TODO ES LO QUE PARECE EN EL
PODER JUDICIAL
ANA
PARDO DE VERA
Fachada de la Sede del CGPJ.
E.P./Carlos Luján
Lo fácil que resulta desalojar a la gente de sus casas por impago de unos cientos de euros, tenga o no donde caerse muerta; sean o no asociaciones del movimiento okupa que hacen uso de propiedades deshabitadas, y lo difícil que es echar de su sueldo de decenas de miles de euros y su poltrona a los integrantes del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ).
Este lunes se cumplen los cinco años de okupación judicial, y no quiero con este término ofender al movimiento de ese nombre, cuyo activismo y denuncia me parecen razonables en varios puntos. Este activismo anticonstitucional, ya que estamos, jaleado por el Partido Popular que nombró a la insurgencia togada, ha sido el centro de la conversación entre el ministro de Presidencia y Justicia y los responsables europeos capitaneados por el comisario de Justicia Reynders y la vicepresidenta de la comisión de Valores y Transparencia Jourová. Y no es que lo diga Félix Bolaños, que también, es que hace demasiado tiempo que la Comisión Europea nos saca los colores por no renovar el CGPJ conforme a la mayoría soberana que votamos (o no) usted y yo.
La ley de amnistía
es una cuestión interna de España, nos ha dicho hasta el hartazgo Bruselas
(como hizo con el procés en 2017, por cierto), pero el derecho a la justicia, un
derecho ciudadano prioritario y vulnerado por el PP y su Poder Judicial, son
palabras mayores en la Unión Europea. El desquiciamiento de Feijóo (ahora, pero
antes Casado y aun antes, Rajoy) por gobernar España le ha llevado a fumarse
las advertencias de la Comisión Europea, secuestrar el Poder Judicial y
asimilarlo como su Poder Ejecutivo particular. Este jueves tuvimos dos ejemplos
descarados de la impunidad con la que se mueve un CGPJ ilegítimo y
anticonstitucional, ergo, ilegal: la negativa del Poder Judicial a reconocer
como apto al fiscal general propuesto por el Gobierno, Álvaro García, y la del
Tribunal Supremo al anular el nombramiento de Magdalena Valerio, exministra de
Trabajo del PSOE, como presidenta del Consejo de Estado.
Es curioso que
García le pareciera un buen nombramiento a ese mismito CGPJ okupa hace solo un
año, cuando ascendió para sustituir a Dolores Delgado, a la que también ha
vetado el Supremo como fiscal de Sala. Entonces, el Poder Judicial emitió un
informe favorable a García, que aunque no es vinculante, ha llegado al mismo
tiempo que la ofensiva del PP para secuestrar todo el poder judicial (con
minúscula) al haber perdido el Poder Ejecutivo y la mayoría de los apoyos en el
Poder Legislativo.
Más que controlar
la Sala de lo Penal por la puerta de atrás colocando a Marchena, su presidente,
de ídem del CGPJ (ahí se jodió el Perú, hace cinco años) para las cosillas de
la corrupción, supongo, ahora Feijóo lo quiere todo. "O nosotros o el
caos", que ya lo dijo Cospedal, la protegida amnésica de García-Castellón.
En este periódico
hemos sido siempre muy críticos con las puertas giratorias, todas, pero aunque
no son casos iguales los de García, Delgado y Valerio y, efectivamente, el
nombramiento de Delgado como fiscal general del Estado inmediatamente después
de cesar como ministra de Justicia y pese a su vinculación con José Manuel
Villarejo, fue un disparate que creo que está pagando. Tampoco Valerio es
jurista, por eso la rechaza el Supremo, aunque seguro que durante su paso por
el Ministerio de Trabajo aprendió más leyes que José Manuel Romay Beccaría,
letrado del Consejo de Estado por oposición franquista (1959), cuya dictadura,
además, le dio varios cargos. Como a su antecesor en la Presidencia del Consejo
de Estado, Íñigo Cavero, un noble muy de Franco.
Romay Beccaría es
eso que se llama un "poder fáctico" en Galicia y fuera de ella, que
manejó resortes del franquismo y de la democracia poniendo y sacando peones de
las instituciones. Hombre agradable, amable y risueño, nadie imaginaría a
primera vista la vara de mando (de mando mucho) que guarda en su despacho: que
Feijóo sea el presidente del PP no es casualidad ni solo responsabilidad de
Rajoy. El presidente del principal partido de la oposición es beccarista puro,
pero sin pulir. Por eso fue Manolo Cruz, el chófer de Romay, entre otros altos
cargos de la Xunta, quien presentó a Marcial Dorado al hoy líder del PP; Cruz
era socio y presunto testaferro del narcotraficante. Murió en un accidente
ciertamente raro.
La competencia de
nombrar al fiscal general del Estado y el presidente del Consejo del ídem es
del Poder Ejecutivo que Feijóo no tiene y no asume. Que el Poder Judicial haga
cinco años de anticonstitucionalidad el lunes 4 de diciembre es de nota antidemocrática
también. El Gobierno debe pactar con Bruselas un sistema que fuerce esta
renovación en proporción al poder soberano del Parlamento para pasar a
emprender la reforma del sistema de elección del CGPJ y terminar con las
puertas giratorias, donde una exministra no puede ser presidenta del Consejo de
Estado y un exministro del PP y exalto cargo del franquismo genocida, sí. Todo
coincide, incluido Marcial Dorado. Otra vez.
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