LOS ‘MUCHOESPAÑOLES’ Y LOS OTROS
Su patria, su
‘Muchaespaña’, es el enfrentamiento, la confrontación, una idea de nación en la
que no caben ni el perdón ni el consenso
PACO
CANO
Manifestantes
en la plaza de Colón, Madrid, el
10 de
febrero de 2019.
“El que se siente
patriota, el que cree que pertenece a un país es un tarado mental, la patria es
un invento. ¿Qué tengo que ver yo con un tucumano o con un salteño? Son tan
ajenos a mí como un catalán o un portugués. Uno se siente parte de muy poca
gente, tu país son tus amigos y eso sí se extraña, pero se pasa”.
Seguro que todo el mundo que la haya visto, recuerda esta escena de la película Martín (Hache) (1997). Yo añadiría que tu país son quienes poetizan el mundo como tú y que la patria es un estado de sensibilidad compartido de manera diversa.
Otra cosa distinta
es lo que digan los pasaportes. Pensemos, si no, en algunos de nuestros
compatriotas por ley, por obligación territorial. Pensemos, sobre todo, en
aquellos que se jactan de ser españoles y muy españoles frente a los otros.
Pensemos en los muchoespañoles. Aquí va un surtido navideño variado.
Muchoespañoles son
Ortega Smith y Abascal, quienes gritan consignas contra “los moros”, sean
menores o no, quienes menosprecian a la policía nacional –sin que esta
reaccione– y quienes visitan Israel mostrando su apoyo al genocida Gobierno
sionista a la vez que sus partidarios gritan “yo soy nazi”. Abascal y sus nazis
defendiendo al Gobierno israelí. Sarcásticas piruetas de la historia. Claro que
les une la agresión, les hermana el odio al vecino y el deseo de exterminio. Su
patria es la destrucción. La propuesta de colgar a Sánchez por los pies lo
ratifica.
Muchoespañoles son
quienes se manifestaban en Ferraz, alentados por los anteriores, al grito de
“Montero, puta” y “Sánchez al paredón”, exhibiendo su violento rechazo a quien
no piensa igual que ellos y demostrando que hay consignas irresponsables que
calan y que pueden trascender el titular. La patria como intransigencia
guerracivilista.
Muchoespañoles, amparados
en esos discursos xenófobos, son los detenidos por el homicidio de un emigrante
en los Caños de Meca y los que mataron a cuatro más en Sancti Petri,
lanzándolos al mar sin saber nadar y después de haberles cobrado miles de euros
por traficar con ellos. Las consignas de la ultraderecha ya les habían
deshumanizados y los traficantes hicieron el resto: comerciar con personas que
huyen de la precariedad y de la falta de perspectivas, jóvenes, niños a veces,
que concentran los esfuerzos y las ilusiones de sus familias, que arriesgan su
vida por creer que existe una utopía viable fuera de sus casas y que se
encuentran con desalmados que mercantilizan su esperanza y les asesinan. El
otro, visto como ganado (palabra que viene de ganancia que, a su vez y en origen,
significaba codicia). La patria de todos estos muchoespañoles no es España por
mucho que lo diga el DNI, es la falta de humanidad. Su verdadera nación es la
avaricia, el beneficio propio. La ecpatía como nación.
La patria de todos
estos muchoespañoles no es España por mucho que lo diga el DNI. Su verdadera
nación es la avaricia
Muchoespañol es
Mayor Oreja, que visita colegios concertados para asustar a niños y niñas
diciéndoles que ETA capitanea un plan contra España ejecutado por el Gobierno y
sus aliados. Así, sin anestesia. Primero los atemoriza y después les señala a
los enemigos, los monstruos que están ahí afuera: las personas trans, el
aborto, la eutanasia, los migrantes, los discursos de género, el 11M+ETA –y
dale, Jaimito–, los nacionalistas, los comunistas y Sánchez. Le faltó
asustarlos con el siglo XXI y los derechos humanos, a los que él sí que tiene
pánico. Les aconsejo que vean la serie Somewhere Boy y hagan un paralelismo
entre el padre demente y el imprudente delirio de Mayor Oreja, quien sin
enemigos no es nadie porque su patria son el miedo y la ignorancia.
Muchoespañoles son
los miembros de la Casa de Alba que, todavía de manera presunta, roban el agua
de Doñana en plena sequía, con pozos ocultos y privatizados. El agua, aquello
que no es de nadie porque es de todos. “Nos roban lo que no nos pertenece”,
decían en Cochabamba. El capitalismo extractivista, la soberbia heredada, la
agresión a la tierra común por creerla propia, esa es su innoble patria, su
baja cuna.
