CHILE. QUE EL 8 DE MARZO SE
ESCUCHE A VIOLETA PARRA
POR
DANIEL MATHEWS
Es
costumbre antigua publicar los libros por entregas, en periódicos. Desde Balzac
a Mariátegui se ha seguido esa rutina. Ahora, por invitación de mis amigos de
Resumen, me sumo a la lista. Este es el 6° de 12 artículos sobre Violeta Parra
que espero se pueda convertir luego en libro para celebrar el centenario de […]
Es
costumbre antigua publicar los libros por entregas, en periódicos. Desde Balzac
a Mariátegui se ha seguido esa rutina. Ahora, por invitación de mis amigos de
Resumen, me sumo a la lista. Este es el 6° de 12 artículos sobre Violeta Parra
que espero se pueda convertir luego en libro para celebrar el centenario de
nuestra autora.
El
8 de marzo vuelve a ser un día de combate en todo el mundo. Razones hay varias,
pero ahora solo me referiré a las que, en sus letras, propone Violeta Parra.
La
mujer en el sistema capitalista está sometida a las tareas domésticas, al
cuidado de los hijos, a ser lo suficientemente “femenina” entendiéndose esto
como subordinada, “bella”, coqueta. Es contra ese esquema que se subleva
Violeta Parra. La rebelión tiene que ver con su propia biografía. Ella es fea,
o mejor dicho afeada por la viruela. Es lo que nos dice en sus Decimas
autobiográficas:
“Aquí
principian mis penas, /lo digo con gran tristeza, /me sobrenombran “maleza” /
porque parezco un espanto/ Si me acercaba yo un tanto, /miraban como centellas,
/ diciendo que no soy bella /ni pa’ remedio un poquito/ La peste es un gran
delito / para quien lleva su huella”
Aunque
toda autobiografía es selectiva, uno elige qué decir y qué no, podemos sin
embargo considerar que uno no decide sus vivencias. Violeta Parra no determinó
tener viruela sino que está la determinó a ella. Pero ¿Qué dicen sus canciones
sobre el “rol” asignado a la mujer? ¿Qué dice sobre la familia en general?
En
“La Petaquita” habla de la poca importancia que tiene para ella el matrimonio:
“Todas las niñas tienen/ en el vestido/ un letrero que dice/ quiero marido/
dicen que le hace/ pero no le hace/ lo que nunca he tenido/ falta no me hace”.
De “La Petaquita” ha dicho Carla Pinochet “En ella Violeta Parra nos entrega
una imagen, casi ridícula, de los hombres y mujeres de la sociedad de su
época”. Carla Pinochet, o mejor Carla a secas como reza su correo, es una de
las que mejor ha estudiado la poesía de Violeta Parra como se puede apreciar en
su tesis de antropología.
“La
Juana Rosa” es una sátira de las mamas que quieren casar pronto a sus hijas y
de la belleza y coquetería como “propias de la mujer”: “tenís que andar
buenamoza/ por si pica el moscardón”. Hay que casarse rápido, antes de quedar
solterona: “Tenís veinticinco, Rosita/ay, Rosa/ vai pa’ solterona”. Escrita en
1953 o 1954 la crisis de la institución matrimonial no era tan fuerte como
después de los grandes movimientos juveniles y feministas de 1968. Pero Violeta
Parra es de las adelantadas.
Pero
no se crea que la crítica a la familia la hace solo desde su posición de mujer.
En general tiene conciencia de que es una institución en crisis. El papel del
hombre como proveedor, como el que lleva el dinero a la casa, también es
criticado. Me estoy refiriendo a “Atención, mozos solteros” que justamente
comienza con una referencia al dinero: “Atención, mozos solteros/ lo que les
voy a explicar:/ no porque tengan dinero/ digan «Me quiero casar»”, para pasar
inmediatamente a mostrar que la institución familiar es opresiva: “No digan
«Voy a gozar/ con mi esposa verda’era»,/ ¡son muy duras las ca’enas,/ las que
se van a amarrar!”. Aunque esta primera estrofa es, como se puede ver
claramente, una octava, el resto de la canción está construida en décimas, el
género más popular en el conjunto de América.
“Madre
solo hay una”, “El amor de una madre es incondicional”, “Primero soy madre
antes que ser mujer” son sólo algunas de las frases más populares en torno a la
maternidad. Y es que en la construcción del género femenino se ha establecido
que una vez casada el papel de la mujer es ser madre. Hija, esposa, madre, la
mujer no tiene vida propia, vive para los otros. No voy a volver a comentar uno
de las primeras canciones de Violeta Parra, de la que ya he tratado en un
artículo anterior. Pero por lo menos es necesario recordarla. Estoy hablando de
“Hace falta un guerrillero” en la que el papel de madre protectora es
deconstruido para figurar que es lo que ella quisiera para su hijo: “De niño le
enseñaría / lo que se tiene que hacer /cuando nos venden la patria / como si
fuera alfiler; /quiero un hijo guerrillero /que la sepa defender”.
He
anunciado en artículos anteriores que no voy a entrar a tratar temas
biográficos. Estoy haciendo un estudio de los textos de Violeta Parra. Pero,
tratándose de su cuestionamiento a los roles tradicionales de la mujer no puedo
evitar decir algunas palabras de su vida. La biografía de Violeta será un
continuo intento por apartarse de esta moral promovida socialmente. Ella estuvo
enfrentada a la contradicción de toda mujer entre sus deberes de cuidados, con
sus hijos Isabel y Ángel, y las necesidades laborales. No hay que olvidar,
además, que en este caso la actividad laboral es un proyecto cultural que
supone una apuesta vital. Violeta Parra no crió un guerrillero como propone su
canción. Pero en vez de sacrificar su trabajo a sus hijos, los incorporó a
ellos a sus actividades. Si Violeta Parra acompañó a Allende en todas sus giras
no estuvo en la última, en la triunfal, que lo llevó a la presidencia. Isabel y
Ángel ya habían tomado la posta.
Por
todo eso, en el paro internacional de mujeres del 8 de marzo, Violeta Parra
estará presente. A través de nuestras gargantas.
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