jueves, 30 de abril de 2015

LA MEDIOCRIDAD REINANTE

LA MEDIOCRIDAD REINANTE

Por Eduardo Sanguinetti
 Es evidente que los pueblos se niegan a modificar las reglas de juego de este sistema de castas donde los ricachones manipulan a gobernantes del planeta. ¿Qué ocurre? ¿Tienen temor a la represalia de estas lacras?, ¿les agrada la esclavitud a la que están sometidos?, ¿aceptan al dios dinero como deidad suprema?

Nada por encima de nuestra libertad, nada por encima de la verdad que debe imponerse a cualquier costo. Basta de farsa, basta de elecciones fraguadas en los hornos de las redacciones de los medios, basta de exclusión promocionando a cobardes, mezquinos, parásitos, incapaces, bocones…

La libertad se eleva por encima de todos los pactos celebrados en secreto, a espaldas del pueblo por presidentes traidores, estafadores, mentirosos, en desmedro de nuestra autonomía. Aun a riesgo de nuestras vidas, debemos elevarnos más allá del común denominador del yo y ser libres; el resto para cobardes, no hay espacio para tibios, ¡ya no!

Un ejemplo, que creo sintetiza mi pensar acerca de que todo lo que deba ser hecho se hará: ¿Quién hubiera pensado o intentado soñar que un tal Miguel del Sel se convierta en gobernador de la provincia de Santa Fe, Argentina?

Y bien, parece que lo será; sí, estimados lectores y lectoras, un perfecto Don Nadie fue votado por los habitantes de la “vanguardista” provincia de Santa Fe, tierra de Carlitos Monzón, Alberto Olmedo, el “Negro” Fontanarrosa, Eduardo Gudiño Kieffer y tantos talentos. ¿Adónde iremos a parar, argentinos, con estos candidatos y con el pueblo que los ha votado?

Parece broma, pero no; no sé si felicitar al pueblo santafecino o darle mi más sentido pésame… Y anuncio desde esta columna, que dentro de un tiempo, no lejano, Marcelo Tinelli puede sin lugar a dudas ser un candidato a la primera magistratura de la Argentina.

Basta todo un aparato de publicidad montado, apuntalado por las corporaciones económico mediáticas, para que estos casuales Don Nadie lleguen a puestos en el pasado considerados de trascendencia… y remitirse a ser un Selfie o una gigantografía al borde de alguna autopista, mostrando sus sonrientes y espantosos rostros, con frase asimilada, breve, vacua y un tanto estúpida, como: “pienso en tu futuro”, “puedo y quiero”, para desatar el clamor de un pueblo que los votará; no tienen idea por qué, pero no tienen dudas de que ven coronada su mediocridad en estos “mononeuronales” con fecha de vencimiento.

Un producto conformado por personajes sin trayectoria, sin discurso, sin memoria de lo que fue y sigue siendo: una Suramérica balcanizada; y no hay historia como la que soportamos, que no se modifique, a lo largo del acontecer de la civilización, que no llegue a un genocidio, ante este estado de cosas. Sutilmente ya estamos instalados en él.

Aún mantengo algún ideal y un par de ideas peregrinas que insisten en seguir permaneciendo en mí; no puedo ir contra mis limitaciones.

Solo el “derecho colectivo a soñar” puede equipararse en importancia con los derechos humanos en su concepción más amplia: económicos, sociales, culturales y de la persona.

El derecho a soñar es sinónimo de búsqueda de alternativas, en una construcción social cotidiana o en la elaboración de conceptos y teorías que promueven el bien común. Una apuesta a comprender de otra manera el planeta, la solidaridad internacional y las múltiples y variadas relaciones entre los seres humanos.

Espero que este “derecho colectivo a soñar” sea asimilado por todos los habitantes del planeta, sobre todo los que pretenden administrar los estados, tan mezquinos, ávidos, desenfocados, incapaces y sobre todo viviendo en una pesadilla que proyectan en sus actos de gobierno, divorciados de las realidades de los pueblos.

La esclavitud, sutilmente, suavemente, cruelmente, se está instalando en este planeta. Nunca dejó de estar presente, pero bajo simulaciones de inútiles democracias. El desparpajo tomó perfiles atroces…

Bien, ¿qué hacemos?

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