Muchoespañoles son
quienes difaman en periódicos o redes, quienes mienten y manipulan para
menoscabar a los otros. Sobre ellos dice Adela Cortina: “La libertad de
expresión no significa patente de corso para desacreditar a personas por
antipatías personales o difundir cualquier cosa boca a boca o por la red,
aunque sea mentira (...) dañar a otros por pasar el rato o por perjudicarles es
de canallas”. Patria de periodistas y haters canallas.
Muchoespañoles son
quienes insultan y acosan en aeropuertos y trenes a Cerdán, Nogueras y Puente
llamándoles “hijos de puta, traidores” y acusándolos de romper España porque
negocian para sanar heridas abiertas y porque practican el diálogo. Su patria,
su Muchaespaña, es el enfrentamiento, la confrontación, una Muchaespaña en la
que no caben ni el perdón ni el consenso.
Muchoespañoles son
Bárcenas, Rato, Ignacio González, Villarejo o Fernández Díaz, como lo fueron
Luis Roldán, Vera, Barrionuevo y el señor X de los GAL. Las cloacas y la
corrupción como banderas patrias que no solo esquilman el dinero público y
destruyen toda confianza en las instituciones, sino que se llevan vidas por
delante si hace falta. El Estado, elegido para representarnos y para darnos
cobertura, convertido en enemigo de la ciudadanía. La política –que, por
definición, debería atender el interés general–, convertida en el negocio de
unos pocos. La patria como mercado capitalista y como venganza, donde la bolsa
prima sobre la vida.
Y muchoespañol es
el funcionario periodista del Ayuntamiento de Alcorcón que coló un relato falso
en el informe del Defensor del Pueblo sobre los abusos de menores en la Iglesia
católica, intentando deslegitimar el resto de declaraciones contenidas en el
mismo. “Si yo he mentido, debe haber muchas más declaraciones falsas”, cree el
ladrón que... ¿cómo se puede ser tan retorcido? Supongo que en el pecado lleva
la penitencia, lo digo así para que me entienda.
Todos estos
muchoespañoles tienen en común que entienden la alteridad como un proyecto
ideológico en el que el otro, el diferente, debe ser exterminado. Aquel que no
se nos parece, el que piensa o siente distinto, aquel con quien no se comparten
ideas ni intereses es tanto un obstáculo para concretar nuestros proyectos
económicos, políticos o ideológicos como una manera de justificar nuestras
inseguridades y miedos. La supresión del otro es, a la vez, un modo de extremar
la competencia neoliberal y un argumento para justificar una insatisfacción
personal.
Así que la cuestión
del otro, la otredad, aunque se enmarca en una batalla cultural donde se
confrontan ideas y valores, también pertenece a la dimensión económica, a lo
material y a lo psicológico individual. La mayoría de batallas simbólicas
escudan batallas económicas.
Sumando,
Muchaespaña es una patria del tener, del desear sin necesitar, una patria
unidimensional, violenta, corrupta, donde se vive con miedo, odio y con
pulsiones destructivas. Puro tánatos.
Lo español no puede
ser un monstruo de fragmentación social, de confrontación y de autorrealización
individualista
Luego está la
patria de los que somos otros, aunque en una democracia sólida no debería haber
otros –o el otro somos todos–. Dice Habermas que el reconocimiento mutuo es la
base de un Estado de derecho democrático. Ese mismo Estado de derecho que
Feijóo y los macarras de estaciones y aeropuertos afirman que está siendo
tumbado por quienes sí reconocen al de enfrente como un igual con quien
convivir y a quien respetar, con sus diferencias. Diversidad en la unidad.
La patria de los
que somos otros es una misma comunidad de pertenencia sensible. Somos
compatriotas de quienes aman, sienten, disfrutan y sufren como nosotros. La
patria es el campo social de quienes pensamos el mundo de la misma manera, con
nuestras notables diferencias. Por eso, es necesario reinventar la españolidad.
Lo español no puede
ser un monstruo de fragmentación social, de confrontación y de autorrealización
individualista. La españolidad, como concepto colectivo, debe ser un lugar
alegre y capaz de crear futuros ilusionantes. Un puzzle diverso donde las
piezas sean la cooperación, el diálogo, los derechos humanos, el respeto a la
vida y a la tierra, el respeto a lo público, los cuidados, la justicia y la
igualdad. Así sí se configura una patria sana, un barrio sano, aunque sus
habitantes estén o vengan de Tucumán, Cataluña, Portugal, Cádiz o Camerún.
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