MISTERIO
José
Rivero Vivas
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Del libro inédito:
LETRAS
DE
REFERENCIA
CANARIA
Distintas Fechas
Obra: E.24 (a.112)
José
Rivero Vivas
Febrero de 2019
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José Rivero Vivas
NOTAS
Julio
de 2013
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Mi relación con El
Toscal siempre ha sido fuerte, en el sentido soñador, por considerar que de
vivir aquí tendría las cosas más a mano y mayor posibilidad de disfrutarlas.
De niño solía escaparme al cine. Venía con Felipe, un chico algo mayor, que hombre ya emigró a Brasil y no volvió. Al ser pequeño, me ponía de pie junto a él, en la guagua, y, al llegar el cobrador, decía:
-Este niño viene
conmigo.
Lo que me salvaba
de pagar el importe.
Mis visitas eran al
Parque Recreativo, por su cercanía y módicos precios. Más tarde incluyeron el
Cine Toscal, Royal Victoria, alguna vez, y luego Teatro San Martín.
Sucesivamente fui transitando el Cine San Sebastián, Cine Moderno, Cine
Avenida, menos; luego me arriesgué hasta Cine La Paz –lástima haber perdido la
Plaza de este nombre-, Cinema Victoria y hasta Teatro Baudet.
Me interesaron
siempre las figuras como Venanceo y otros, excluidos de este orbe, como
aquellos Héroes sin Estatuas… de
Enrique García Ramos.
Por eso, de vuelta hace unos años, al
encontrarme con un Santa Cruz casi desconocido, me surgió la necesidad de crear
sus personajes, de leyenda no oficial, no pertenecientes al anecdotario de la
ciudad, sino de auténtica inventiva, aunque sin expresa alusión a Dubliners, de James Joyce. De modo que,
casi a una, nacieron aquellos cuentos: De honda mesura, De apuros varios, publicados por Editorial Benchomo en un solo
volumen, titulado Cuentos de Aliento
Santacrucero.
Insatisfecho con la
sucinta evocación, mi mente, excitada, corre en pos de Se va, Carmita, cantada por Jorge
Sepúlveda, excelente intérprete de ¡Ay,
Santa Cruz…!
Luego, en plácida modestia, rememoro:
“Andan diciendo,
por la Recova,
que Carmita, la de El Toscal…”
Tuve un amigo,
Enrique Martín, del otro lado de Santa Cruz, viviendo en calle Los Molinos. Nos
conocimos en Bruselas, donde yo trabajaba ambulante en el Mercado, y él
estudiaba, con beca de Bélgica, en Lovaina. Nos reuníamos con Leandro Perdomo,
el escritor de Lanzarote, con quien formábamos peña: Amigos como Rafael y
Bárbara, Anita y Carlos, y otras personas, de honda estima, cuyos nombres no
alcanzo a precisar. Enrique fue quien primero me habló de Antonio Bermejo, de
quien recibió clases de matemáticas; me contó también de su novela y la intriga
que envuelve su aura.
Ya en Tenerife,
vino a vivir en Méndez Núñez, cerca de San José, y, hacia 1972, creo, en
vísperas de su casamiento, fue a entrevistarse con don Jesús, Párroco, quien requirió
la presencia de un amigo, conocido por allá. Enrique salió corriendo a
buscarme, que por entonces me hallaba en San Andrés.
Después de hablar
un buen rato, se produjo un prolongado silencio, durante el cual nos examinó
con mirada profunda. Al cabo, sentencioso, dijo:
-Espero que ustedes
se hayan portado bien por esos mundos.
En seguida se
despidió, y nos fuimos.
José Rivero Vivas
Julio de 2013
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José
Rivero Vivas
MISTERIO
Diciembre de 2007
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El Toscal, para mí,
sigue siendo un misterio, como sucede con cualquier cosa añorada.
Recuerdo, de niño, el campo de fútbol, hoy encogido en sí mismo.
Cedida ayer la zona baja, en la propiedad de Pedro Hernández, dio paso a su
parcela de Traslarena, por él también cedida, para construcción del cementerio.
La otra parte fue a su vez cedida por Domingo Cabrera Cruz, escritor con sede
en La Laguna.
