ESPAÑA: ¿50 AÑOS EN LIBERTAD?
El dictador Francisco Franco en
1975 — RTVE
A pesar de haber superado la dictadura franquista, persisten desafíos históricos, educativos, políticos y sociales que impiden una plena consolidación democrática
El
Gobierno de España planea celebrar los “50 años de España en Libertad”, un
acontecimiento que marca un hito indiscutible en nuestra historia reciente: el
final de la dictadura franquista. No cabe duda de que España quedó libre de un
régimen autoritario que durante décadas asfixió derechos y libertades
fundamentales. Sin embargo, aunque el país se haya librado de su dictador, no
se ha librado del todo de su legado. Persisten desafíos que debemos afrontar
para construir una democracia plena y madura. Antes de celebrar, hay mucho que
hacer. La auténtica celebración debe venir después, cuando completemos las
tareas pendientes.
Una democracia cuestionada entre los jóvenes
El apoyo a la democracia en España, por ejemplo, se tambalea entre las generaciones más jóvenes. Según una encuesta de 40dB. para El País y la SER (2 de septiembre de 2024), uno de cada cuatro jóvenes varones de la generación Z (25,9%) considera que, en ciertas circunstancias, un régimen autoritario es preferible a la democracia. Entre los millennials, este porcentaje es del 22,9%. Los datos son aún más alarmantes entre los votantes de formaciones ultraderechistas: un 24% de los votantes de Vox y un 21,3% del nuevo partido “Se acabó la Fiesta” estarían dispuestos a aceptar un régimen autoritario.
Estos
números revelan una preocupante erosión de los valores democráticos en una
parte significativa de la ciudadanía, fruto, en parte, de un sistema educativo
que ignora la memoria histórica. Tal y como señalan profesores de Historia
entrevistados por Infobae, las lagunas en los currículos escolares sobre la
Guerra Civil, el franquismo y la Transición perpetúan la desinformación y
alimentan la indiferencia hacia las conquistas democráticas.
Franquismo en las instituciones: impunidad y
apología
El
franquismo no solo persiste como una sombra en la mentalidad de algunos
ciudadanos, sino también en las instituciones. Más de 6.000 símbolos
franquistas aún decoran espacios públicos y privados en España, según el mapa
elaborado por la Fundación Jesús Pereda en deberíadesaparecer.com. Monumentos
como el Arco de la Victoria, en Madrid, siguen erigiéndose como recordatorios
físicos de un régimen autoritario y represivo, a pesar de las obligaciones
legales impuestas por la Ley de Memoria Democrática de 2022.
La
justicia española tampoco ha abordado con firmeza los crímenes del franquismo.
La Ley de Amnistía de 1977 sigue siendo un obstáculo para juzgar los delitos de
lesa humanidad cometidos durante la dictadura. Casos como el de policías
torturadores del franquismo, entre ellos el conocido José Manuel Villarejo, son
archivados por la prescripción de los delitos, como ocurrió recientemente según
la doctrina del Tribunal Constitucional. Mientras esta impunidad siga presente,
la democracia española no será completa.
El
blanqueamiento del franquismo no solo está presente en los tribunales, sino
también en la vida pública. Un ejemplo reciente de esta actitud es la rotura de
la fotografía de Aurora Picornell, histórica militante antifascista, a manos
del presidente del Parlament balear de Vox. Este gesto, cargado de simbolismo,
no solo constituye un ataque a la memoria democrática, sino también una afrenta
a los valores que sustentan una sociedad libre y plural. Este tipo de acciones,
toleradas en algunos sectores políticos como en el Partido Popular o Vox,
refuerzan la impunidad del franquismo y su apología.
Incluso
en el Congreso de los Diputados, la apología del franquismo no solo no está
prohibida, sino que se permite abiertamente. En 2024, el diputado de Vox Manuel
Mariscal calificó los años de la dictadura como “una etapa de reconstrucción,
progreso y reconciliación”, un mensaje que normaliza un régimen que violó sistemáticamente
los derechos humanos. Este tipo de discursos, amplificados por redes sociales y
medios afines, contribuyen a blanquear el pasado y a trivializar la importancia
de la democracia.
La memoria olvidada
La
memoria histórica sigue siendo un asunto pendiente en España. Las cifras son
elocuentes: miles de víctimas del franquismo siguen en fosas comunes, sin
identificar. El 20 de noviembre de 2024, al menos 12 ciudades españolas
celebraron misas en honor a Francisco Franco, según los datos recopilados por
medios locales. Este tipo de conmemoraciones, toleradas por las autoridades,
son incompatibles con un país que aspire a una democracia madura.
El
Congreso de los Diputados tampoco ha cumplido con un gesto simbólicamente
necesario: condenar la dictadura de Franco y reconocer la Segunda República
como el primer periodo democrático de España. Hasta que este paso no se dé, la
historia oficial del país seguirá siendo parcial y fragmentaria.
Una celebración prematura
Es
innegable que España quedó libre del dictador y que la democracia ha avanzado
significativamente en las últimas cinco décadas. Sin embargo, la celebración
plena de esa libertad no puede darse mientras persistan tantos pendientes
históricos, educativos y sociales. La democracia española sigue siendo un
proyecto incompleto, atrapado entre su presente democrático y un pasado
autoritario que no se ha enfrentado con la profundidad necesaria.
La
celebración será legítima solo cuando:
Los
crímenes del franquismo y de la Transición sean juzgados.
La
apología del franquismo sea prohibida en todas las instituciones.
Se
eliminen los símbolos franquistas de los espacios públicos, incluido el Arco de
la Victoria.
Se cumpla
plenamente la Ley de Memoria Democrática, garantizando la identificación de
todas las víctimas del franquismo.
El
sistema educativo enseñe la Guerra Civil, la dictadura y la Transición en todas
las aulas.
El
Congreso condene formalmente la dictadura de Francisco Franco y reconozca la
Segunda República como nuestro primer periodo democrático.
La
verdadera celebración no es un hito estático que podamos proclamar sin más. Es
un proceso que requiere cumplir con estas tareas y garantizar que los valores
democráticos y la memoria histórica se consoliden. Entonces, y solo entonces,
España podrá decir que es un país verdaderamente libre y plenamente
democrático. La celebración viene después
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