viernes, 10 de enero de 2025

ESPAÑA: ¿50 AÑOS EN LIBERTAD?

LUCÍA PARRO PANTOJA 

 

El dictador Francisco Franco en 1975 — RTVE

A pesar de haber superado la dictadura franquista, persisten desafíos históricos, educativos, políticos y sociales que impiden una plena consolidación democrática

El Gobierno de España planea celebrar los “50 años de España en Libertad”, un acontecimiento que marca un hito indiscutible en nuestra historia reciente: el final de la dictadura franquista. No cabe duda de que España quedó libre de un régimen autoritario que durante décadas asfixió derechos y libertades fundamentales. Sin embargo, aunque el país se haya librado de su dictador, no se ha librado del todo de su legado. Persisten desafíos que debemos afrontar para construir una democracia plena y madura. Antes de celebrar, hay mucho que hacer. La auténtica celebración debe venir después, cuando completemos las tareas pendientes.

Una democracia cuestionada entre los jóvenes

El apoyo a la democracia en España, por ejemplo, se tambalea entre las generaciones más jóvenes. Según una encuesta de 40dB. para El País y la SER (2 de septiembre de 2024), uno de cada cuatro jóvenes varones de la generación Z (25,9%) considera que, en ciertas circunstancias, un régimen autoritario es preferible a la democracia. Entre los millennials, este porcentaje es del 22,9%. Los datos son aún más alarmantes entre los votantes de formaciones ultraderechistas: un 24% de los votantes de Vox y un 21,3% del nuevo partido “Se acabó la Fiesta” estarían dispuestos a aceptar un régimen autoritario.

Estos números revelan una preocupante erosión de los valores democráticos en una parte significativa de la ciudadanía, fruto, en parte, de un sistema educativo que ignora la memoria histórica. Tal y como señalan profesores de Historia entrevistados por Infobae, las lagunas en los currículos escolares sobre la Guerra Civil, el franquismo y la Transición perpetúan la desinformación y alimentan la indiferencia hacia las conquistas democráticas.

Franquismo en las instituciones: impunidad y apología

El franquismo no solo persiste como una sombra en la mentalidad de algunos ciudadanos, sino también en las instituciones. Más de 6.000 símbolos franquistas aún decoran espacios públicos y privados en España, según el mapa elaborado por la Fundación Jesús Pereda en deberíadesaparecer.com. Monumentos como el Arco de la Victoria, en Madrid, siguen erigiéndose como recordatorios físicos de un régimen autoritario y represivo, a pesar de las obligaciones legales impuestas por la Ley de Memoria Democrática de 2022.

La justicia española tampoco ha abordado con firmeza los crímenes del franquismo. La Ley de Amnistía de 1977 sigue siendo un obstáculo para juzgar los delitos de lesa humanidad cometidos durante la dictadura. Casos como el de policías torturadores del franquismo, entre ellos el conocido José Manuel Villarejo, son archivados por la prescripción de los delitos, como ocurrió recientemente según la doctrina del Tribunal Constitucional. Mientras esta impunidad siga presente, la democracia española no será completa.

El blanqueamiento del franquismo no solo está presente en los tribunales, sino también en la vida pública. Un ejemplo reciente de esta actitud es la rotura de la fotografía de Aurora Picornell, histórica militante antifascista, a manos del presidente del Parlament balear de Vox. Este gesto, cargado de simbolismo, no solo constituye un ataque a la memoria democrática, sino también una afrenta a los valores que sustentan una sociedad libre y plural. Este tipo de acciones, toleradas en algunos sectores políticos como en el Partido Popular o Vox, refuerzan la impunidad del franquismo y su apología.

Incluso en el Congreso de los Diputados, la apología del franquismo no solo no está prohibida, sino que se permite abiertamente. En 2024, el diputado de Vox Manuel Mariscal calificó los años de la dictadura como “una etapa de reconstrucción, progreso y reconciliación”, un mensaje que normaliza un régimen que violó sistemáticamente los derechos humanos. Este tipo de discursos, amplificados por redes sociales y medios afines, contribuyen a blanquear el pasado y a trivializar la importancia de la democracia.

La memoria olvidada

La memoria histórica sigue siendo un asunto pendiente en España. Las cifras son elocuentes: miles de víctimas del franquismo siguen en fosas comunes, sin identificar. El 20 de noviembre de 2024, al menos 12 ciudades españolas celebraron misas en honor a Francisco Franco, según los datos recopilados por medios locales. Este tipo de conmemoraciones, toleradas por las autoridades, son incompatibles con un país que aspire a una democracia madura.

El Congreso de los Diputados tampoco ha cumplido con un gesto simbólicamente necesario: condenar la dictadura de Franco y reconocer la Segunda República como el primer periodo democrático de España. Hasta que este paso no se dé, la historia oficial del país seguirá siendo parcial y fragmentaria.

Una celebración prematura

Es innegable que España quedó libre del dictador y que la democracia ha avanzado significativamente en las últimas cinco décadas. Sin embargo, la celebración plena de esa libertad no puede darse mientras persistan tantos pendientes históricos, educativos y sociales. La democracia española sigue siendo un proyecto incompleto, atrapado entre su presente democrático y un pasado autoritario que no se ha enfrentado con la profundidad necesaria.

La celebración será legítima solo cuando:

Los crímenes del franquismo y de la Transición sean juzgados.

La apología del franquismo sea prohibida en todas las instituciones.

Se eliminen los símbolos franquistas de los espacios públicos, incluido el Arco de la Victoria.

Se cumpla plenamente la Ley de Memoria Democrática, garantizando la identificación de todas las víctimas del franquismo.

El sistema educativo enseñe la Guerra Civil, la dictadura y la Transición en todas las aulas.

El Congreso condene formalmente la dictadura de Francisco Franco y reconozca la Segunda República como nuestro primer periodo democrático.

La verdadera celebración no es un hito estático que podamos proclamar sin más. Es un proceso que requiere cumplir con estas tareas y garantizar que los valores democráticos y la memoria histórica se consoliden. Entonces, y solo entonces, España podrá decir que es un país verdaderamente libre y plenamente democrático. La celebración viene después

 

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