Abierta entonces su
cancha, áspera y pedregosa, a cuantos acudían a jugar, la llegada de los chicos
de El Toscal, con equipos como el Oriente, y otros, de referencia ignorada
actualmente, me insta a recobrar el entusiasmo despertado en torno a las
diversas categorías: club adherido, segunda división y otras que no logro
especificar.
Quizá por la
cercanía, eran mayormente los chicos de El Toscal quienes acaparaban el máximo
interés. Muchos jugaron en el equipo titular, como el mítico Sanfiel, y otras
destacadas figuras de este deporte. Había asimismo quien aprovechaba la
coyuntura para quedarse al baile; de forma que algunos se casaron con chicas
del pueblo, formaron su hogar y establecieron, con sus hijos, un vínculo
familiar de importancia mayor.
Aunque eran
variados los equipos que iban en competición a San Andrés, El Toscal, con sus
distintos representantes, era el barrio que ejercía gran influencia en mí,
causa por la cual solía preguntarme: ¿Qué será? Y quedaba ensimismado, soñando
la quimera forjada en mente que, pese a los años transcurridos y el haber
transitado estas calles, pervive en mi ser con igual intensidad que antes, cual
si el ansia de residir en el ámbito, haciendo mía su vibración, fuera anhelo no
alcanzado en la porfía de vivir.
El Toscal no es un
enclave marginal ni supone área extraña por cuanto pudiera catalogarse espacio
urbano inadaptado a los tiempos. El Toscal es vida y plenitud; es un total
compartido, como núcleo que se subdivide y multiplica y provee entidad a la
ciudad de Santa Cruz. Por esta razón no debiera cambiar, sino mantener íntegra
su efigie, de carácter inconveniente para la gran urbe que algún plan moderno
proyecta en la fusión Santa Cruz-Laguna.
Cierto es que, la
habitabilidad ha de adaptarse a los tiempos. Pero, no debería caerse en la
tentación de edificar una Nueva York chiquita, como la Ameriquita que señala
Aniano, protagonista de Márgara, al referirse a la modernidad del Boulevard y
el vecino Centro Comercial.
Quizá fuera este
sentimiento el que hizo que la historia de amor contada en la novela acabara
localizada en este entorno que, en el cambio paulatinamente operado, refleja
ante nosotros su futuro, enmarcado en inexorable vía de extinción.
Respecto de la
novela en sí, cabe decir que el amor no se da ni llega a ser, causa por la cual
es negado, como al principio, fiel a su esencia, rezaba su título, que
Ediciones IDEA decidió dejar sólo en Márgara, como de mayor facilidad para ser
memorizado.
Esta historia de
amor negado enhebra, en torno a ella, una serie de eventos, que aparecen
enmarcados en un conjunto de dificultades, surgidas como consecuencia del paro
provocado por la reconversión, y otras acciones de gobierno, conducentes a la
modernización de España, incluida Canarias, para dar curso al estado de
libertad y bienestar que, al parecer, todos sin excepción gozamos.
Aniano, sin
embargo, pertenece a la generación castigada, en su niñez, por el régimen
surgido desde el instante de su asentamiento; luego, en su juventud, hubo de
padecer la dureza durante sus años de emigración a Europa, y, por último, al
alcanzar la madurez, en época de democracia, se siente apabullado por las
disposiciones oficiales, conforme exige la norma a cumplir, para acceder a
subsidio por desempleo, primero, y, en su defecto, como supuesta ayuda del
Estado, solicitar en su momento la denominada pensión no contributiva. Más
tarde, sin embargo, una vez satisfecho el mínimo de cotización estipulado,
podría optar a una jubilación, de escasa holgura, pero al menos, de franca
dignidad.
Ambas, empero, le
son negadas, como el amor de Márgara, y, este hombre se ve en la necesidad de
volver a salir al extranjero, para encontrarse con Jean Valjean, protagonista
de Los Miserables, de Víctor Hugo, en auge su martirio nuevamente.
Así vemos que, la
pobreza, emulando a la opuesta riqueza, presume asimismo de globalización, y
emerge por doquier en un mundo envanecido de su avance y fulgor.
José Rivero Vivas
Diciembre de 2007
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Tenerife
Islas Canarias
Noviembre de 2023
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