PROBLEMAS DE CONCIENCIA
ANÍBAL MALVAR
Que dice El Mundo en su editorial de hoy que la carta de Pedro Sánchez, aceptando la propuesta de la dictadura marroquí sobre la autonomía del Sáhara, "nos compromete internacionalmente" y, al parecer, ha sido remitida "sin consensuarla con el principal partido de la oposición".
Quizá olvida el periódico de la bola un pequeño detalle, y es que desde hace años el Partido Popular no ha aceptado consensos ni siquiera a la hora de fijar el día y el mes en que vivimos. El PP se ha convertido en un búnker apolítico y poco dado al diálogo y a la neurona. El no es no como estrategia para construir país y continente ha alcanzado unos grados de infantilismo berrinchón que ya ni siquiera por cortesía se merecen que nadie razonable se siente con ellos. Y la verdad es que da risa El Mundo pidiendo a Sánchez que intente debatir con quien no quiere ni siquiera saludar. Patético.
Del asunto saharaui
y, sobre todo, de los refugiados saharauis, de los niños en la miseria, y de las
violencias marroquís no dice nada el editorial de El Mundo. Se conoce que son
insignificantes al lado del vodevil político. Y la verdad es que eso me causa
pena. Como me causa enorme tristeza que este Gobierno súper progre también se
olvide de las personas, y negocie con una tiranía vecina por vasallaje a los
EEUU, que lleva años cambalacheando con Marruecos amaños militares,
geoestratégicos, económicos y ya tal. Todo menos la humanidad. Esa no se
negocia. Sencillamente, el neoliberalismo la ha convertido en un concepto
abstracto e inasible del que es muy sencillo despreocuparse.
Después de 45 años
olvidando a los habitantes de nuestra ex colonia, los españoles ahora
consolamos nuestra mala conciencia proclamando a coro que a los ucranianos hay
que acogerlos. En esto sí hay consenso --indialogado-- entre izquierda y
derecha. Dicen algunos analistas que por cuestión de racismo, que también. Pero
yo creo que influye a mayores, en esta diferente vara de medir, el ignorante
miedo y asco al ruso como epítome del comunismo que pervive en España desde el
franquismo su oro de Moscú. Da igual que Vladimir Putin sea un fervoroso anti
comunista. Fue del KGB y la etiqueta le viene de puta madre, con ese aspecto de
espía de película de los años 70 que tiene el hombre.
Si la guerra de
Ucrania ha constatado, una vez más, el fracaso de Europa como proyecto,
evidenciando una incapacidad diplomática y económica (no quiero militar)
vergonzante, ahora la carta de Pedro Sánchez nos deja a los buenistas de
izquierdas perplejos y algo desolados: no se pueden negociar vidas humanas con
los que las desprecian.
En La Razón están
muy contentos con esta "solución realista al embrollo saharaui". En
este caso los perseguidos saharauis quedan reducidos a la categoría de
embrollo. Aunque bueno, el periódico de Planeta dedica un sentido párrafo al
"sufrimiento de una parte de la población saharaui, confinada en los
campos de refugiados del desierto argelino, y cuyas posibilidades de revertir
la situación política y militar de la antigua provincia española es, cuando
menos, remota". O sea, que no hay más remedio que dejarlos tirados en sus
rincones desérticos, donde los zapatos de la diplomacia y las políticas
humanitarias nunca han querido mancharse.
Hoy siento una
enorme melancolía como europeo y español, y por eso no me apetece escribir una
línea más.
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