¡QUÉ ESCÁNDALO! ¡HAY UN PARTIDO QUE PRESIONA A
LOS PERIODISTAS!
Empresas, bancos, partidos, administraciones públicas … Recibir presiones
forma parte del oficio de periodista. No debería ser así, pero lo es. Y la APM
ya lo sabía
"Niña,
¿pero tú sabes de quién es tu periódico?". La frase y el tono de mi
interlocutor habrían hecho temblar al más osado reportero de guerra. Pero yo
tenía veintipocos años, acababa de poner los pies en mi primera redacción y apenas me
sonaba el nombre del iracundo señor que estaba al otro lado del teléfono. Ni
que decir tiene que no tenía la más mínima idea de quién o quiénes eran dueños
del periódico para el que trabajaba. El señor en cuestión, un reputado
empresario y directivo de la patronal, ocupa aún hoy puestos relevantes en
varias empresas.
Luego vinieron
las llamadas a mis sucesivos jefes porque titulaba de tal o cual manera, las
bromas al final de la rueda de prensa (" creo que hoy íbamos a mandar
un burofax a tu director…") o las invitaciones a suavizar el enfoque
de un reportaje porque, al fin y al cabo, somos buenos amigos, ¿verdad?
Cuando no era
un banco era una discográfica, y cuando no un fabricante de coches, una
editorial, un partido político o una mayorista de viajes. A veces era el
título, a veces el enfoque, a veces el tono. No es mi historia. Es la de todos
y todas las periodistas que tienen la suerte de trabajar en redacciones en las
que se produce y publica información relevante para la ciudadanía.
Recibir
presiones forma parte del oficio de periodista. No debería ser así, pero lo es.
Estamos acostumbrados a ellas y debemos aprender a gestionarlas, de la misma
manera que nos toca gestionar la información falsa o sesgada, la escasez de
fuentes fiables, la ocultación de datos que deberían ser de dominio público o
la falta de recursos humanos y materiales para lograr que una cobertura
informativa esté realmente completa.
Son cosas que
se aprenden en el día a día de la redacción, trabajando duro y escuchando a tus
mayores: ese redactor senior que tiene una agenda infinita de contactos, la
jefa de sección que te exige que verifiques cada dato mil veces, el colega que
te da trucos para quitarte de encima a los directores de comunicación… No es
algo que venga de serie, ni tampoco que puedas aprender en la Facultad de
Ciencias de la Información. Y las presiones no son algo que debiésemos aceptar
como normal en una sociedad realmente democrática. Como tampoco lo son las
ruedas de prensa sin preguntas o a través de pantallas de plasma, ni las
mentiras flagrantes presentadas como hechos alternativos.
Yo tuve la
suerte de empezar mi carrera en los tiempos en los que un periodista podía
pasarse días haciendo llamadas para completar sus informaciones. Cuando
llegabas con una historia que considerabas cerrada lo más habitual era que el
redactor jefe la tirase por tierra pidiéndote que contrastases otro dato o
buscases otro testimonio (" verifícalo, verifícalo, verifícalo…").
Recuerdo a la gran Tania Juanes, que en los años 90 cubría la información sobre
eléctricas para el diario Cinco Días, haciendo
muescas en la mesa de madera para marcar las veces que había llamado a una
misma empresa sin recibir respuesta a sus preguntas. O las diatribas para que
no publicásemos sin más algo llegado por teletipos ( ¿Reuters? ¿Y quién es
Reuters? ¡Llama tú y pregúntalo!), o para que no nos dejásemos secuestrar
por nuestros contactos ( ¡Hay que acabar con el periodismo de fuentes!).
Las cosas han cambiado mucho desde entonces, y los periodistas trabajamos hoy
con ritmos y narrativas muy diferentes. Pero lo esencial permanece inamovible.
Hoy, como
entonces, existen periodistas que saben gestionar las presiones con destreza y
sin sufrir un desgaste aparente. Y los hay que no saben o no quieren hacerlo.
Sea cual sea el medio para el que trabajen. Sea quien sea su redactor jefe o su
director. Lo que no existe, al menos hasta donde yo sé, es el periodista que no
sufre ningún tipo de presiones. Así sean las del vecino del cuarto, que tiene
un hijo muy espabilado al que acaban de dar un premio en la feria de ciencias (
¿Crees que puede interesarle al periódico para una entrevista en la sección de
local?…)
Sorprende por
ello el durísimo comunicado publicado por la
Asociación de la Prensa de Madrid (APM) denunciando lo
que define como "acoso" de Podemos a algunos periodistas, que
aparentemente se sienten "amedrentados" por las críticas hechas por
representantes de este partido.
Podemos
"amedrenta y amenaza" a periodistas críticos, según la APM https://t.co/9K5CT12iGE
— Santiago F.-Gubieda (@gubieda) 6 de marzo de 2017
Sería saludable
que los periodistas que reciben presiones de partidos distintos a Podemos, de
empresas o bancos, pidieran amparo a la APM.
— Lucía Méndez Prada (@LuciaMendezEM) 6 de marzo de 2017
Según la APM, que un partido "trate de orientar y controlar
el trabajo de los periodistas y limitar su independencia" es algo
"totalmente incompatible con el sistema democrático". Una afirmación
cuya pretendida candidez ha desconcertado a buena parte de la profesión. ¿A qué
se dedican pues los nutridos equipos de comunicación de empresas, partidos
políticos, administraciones públicas, clubes deportivos e incluso iglesias y
ONG? ¿Es realmente Podemos la mayor amenaza a la libertad de prensa en
España?¿Qué diferencia este caso de los muchos que suceden cada día, en todas y
cada una de las redacciones, y que nunca han sido merecedores de un comunicado
tan rotundo por parte de la APM?
Como diría el
gendarme de la película Casablanca: " ¡Estoy escandalizado! ¡He descubierto
que aquí se juega!".
Presiones
"totalmente incompatible(s) con el sistema democrático", si me lo
permiten, son las que sufren los periodistas que se
juegan la vida cada día por ejercer el derecho a la información en países sin
libertades, pseudo-democracias y estados fallidos.
En una
democracia occidental con un sistema de libertades robusto (aunque siempre muy
mejorable), cuesta imaginar qué tipo de presiones puede recibir un periodista
como para pedir amparo a la APM. Y si son tan graves, y además están tan
documentadas, quizás los periodistas acosados deberían acudir también a un
juzgado.
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