EL MARTILLO Y LOS CLAVOS
Una
invitación a leer los ensayos y artículos sobre la guerra de Rafael Sánchez
Ferlosio, para quien la OTAN era “un instrumento”, cuya finalidad principal “es
la conservación del instrumento mismo”
IGNACIO ECHEVARRÍA
Rafael Sánchez Ferlosio.
Días antes de la invasión de Ucrania por el ejército ruso, José Andrés Rojo publicó en la sección de Opinión de El País, de la que él mismo es redactor jefe, un artículo titulado “Putin y Ucrania: la flecha está en el arco”. Lo de “la flecha está en el arco” remite a un viejo refrán chino que Rafael Sánchez Ferlosio empleó para dar título a un importante ensayo: Cuando la flecha está en el arco tiene que partir, de 1992. Allí, Ferlosio reflexiona ampliamente sobre “el pragma de la amenaza”, que él mismo describe como “antiquísima fórmula de relación hostil humana”, y que a sus ojos “es quizá el paradigma en que más nítidamente quedan dibujados los resortes de acción y de reacción capaces de producir la síntesis de la fatalidad”. Releer este ensayo a la luz de los acontecimientos que acaparan estos días la atención mundial constituye un saludable ejercicio que dota de una conveniente profundidad de campo al impacto aturdidor de las siempre últimas noticias.
Puede que entre los
grandes pensadores contemporáneos ninguno haya prestado una atención tan
intensa y tan insistente a la cuestión de la guerra como Ferlosio. Hace ya
cinco años, con ocasión de reunir su obra ensayística completa, los dos
convenimos que uno de los cuatro gruesos volúmenes en que iba a quedar recogida
estaría monográficamente dedicado a la cuestión de la guerra. No quedaba más
remedio. El volumen se tituló Babel contra Babel (Debate, 2016), y las casi
ochocientas apretadas páginas que lo constituyen ayudan a pensar la guerra,
cualquier guerra, también esta de Ucrania, en términos que atraviesan el ruido
de los titulares, deshacen automatismos ideológicos y contribuyen a remover las
adhesiones más o menos instintivas, más o menos inducidas.
En las casi cuatro
décadas en que se desarrolló su actividad como articulista y ensayista,
Ferlosio hizo un atento seguimiento de los más importantes conflictos que
durante ese periodo acapararon la atención pública: la guerra de las Malvinas,
las dos guerras de Irak, la de Afganistán, la de la vieja Yugoslavia y, cómo
no, la que no cesa de tener lugar en tierras de Palestina. Sus ideas sobre la
guerra, así, se proyectan una y otra vez sobre la actualidad internacional,
deduciendo de sus dinámicas y desarrollo algunas constantes que sirven muy bien
para comprender en su esencia mucho de lo que está ocurriendo ahora mismo. De
ahí que resulte tan recomendable, en estas fechas, revisitar Babel contra Babel
(hay disponible una muy económica edición en Debolsillo) y asomarse a casi cualquiera
de sus muchas piezas, en su mayoría artículos publicados en su momento en la
prensa diaria, pero también ensayos como el ya mencionado, o como La hija de la
guerra y la madre de la patria (2002), La guerra empieza en la fragua (2007),
God & Gun(2008).
Ya en 1981, aún en
la Guerra Fría, en una admirable serie de cinco artículos –todo un ensayo, de
hecho– titulada ‘Eisenhower y la moral ecuménica’, Ferlosio observaba a
propósito de aquélla cómo “la territorialización y militarización de los
antagonismos ideológicos” arrastraba “hacia la inanición y el desfallecimiento
a las propias ideologías presuntamente defendidas y ofuscadas en beneficio de
las armas que dicen defenderlas”. Y concluía: “Toda militarización acaba por
hacer desaparecer cualquier atisbo inicial de antagonismo realmente ideológico
que hubiese podido haber alguna vez siquiera en forma de deseo sincero, y las
ideas acaban perviviendo solamente en la siniestra función de coartadas morales
de las armas, con la sola vigencia de insignias distintivas, marcas de fábrica,
señuelos de enrolamiento y movilización. No fines, por tanto, de las armas,
sino instrumentos al servicio de ellas y de sus únicos, innatos fines
intrínsecos y propios: el éxtasis de la victoria, el placer del predominio, la ambición
de hegemonía, el furor de la autoafirmación”.
En la polemología
ferlosiana, ‘las armas son un instrumento cuyo ejercicio se ha erigido en fin
en sí mismo’
En la polemología
ferlosiana (la polemología es propiamente “el estudio de la guerra y de sus
formas, causas y efectos como fenómeno social”) ocupa un lugar crucial esta
idea de que, en un mundo crecientemente militarizado, “las armas son un
instrumento cuyo ejercicio se ha erigido en fin en sí mismo”. En La guerra
empieza en la fragua, esta idea es hilvanada con las consideraciones que sobre
la OTAN hacía Robert Kagan (politólogo neoconservador estadounidense en
absoluto sospechoso de antimilitarismo, por cuanto fue asesor de George Bush)
en su celebrado libro Poder y debilidad: Europa y Estados Unidos en el nuevo
orden mundial(Taurus, 2003), donde se lee: “Para Estados Unidos, el
mantenimiento de la cohesión y la viabilidad de la Alianza [se refiere a la
OTAN] no era meramente un medio para los fines perseguidos en Kosovo, sino que,
por el contrario, figuraba entre los principales objetivos de la intervención.
También la salvaguarda de la Alianza había sido un motivo principal para la
anterior intervención de Estados Unidos en Bosnia”. El mismo Kagan cita al
general Wesley K. Clark, comandante norteamericano de la OTAN en la época
referida: “Como expuso el general Clark –escribe– ‘ningún objetivo o conjunto
de objetivos era más importante que el de mantener cohesionada la OTAN’”. A lo
que Ferlosio apostilla: “El instrumento, aquí, no es otro que la OTAN, pues
como tal fue creada, para defender a ‘Occidente’ de la Unión Soviética. Pero he
aquí que la finalidad principal de las intervenciones de la OTAN, que sería,
como digo, un instrumento, es la conservación del instrumento mismo. Retomando
el ejemplo del martillo del propio Kagan [un antiguo dicho que reza: ‘En cuanto
se tiene un martillo, todos los problemas empiezan a parecer clavos’], estamos
ante un caso en que uno de los fines principales del uso del martillo no es
otro que el de mantener el martillo en buen estado de funcionamiento”.
Importa advertir
que la mayor parte de las guerras contemporáneas de las que tuvo ocasión de
ocuparse Ferlosio fueron guerras de agresión por parte de Occidente, muy en
particular las guerras de Irak, la segunda de las cuales fue –como la de
Ucrania ahora– una invasión en toda regla, sustentada en pruebas falsas y que
no contó con el visto bueno de la comunidad internacional, dando lugar, de
hecho, tanto en Europa como en Estados Unidos, a importantes movimientos de
oposición ciudadana a la misma. Ferlosio fue un severísimo escrutador de los
argumentos empleados en su momento por los mismos Estados Unidos para
justificar sus ofensivas, así como los aportados por la OTAN –con Javier Solana
al frente– cuando las guerras yugoslavas. Tanto más interesante y revelador es
leer sus artículos sobre estos conflictos en un marco invertido, es decir,
siendo el agresor una potencia “enemiga”, que se sirve de argumentos afines, en
definitiva, a los blandidos en su momento por Occidente.
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