¿HASTA DÓNDE SE ATREVERÁ OBAMA CONTRA MADURO Y VENEZUELA?
POR MODESTO EMILIO GUERRERO
El actual
escalamiento del gobierno de EEUU contra Venezuela y el proceso bolivariano,
tiene precedentes que obligan a preocuparse, pero al mismo aparece en un contexto
que debe ser considerado para no ser víctimas de golpes de efecto y falsas
impresiones. Una cosa es lo que el enemigo desea, otra lo que puede. La
decisión […]
El actual
escalamiento del gobierno de EEUU contra Venezuela y el proceso bolivariano,
tiene precedentes que obligan a preocuparse, pero al mismo aparece en un
contexto que debe ser considerado para no ser víctimas de golpes de efecto y
falsas impresiones.
Una cosa es lo
que el enemigo desea, otra lo que puede. La decisión ejecutiva de Obama contra
siente funcionarios venezolanos y la declaración de Venezuela como “una
amenaza” para ellos, obliga a incluir en la agenda bilateral la posibilidad de
acciones armadas. Pero esa sola decisión no significa que vayan a ser
inmediatas, inminentes o inexorables.
En el medio
actúan demasiados factores internaacionales y nacionales y consideraciones que
los jefes del imperialismo deberán considerar.
Eso es lo que
depende de ellos, los enemigos. El resto dependerá de la actual dirección
política del gobierno venezolano y sus movimientos. Lo que haga como lo que no
haga y lo que haga mal, será tan decisivo, para la defensa, como lo que intenta
Obama y los suyos.
En esa medida, equivocarse en la definición de
la dinámica de los hechos y las posturas, como errar en las consecuencias de lo
que se declare desde el gobierno, es fundamental.
Una práctica de
medio siglo
En nueve (9)
oportunidades del último medio siglo, el gobierno del imperio estadounidense ha
utilizado contra otros gobiernos la Decisión Ejecutiva que está utilizado desde
ayer contra el gobierno de Maduro.
En 1950, la
aplicó a Corea, en medio de la primera crisis seria de la postguerra tras el
triunfo de la gigante Revolución China y su inmediata extensión hacia el norte
y el sur de Asia, y una vez en Europa (contra Yugoslavia), aunque pudieron ser
tres más si los PC de Italia, Francia y Grecia no hubieran colaborado en la
“normalización” de esos tres países convulsionados por movimientos
revolucionarios.
Luego aplicó la
misma medida contra Cuba en 1963, República Dominicana (1965) siguió en Irán
(1979), Nicaragua (1982), Irak (1990 y 2003), y contra la ex Yugoslavia en 1991
y 1998.
Este tipo de
medida jurídica es una mediación obligada por el nuevo sistema mundial de
Estados nacidos con la ONU en 1948. Antes no era necesaria. Actuaba sin
mediaciones o bajo denominaciones distintas. Así lo hizo desde 1902, en unos 43
escenarios de conflicto con gobiernos y regímenes de izquierda, nacionalistas,
“no amigos” o díscolos aun siendo de derecha.
En cinco
oportunidades la medida se dirigió a detener o derrotar revoluciones o procesos
revolucionarios, en el resto de los casos a frenar o controlar conflictos que
se le escaparon al Consejo de Seguridad de la ONU.
Esta vez, en
Venezuela, el objetivo sería por:
a) Escalar la
disputa de Estado por zonas y organismos (ALBA, PetroCaribe, participación en
Mercosur, UNASUR, CELAC, BANSUR),
b) Tensionar
musculatura de medios y diplomacia contra Venezuela,
c) Poner a
prueba a gobiernos amigos de Venezuela en A. Latina,
d) Tentar
reacciones internas de dos tipos: UNAS, de sus aliados internos, para probar la
capacidad de acción violenta de los grupos juveniles organizados, y de los
paramilitares de Uribe. OTRAS: probar a la UNASUR, CELAC, Mercosur, incluso al
ALBA y PetroCaribe.
Una agresión
física o militar no es lo más inminente, aunque se abra esa opción en la
agenda. No en el actual contexto internacional, sobre todo latinoamericano: son
malos, no pelotudos: sería poner en riesgo lo que vienen construyendo como
alianzas anti ALBA y anti Venezuela en varios países del arco progresista. Ya
lograron avanzar bastante en acercar a Uruguay, Perú, Ecuador y Argentina en
menor medida, a la Alianza del Pacífico, no veo racionalidad en arriesgar eso.
Serán decisivas las contestaciones de Brasil, Argentina y Colombia.
En el Pentágono
aprendieron que cuando gobiernos de izquierda o nacionalistas ingresaron en
situaciones decisivas como la de Venezuela, no todos los gobernantes responden
igual. Nadie sabe hoy por dónde saltará la liebre dentro de Miraflores, en las
FANB y en el PSUV.
Basta recordar
que en abril de 2002, más de la mitad de la dirección del MVR y una parte del
Ejecutivo en Miraflres, capitularon, huyeron; que una parte del Estado Mayor se
pasó al golpe, y que personajes clave del chavismo dudaron o vacilaron entre el
9 de abril y el 13. Muchos se reacomodaron cuando vieron la insurrección
revolucionaria del pueblo demoliendo al golpe en las calles, cuarteles y
palacios.
Un sector
minoritario del gobierno y la mayoría de UNASUR presionan por un pacto de nueva
gobernabilidad. Las presiones de Obama empujarán en el mismo sentido antes de
una opción militar.
Maduro y
Diosdado, los principales referentes de las gobernabilidad, han dado una rápida
y correcta respuesta. Pero Diosdado Cabello se equivoca al asegurar que “vienen
acciones militares”, como si fueran inevitables.
Declarar tamaña
cosa así, sin contexto, dinámica ni conclusiones prácticas, desorienta al
movimiento. Sobre todo, porque su conclusión práctica no es la organización
general inmediata de la defensa en el movimiento bolivariano, como enseñaron
revoluciones trinfantes como la cubana.
Esa sería la
forma concreta y consecuente de darle continuidad a las correctas acciones de
calle del pasado sábado 6 de marzo en Caracas.
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