TODOS DENTRO
CANAL
RED --EDITORIAL
El pasado 23J las
nuevas extremas derechas no pasaron de milagro, pero se quedaron apenas a las
puertas. Si de verdad queremos que la siguiente vez no acaben pasando, más vale
que el bloque parlamentario de izquierdas se emplee a fondo ante la tentación
permanente del Gobierno de bascular hacia su derecha
Ayer se aprobó por una mayoría absoluta de 178 diputados la toma en consideración —es decir, el inicio del trámite parlamentario— de la Ley de Amnistía. El camino que todavía tiene que recorrer la norma será tortuoso. En primer lugar, el Congreso de los Diputados abrirá el trámite de enmiendas, en el que el PSOE ya ha avisado de que solamente aceptará retoques técnicos.
Habrá que ver si todavía queda alguna
objeción al contenido por parte de Junts y ERC, pero, teniendo en cuenta que
han sido capaces el PSOE y los partidos independentistas de llegar a un acuerdo
sobre la mayor, no parece que vaya a haber grandes escollos aquí. Una vez
aprobado el dictamen en comisión y el propio texto definitivo de la ley en el
pleno del Congreso, llegarán los intentos de filibusterismo del PP en el
Senado, aprovechando la mayoría absoluta en la cámara alta que un sistema
electoral muy poco proporcional les otorgó allí a pesar de no contar, ni de
lejos, con la mayoría absoluta del voto popular. Las maniobras en el Senado
servirán para erosionar gravemente el prestigio de una cámara que ya mucha
gente piensa que no sirve para nada, pero no podrán paralizar el trámite de la
ley; solamente retrasarlo algunas semanas. Cuando el texto abandone el Senado,
casi seguro con un veto a la totalidad aprobado allí, será el momento de la
votación definitiva de nuevo en el Congreso que levantará el veto con la misma
mayoría que vimos ayer. Esto ocurrirá posiblemente en los meses de marzo o
abril y, entonces, será el momento de los recursos de inconstitucionalidad;
tanto los que presenten los propios partidos políticos como los que pueden
activar —y sin duda activarán— la multitud de jueces que tengan que aplicar las
consecuencias de la norma. La judicatura española ya demostró con el Sólo Sí es
Sí lo que es capaz de hacer cuando una ley no les gusta y a nadie puede caberle
ninguna duda de que la ofensiva de los sectores más reaccionarios del poder
judicial se volverá a activar con toda su fuerza en cuanto la Ley de Amnistía
esté en el BOE.
Quizás tengamos que
esperar hasta después del verano de 2024 para que se empiecen a comprobar los
primeros efectos materiales de esta histórica norma y las piedras en el camino
serán incontables, pero los más importantes efectos políticos que se derivan de
ella se empezarán a manifestar mucho antes.
Quizás tengamos que
esperar hasta después del verano de 2024 para que se empiecen a comprobar los
primeros efectos materiales de esta histórica norma y las piedras en el camino
serán incontables, pero los más importantes efectos políticos que se derivan de
ella se empezarán a manifestar mucho antes
Quizás el más
importante lo expresaba hace aproximadamente un mes el director adjunto de La
Vanguardia, Enric Juliana, en una pieza de análisis titulada «Todos dentro». La
idea clave de Juliana se resume en las primeras líneas del artículo: «El
acuerdo abre la puerta a un escenario político que ha escaseado en la historia
contemporánea de España: todos dentro. Todos los partidos, fuerzas y corrientes
dentro del juego institucional, sin un pie en la clandestinidad, en la
ilegalidad, en el exilio, en el extrañamiento o en el boicot. A partir de hoy
todas las fuerzas políticas representadas en el Parlamento español son
plenamente operativas para participar en la gobernación del país, mediante
coaliciones, pactos, alianzas o acuerdos puntuales.» Está afirmación no es
completamente precisa, dado que VOX se mueve en parámetros políticos extramuros
del sistema democrático e institucional —es evidente que no puede estar
«dentro» un partido que llama a «colgar por los pies» al presidente del
Gobierno— y ni siquiera cuando el PP los mete «dentro» de los gobiernos
autonómicos cumple la extrema derecha ninguna otra función más allá del combate
ideológico. Pero esta imprecisión de Juliana no es relevante porque es
precisamente para eso para lo que han activado a VOX: para desplazar
