La vida de Antonio García García ha transitado por los principales acontecimientos que han cicatrizado la historia última del hombre. Sufrió directamente las consecuencias de
"Cuando acabó la guerra había tantos presos en los salones de Fyffes que se nombró a un juez especial para que se encargara de resolver aquella caótica situación. A las personas mayores que estaban presos por orden gubernativa las dejaron en libertad y a los jóvenes nos mandaron al campo de concentración de Rota, en Cádiz. En ese campo, donde habíamos unos nueve mil prisioneros de guerra, pasé varios meses. No faltaba tiempo para jugar al fútbol en aquel lugar. Los prisioneros de las distintas armas formaban sus equipos. Los de la marina tenían un equipo de fútbol que le llamaban Flota Republicana; claro está que ese nombre era un secreto a voces. De Rota nos mandaron a Marruecos donde estuve un año abriendo carreteras y fortificaciones subterráneas, en la frontera con el Marruecos francés. Según los periódicos de entonces España estaba reclamando parte del territorio que estaba bajo el dominio francés. Después nos mandaron a un lugar que le decían Aulef donde nos dedicamos a reconstruir un campamento que la República había desmontado porque era muy costoso de mantener. En aquel campamento conocimos a un teniente que era sobrino del general Monasterio y nos dijo que estaban pidiendo voluntarios para trabajar en las minas de Asturias. Entre los voluntarios estábamos ocho canarios. De Marruecos a Burgos, al campo de concentración de Miranda del Ebro donde se hacinaban más de diez mil prisioneros, entre ellos franceses, judíos y gitanos que venían huyendo de los nazis alemanes. Los responsables de las minas asturianas rechazaron al batallón de trabajadores porque no querían personal militarizado. Como no pudimos trabajar en las minas nos aprovecharon para trabajar en una nueva vía de tren que se estaba construyendo desde Miranda del Ebro hasta Irún. En esa faena aprendí a palear de verdad con los compañeros asturianos prisioneros. En junio de 1940 me dieron la libertad y una lata de sardina y un chusco de pan para llegar hasta mi casa".
Al regresar a la isla tras su itinerario por diferentes prisiones a Antonio García no le dan tiempo para pensar en su futuro. En Tenerife se encuentra con la desagradable sorpresa de su inmediata presentación en la caja de alistamiento. Mientras cumplía cuatro años prisión, sin cargo alguno, la maquinaria burocrática le había dado por prófugo.
"Nada más presentarme a la caja de reclutas me enviaron rápidamente al campamento de Hoya Fría. Instrucción y trabajo en la costa, en la zona de los Moriscos donde se estaban construyendo emplazamientos de baterías puesto que se temía algún desembarco o algo por estilo. De allí me pasaron al regimiento de infantería San Carlos. Nada más llegar al nuevo destino lo primero que me dicen: Usted no puede ascender, ni tener destino ni disfrutar permisos... Una vez me mandaron a las prácticas de tiro con una ametralladora francesa y me felicitaron por
Nada más terminar
"En Paso Alto tenía una pequeña habitación con una mesita y una estantería de libros. No se sabía cómo podía acabar la guerra europea. En una de las paredes había colocado un mapa donde iban marcando con banderitas el avance de las tropas rusas. Un teniente de aviación que estaba arrestado allí cogió confianza conmigo y me dijo: No te creas que los rusos van están avanzando, los alemanes son muy listos y van retrocediendo para dar la vuelta al mundo y cogerlos por detrás... El teniente asturiano estaba basilando. Por allí conocí a varios sargentos y tenientes coroneles que entraban arrestados por diversas causas. El que más me llamó la atención fue el nuevo capitán que se puso al frente de Paso Alto. Era un anciano respetable que le tenía auténtica alergia a los uniformes militares. Se pasaba todo el tiempo vestido de paisano en el Club Náutico de donde me llamaba para que le llevara los partes y
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