigma de vida-sobrevida, se ha modificado de manera sustancial.

La publicidad que acompaña toda la puesta en escena del espectáculo de la política es una tendencia degenerada de la revelación, la única que puede concebir el pensamiento mercantil que prostituyó al mundo. Así, la masturbación convertida en método se extendió a todos los espacios que conforman nuestra existencia.

Tal como venimos experimentando desde que nacimos, los presidentes de dictaduras y democracias procedimentales, de Latinoamérica, han cedido a la tentación de seguir un degradado sendero en pos de intereses del capital y de ser colonizados por imperios en putrefacción, mascotas y bufones del establishment y de monarquías ridículas… ajenos a las comunidades y sus sobrevidas… tal el caso de Macri.

La diferencia radica hoy en que luego de lo manifestado por los Indignados en el año 2011 (“los gobernantes no nos representan”; “deseamos democracia legítima”), la situación de estos gobernantes ya de por sí degradados por carecer de trayectorias que los asimilen a la política, a la cultura, sumado a no denunciar las dictaduras genocidas… al negarse a reclamar por los desaparecidos y asesinados, la ausencia de compromiso con las prisas y urgencias de la sociedad, sus vínculos con actos de corrupción y estafa, hacen de estos gobernantes multimediáticos, la antesala al colapso de una nación. Los candidatos seguirán bailando un sueño al borde del abismo… tal el caso Macri.

Solo 85 personas poseen los mismos ingresos que casi cuatro mil millones de habitantes pobres del mundo: un delirio, pero real. El capital degradó el paisaje del planeta y por decreto eliminó la historia de acontecimientos trascendentes que comunidades enteras, plenas de ideales, habían logrado hacer en nombre de la igualdad, la fraternidad y la libertad, hoy ausente, con democracias manipuladas y gobernantes convertidos en gerentes de esta minoría que dicta, hace y deshace en esta tierra… tal el caso de Macri.

El racismo travestido como clasismo rige en el mundo, pues mientras se han instalado como parte del lenguaje social y políticamente correcto, de orden pluricultural, la condena de la discriminación racial o de género, el vivir en una dictadura de clase es considerado normal… tal el caso de Macri.

No importa que las corporaciones multinacionales exploten a los pueblos y además sean culpabilizados por su calidad de pobres y por no llegar jamás a la cima de la pirámide, donde conviven las mafias de los “triunfadores” del cabaret en que se ha convertido este mundo.

Como prueba irrefutable, basta ver en los medios gráficos, electrónicos y de las redes de la web, cómo, de manera grosera, insultante y atrozmente vulgar, el clasismo se instala cual práctica criminal, apuntalando logros inexistentes de figuras degradadas de los denominados “ricos y famosos”, plenos de “glamour chatarra siglo XXI”, poniendo de relieve las astronómicas sumas de dinero ganado en negociados extraños y difusos, a los que llegan por sus contactos con el poder político, deportivo, cultural, sin nadie que este habilitado para denunciarlo públicamente, o al menos lo considere como una apología del delito flagrante de escupir en la cara de los millones de carenciados que lo visualizan ante las pantallas, tomándolos como norte a alcanzar. Soy un imbécil o algo ocurrió que no alcanzo a visualizar ni experimentar, en mi dinámica de no adaptarme y organizarme para asimilarme a este tiempo y espacio.

Y he aquí, el momento culminante, en el que debo advertir “la sumisión de lo evidente”. Sumisión, que deviene en un pensamiento libre, al que no le interesa mucho influir en las masas ansiosas, hipnotizadas y prostituidas, ante toda la basura no biodegradable, consumidas en medios de publicidad, donde nonagenarias marcan tendencias a seguir, acompañadas por los mismos funcionales arrastrados que replican miserables discursos que destilan odio, resentimiento e impotencia, incluyo también informes falaces acerca de temas jamás resueltos, pero en conocimiento de la inteligencia vernácula, que actúan en las redes sociales y medios de publicidad, haciendo nido en un inconsciente, que se disparará en un instante y por siempre, hacia un porvenir difuso, ahistórico, como el poder político neoliberal lo imaginó y efectivizó.

La democracia, recuerden, no es una sistema de consenso. Es un sistema en el que cada uno tiene el derecho de expresarse desde sí mismo, por sí mismo y a elegir, acorde a sus inclinaciones y capacidades. Cada uno es el realizador de sí mismo, y punto.


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