MEDITAR CON HUELLAS
POR EDUARDO SANGUINETTI
Medito y manifiesto de
inmediato, con espontaneidad suma: Como el enigma del oráculo, el metalenguaje
en este milenio de las grandes muertes colapsa aquello que sugiere, disuelve lo
que toca, no responde a la razón y a la mesura, sino a la locura y la agonía en
la que se debate una humanidad que elimina ideas e ideales y a los hombres y
mujeres que se autodeterminan por y para sí, sin la rigidez de límite, ni la
urgencia de una ruptura.
El
hombre que tal vez puede hacernos vivir una historia consagrada en naturalidad
y espontaneidad, en un lazo común fundacional, deviene en material
psicobiodegradable.
Estamos
instalados en un orden natural desde el origen; nuestra especie abandonó ese
orden, que la naturaleza lo asimila a su ser, sin planteos de ningún tipo, solo
“es”.
El
hombre ha creado dioses por temor, desidia, soberbia o simplemente por sentirse
mínimo y pequeño ante toda la desmesura del cosmos integral.
Esos
dioses no han acudido en nuestra ayuda, sólo fetiches y supersticiones, que
devienen en confrontaciones de todo tipo, en cuanto y tanto, los “libros
sagrados” entregados en manos de un “iluminado” por dios o la divinidad, que
bajó, subió o simplemente se materializó en un instante, para dejar en claro su
omnipotencia, omnipresencia, en fin, dejar muy bien explicitado que es el
“todo”.
Anteponiéndose
a esta divinidad, se instala la figura del demonio, Satán, Mefistófeles,
encarnados en los sueños de grandes inquisidores… y si nos abandonamos a una
existencia acorde con el Orden Natural, posiblemente conseguiremos una armonía
puntual, necesaria para la felicidad y la paz, que una humanidad sin
ambiciones, avidez, pacatería, moralinas, solo dejándose ser y estar, sin prisa
alguna por intentar llegar ¿adónde?, de todos modos moriremos… Una humanidad
que tenga por norma relacionarse en amor, un “loco” amor a todo lo que “es”, al
margen de todo tipo de competencia y comparaciones estériles.
Para
conseguir esa armonía hay que abstenerse de entorpecerla con reglamentaciones
arbitrarias. Hay que dar libertad de actuación a los hombres, cuya naturaleza
les impulsó a ese orden natural -idea precursora de Friederich Nietzsche:
“Hemos descubierto la dicha, sabemos el sendero que conduce a ella, hemos
encontrado la salida en el inicio de millares de laberínticos años. ¿Quién otro
lo hubiera hallado sino el hombre dispuesto a todo por alcanzar la potencia de
ser…?”.
Y
recordar que en la naturaleza no existe la propiedad privada, origen de
guerras, asesinatos y genocidios. La norma y el milagro no debiera ser
“materializar”. Se preguntarán sobre la autoridad, bien, impone criterio quien
es idóneo y ostenta la capacidad para ejercerla, es decir el sistema de cada
pequeña comunidad, pues se trata de la creación de comunidades
autodeterminantes y auto-replicantes, debe ser colegiado… las grandes urbes son
enemigas de la naturaleza, no se puede hablar de ecología ni de cuidado del
medio ambiente con ciudades de millones de habitantes hacinados: es un
sarcasmo.
Todavía
nos es posible a los seres humanos tomar las decisiones correctas. Necesitamos
un cambio espectacular, tanto en la política como en la ideología, porque hay
una diferencia fundamental entre lo que los científicos nos dicen que tenemos
que hacer y nuestra actual realidad política. No podemos cambiar la realidad
física, así que tenemos que cambiar la realidad política.
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