progresivamente la ventana de Overton hacia coordenadas cada vez más
reaccionarias traccionándola desde «afuera» de los consensos culturales y
sistémicos. Por sintetizarlo de una forma práctica, el PSOE todavía puede
llegar a acuerdos con el PP, pero el PSOE no puede pactar con VOX. A lo que se
refiere en realidad Juliana es a que, en las últimas décadas —especialmente en
la última—, una serie de formaciones políticas que hoy son indispensables para
la gobernabilidad de la legislatura se situaban «afuera» de esa aceptabilidad
política que se define, en última instancia, como la posibilidad de llegar a
acuerdos con el PSOE (al fin y al cabo, la columna principal del régimen del
78). La izquierda abertzale estaba vetada debido a su antigua relación con la
banda terrorista ETA. Los partidos independentistas catalanes se situaban
también «afuera» del mercado de los acuerdos debido a las consecuencias del
procés y la brutal reacción represora de los partidos dinásticos españoles y su
poder judicial contra sus protagonistas. El así llamado espacio de la
«izquierda a la izquierda del PSOE», por su parte, estaba vetado de la
participación en el Consejo de Ministros hasta que Podemos consiguió romper la
cláusula de exclusión histórica en noviembre de 2019 y tras varias repeticiones
electorales. Ese breakthrough político permitió no solamente que ahora sea
indiscutible que la versión moderada de ese espacio tenga derecho a participar
del Gobierno, sino que también abrió la posibilidad —que se fue consolidando a
lo largo de la legislatura pasada y también gracias al esfuerzo de los morados
en ese sentido— de que las izquierdas independentistas de Bildu y ERC pudieran
pasar del «afuera» a «dentro». La Ley de Amnistía es el paso clave que mete
«dentro» también a Junts y es a eso a lo que se refiere Juliana.
Y, efectivamente,
con todos —menos VOX— ya «dentro», ahora empiezan los verdaderos movimientos
políticos de la nueva legislatura. Si no olvidamos que el PSOE intentó, hasta
bien entrado 2021, basar su esquema de gobernabilidad en la derecha de
Ciudadanos y si nos fijamos en algunos elementos que ya se empiezan a hacer
visibles en las últimas semanas —la ministra de vivienda diciendo que va a
proteger a los propietarios, el PNV criticando el impuesto a las energéticas y
el PSOE diciendo que a lo mejor hay que quitarlo, los sindicatos afirmando que
la vicepresidenta Yolanda Díaz está haciendo una propuesta de subida del SMI en
línea con la CEOE, o la ministra de sanidad diciendo que la sanidad privada no
tiene nada de lo que preocuparse—, queda clara la estructura principal de la
tensión que se va a dibujar a partir de ahora en la política española y que va
a trasladarse todas las semanas a las votaciones que van a tener lugar en el
hemiciclo de la Carrera de San Jerónimo: el gobierno de PSOE y Sumar, bajo la
dirección incuestionada de Pedro Sánchez y en total sintonía, va a intentar una
y otra vez apoyar su acción política en la derecha sociológica, mediática y
también parlamentaria, buscando siempre los acuerdos de manera prioritaria con
el bloque de la derecha nacionalista formado por los 13 diputados de Junts (7),
PNV (5) y Coalición Canaria (1). Del otro lado, un bloque parlamentario de
izquierdas de 19 escaños, formado por ERC (7), Bildu (6), Podemos (5) y BNG
(1), deberá traccionar en la dirección opuesta si desea no solamente que haya la
más mínima posibilidad de que pueda haber algún avance social en la nueva
legislatura, sino también si pretende que la acción institucional pueda
constituir un freno efectivo que impida que en España acabe ocurriendo lo que
acaba de pasar en Argentina. El pasado 23 de julio las nuevas extremas derechas
que amenazan el sistema democrático no pasaron de milagro, pero se quedaron
apenas a las puertas. Si de verdad queremos que la siguiente vez no acaben
pasando, más vale que el bloque parlamentario de izquierdas se emplee a fondo
ante la tentación permanente del Gobierno —ahora como un todo— de bascular
hacia su derecha. Es una responsabilidad muy grande y un trabajo muy arduo para
tan solo 19 diputados, pero la posición táctica la tienen. Sin sus votos, nada puede
ser aprobado, a menos que el PSOE se apoye en el PP.
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