NO, ESTO NO ES LIBERTAD DE EXPRESIÓN
Sobre
Zuckerberg, la moderación en redes sociales y el trumpismo
SIMONA LEVI 8
Donald Trump y Mark Zuckerberg,
durante una reunión en la Casa Blanca, el 19 de septiembre de 2019. / Joiyce N. Boghosian (La Casa Blanca)
En
estos días, en un vídeo en el
que anuncia la eliminación del fact-checking y de la moderación de los
comentarios en sus plataformas Facebook e Instagram, adoptando el modelo de
X/Twitter de Musk, Mark Zuckerberg, CEO de Meta (Facebook, Instagram, WhatsApp,
Messenger Live y Threads), dijo algo como esto:
“Trabajaremos con el presidente Trump para defender a las empresas estadounidenses de los ataques de los gobiernos en el mundo, que quieren obligarlas a censurar más. Europa aumenta sus leyes que buscan institucionalizar la censura y que frenan la innovación. (...). Solo con el apoyo del gobierno estadounidense podemos detener esto. El gobierno anterior lo hizo todo más difícil y fomentó también la censura. Sus acciones han perjudicado a las empresas estadounidenses y envalentonado a otros gobiernos a ir incluso más lejos. Pero ahora podemos reinstaurar la libertad de expresión, y estoy emocionado por esta oportunidad”.
Estas
palabras no son solo una genuflexión de Zuckerberg ante el nuevo presidente
Trump, una especie de reverencia para ganar los favores que Elon Musk está
acaparando. Son más relevantes de lo que pueden parecer, aunque, seguramente, a
Zuckerberg no le habrá costado un gran esfuerzo.
El
derecho a la libertad de expresión significa que ahora esos poderosos no pueden
eliminar la posibilidad de que otros expresen su opinión
Estas
declaraciones deben enmarcarse en una ofensiva mayor que incluye el apoyo
público y económico de Musk a partidos neonazis europeos, como ocurrió en
Alemania, o a sus ataques al gobierno del Reino Unido, con una táctica similar
a la que QAnon usó en la campaña contra Hillary Clinton, cuando algunas cuentas
comenzaron a alertar en Twitter de que miembros del Partido Demócrata
practicaban la pedofilia.
Se
trata de una ofensiva ideológica que utiliza como bandera una libertad de
expresión que no es tal.
Antes
de continuar, quiero dejar claro, como defiendo en mi libro #FakeYou, fake news y desinformación,
que esta campaña se basa en algo cierto: que la moderación propugnada por los
gobiernos europeos es errónea y rápidamente cooptada como un instrumento
partidista en manos de nuestros poderosos, con igual afán de control que los
del otro lado del Atlántico. No vengo a defender a los gobiernos de
Europa.
Pero
llegados a este punto, es necesario recordar qué es la libertad de
expresión.
Nunca
se ha querido generar una alternativa europea en la que los derechos de todos
sean incluso un modelo económico de digitalización
Los
derechos –todos los derechos– nacen como privilegios –es decir, algo que solo
podían disfrutar los poderosos– que se transforman, gracias a la lucha, en algo
accesible para todo el mundo. Por ejemplo, la libertad de expresión siempre fue
patrimonio de los poderosos, nadie se la otorgó. El derecho a la libertad de
expresión significa –o debería significar– que ahora esos poderosos no pueden
eliminar la posibilidad de que otros expresen su opinión. Lo que está haciendo
la propaganda trumpista, y el cuñadismo ultraconservador en general, es afirmar
que limitar su prepotencia recorta sus derechos. Lo cual, según cómo se mire,
es cierto. Esa es precisamente la función de los derechos conquistados:
establecer reglas para que tu libertad no elimine la libertad de los demás. Es
decir, que quienes tienen el poder de expresarse con todos los medios a su
disposición –ya sea un presidente, un multimillonario o el hombre más rico del
mundo– no puedan silenciar otras opiniones con menos altavoces.
Por
eso, no nos confundamos: ellos están defendiendo únicamente su libertad de
expresión, la del más fuerte. Eliminar la verificación diciendo que se defiende
la libertad de expresión es, en realidad, una falacia. En su discurso,
Zuckerberg no menciona eliminar los algoritmos que priorizan contenidos, de
hecho los reafirma en un momento del vídeo. Dice que la gente “ahora quiere ver
más política” y él se la dará. Seguirá estando prohibido mostrar los pezones de
las mujeres, y solo los de las mujeres, en Instagram, porque quien decide lo
que es “normalidad” es el propietario de este ágora digital. De ahí la defensa
de las empresas tecnológicas estadounidenses que, en realidad, en este caso es
también la defensa de la supremacía de las opiniones políticas de sus
propietarios.
La
lucha contra la desinformación que se está llevando a cabo en Europa debería
enfocarse en la verificación y en la financiación de la información
Como
decía, esta defensa de la libertad de expresión entendida como “todo vale”, tan
propia de las formas ultra agresivas del fanatismo desregulador que está ganando
frente a la mojigatería moralista, igualmente nefasta, encuentra terreno
abonado en Europa porque la política contra la desinformación de la UE es
también antidemocrática. Por dos razones principales:
1
- Los gobiernos europeos han permitido que grandes empresas (como Twitter y
Facebook) formen parte de consejos asesores y diseñen las políticas europeas.
Nunca se ha querido, en términos generales, generar una alternativa europea en
la que los derechos de todos, y no solo la libertad de unos pocos, sean incluso
un modelo económico de digitalización1.
2
- La lucha contra la desinformación que se está llevando a cabo en Europa se
centra en los contenidos, moralizando la libertad de expresión, cuando debería
enfocarse en la verificación y en la financiación de la información. Sin
embargo, hay una tercera vía: la defensa de una obligación de verificación a
priori –no a posteriori–, según los parámetros del periodismo; con un
etiquetado neutral y desintermediado como requisito inalienable de lo que
llamamos información, y que esta obligación debe aplicarse no a las personas
sino a las instituciones y a los negocios, las inversiones en viralización
(medios, plataformas, partidos políticos y cualquiera que se gane la vida con
ello).
Si
Europa no corrige su rumbo rápidamente, la ofensiva que llega con mucha fuerza,
tendrá éxito.
Vamos
tarde, pero aún es posible crear una alternativa. La pregunta es si tenemos
políticos capaces de hacerlo. Por eso, como sociedad civil, debemos
organizarnos y no caer en los cantos de sirena de la propaganda de un bando u
otro.
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Más
información en:
1 Simona Levi. ‘Digitalización Democrática.
Soberanía digital para las personas’, Rayo Verde Editorial (2024).
Simona
Levi.'#FakeYou, Fake News y
Desinformación – Gobiernos, partidos políticos, mass media, corporaciones,
grandes fortunas: monopolios de la manipulación informativa y recortes de la
libertad de expresión', Rayo Verde Editorial
(2019).
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