LA MEDIOCRIDAD REINANTE
Por
Eduardo Sanguinetti
Es evidente que
los pueblos se niegan a modificar las reglas de juego de este sistema de castas
donde los ricachones manipulan a gobernantes del planeta. ¿Qué ocurre? ¿Tienen
temor a la represalia de estas lacras?, ¿les agrada la esclavitud a la que están
sometidos?, ¿aceptan al dios dinero como deidad suprema?
Nada por encima
de nuestra libertad, nada por encima de la verdad que debe imponerse a
cualquier costo. Basta de farsa, basta de elecciones fraguadas en los hornos de
las redacciones de los medios, basta de exclusión promocionando a cobardes,
mezquinos, parásitos, incapaces, bocones…
La libertad se
eleva por encima de todos los pactos celebrados en secreto, a espaldas del
pueblo por presidentes traidores, estafadores, mentirosos, en desmedro de nuestra
autonomía. Aun a riesgo de nuestras vidas, debemos elevarnos más allá del común
denominador del yo y ser libres; el resto para cobardes, no hay espacio para
tibios, ¡ya no!
Un ejemplo, que
creo sintetiza mi pensar acerca de que todo lo que deba ser hecho se hará:
¿Quién hubiera pensado o intentado soñar que un tal Miguel del Sel se convierta
en gobernador de la provincia de Santa Fe, Argentina?
Y bien, parece
que lo será; sí, estimados lectores y lectoras, un perfecto Don Nadie fue
votado por los habitantes de la “vanguardista” provincia de Santa Fe, tierra de
Carlitos Monzón, Alberto Olmedo, el “Negro” Fontanarrosa, Eduardo Gudiño
Kieffer y tantos talentos. ¿Adónde iremos a parar, argentinos, con estos
candidatos y con el pueblo que los ha votado?
Parece broma,
pero no; no sé si felicitar al pueblo santafecino o darle mi más sentido
pésame… Y anuncio desde esta columna, que dentro de un tiempo, no lejano,
Marcelo Tinelli puede sin lugar a dudas ser un candidato a la primera
magistratura de la Argentina.
Basta todo un
aparato de publicidad montado, apuntalado por las corporaciones económico
mediáticas, para que estos casuales Don Nadie lleguen a puestos en el pasado
considerados de trascendencia… y remitirse a ser un Selfie o una gigantografía
al borde de alguna autopista, mostrando sus sonrientes y espantosos rostros,
con frase asimilada, breve, vacua y un tanto estúpida, como: “pienso en tu
futuro”, “puedo y quiero”, para desatar el clamor de un pueblo que los votará;
no tienen idea por qué, pero no tienen dudas de que ven coronada su mediocridad
en estos “mononeuronales” con fecha de vencimiento.
Un producto
conformado por personajes sin trayectoria, sin discurso, sin memoria de lo que
fue y sigue siendo: una Suramérica balcanizada; y no hay historia como la que
soportamos, que no se modifique, a lo largo del acontecer de la civilización,
que no llegue a un genocidio, ante este estado de cosas. Sutilmente ya estamos
instalados en él.
Aún mantengo
algún ideal y un par de ideas peregrinas que insisten en seguir permaneciendo
en mí; no puedo ir contra mis limitaciones.
Solo el
“derecho colectivo a soñar” puede equipararse en importancia con los derechos
humanos en su concepción más amplia: económicos, sociales, culturales y de la
persona.
El derecho a soñar
es sinónimo de búsqueda de alternativas, en una construcción social cotidiana o
en la elaboración de conceptos y teorías que promueven el bien común. Una
apuesta a comprender de otra manera el planeta, la solidaridad internacional y
las múltiples y variadas relaciones entre los seres humanos.
Espero que este
“derecho colectivo a soñar” sea asimilado por todos los habitantes del planeta,
sobre todo los que pretenden administrar los estados, tan mezquinos, ávidos,
desenfocados, incapaces y sobre todo viviendo en una pesadilla que proyectan en
sus actos de gobierno, divorciados de las realidades de los pueblos.
La esclavitud,
sutilmente, suavemente, cruelmente, se está instalando en este planeta. Nunca
dejó de estar presente, pero bajo simulaciones de inútiles democracias. El
desparpajo tomó perfiles atroces…
Bien, ¿qué
hacemos?
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