jueves, 7 de enero de 2021

¡TOCÁNDOME LOS COJONES!

 

¡TOCÁNDOME LOS COJONES!

      QUICOPURRIÑOS

Hace años me encontré con un libro finito, que se llamaba así: “Tocándome los cojones” o más o menos si no recuerdo mal. Escrito e inspirado, desde el Kiosco de la Plaza de La Paz de mi querido santa Cruz, por un tal Jaime Centurión, al que creo llegué a conocer. El relato, no es que fuera era para un Premio Planeta pero tampoco tenía desperdicio. Lo leías y te hacía reír, lo que es mucho. Era una reflexión de lo cotidiano. Rememoraba, un polvo perdido o encontrado por casualidad, que había tenido él, el tal Jaime. Ese en que un día que fuese a Las Américas, a esa localidad turística que está allá, debajo de la Isla y tuvo la fortuna o dicha, que después fuera la picha, de encontrarse con una turista pelirroja llegada o venida del frio, una acabada de aterrizar en el aeropuerto Tenerife-Sur proveniente de uno de esos países nórdicos, de esos en los que, en las largas noches de invierno, se ve la aurora boreal. Y te lo contaba años después y yo le decía, pero qué me cuentas, si eso ya me los has dicho miles de veces y fue, si no recuerdo mal, hace años. Pero sí, te decía, llevas razón ya lo sé, pero es que me encanta recordarlo, pues desde entonces en dique seco estoy.

         Así, como Jaime recordaba su encuentro y lo contaba una y otra vez pasados los años, me preguntaba yo, acordándome de él y de su libro felizmente editado por un impresor atrevido, el de “tocándome los cojones”. Y porqué no celebrar el día internacional de “tocándose, o tocándome, los cojones”. Y porqué no, con el permiso de la ONU claro, previa resolución que así lo declare y certifique con el apoyo unánime de todos los que se sientan en esa mesa internacional, aunque no sea redonda como la del Rey Arturo.

         En esa reflexión estaba en esta noche de Reyes del 2021, elucubrando yo, dándole vueltas a la idea, a mi cabeza, tantas que no me dejaban ir a dormir.

         Y entonces le mande un mensaje a Anghel Morales,mi editor.

         Ayuda te pido. ¡Auxilio, Socorro!, pensé en decirle. Pues además de editor, asesor literario habrías de ser, imaginé desesperado. Porque la pregunta, la consulta era y es:

 

         Pienso enviarle a la Onu una propuesta. Que el día tal, alguno  que le quede libre a las Naciones Unidas, si es que le quedan, se declare, y por tanto se conmemore, el día internacional de, llamémoslo así, “Tocándome los Cojones” a propuesta mía llegada desde las Islas Canarias, las que están pegaditas a África, por si los señores que se sientan en esa institución internacional no están muy puestos en geografía.

 Pero claro, eso conlleva un color, una bandera que lo identifique. Y qué color ponemos como le pregunté a Anghel.

         Porque, parece que casi todos los colores, ocupados están ya.

         Veamos:

El amarillo, con su lacito incluido, es, o se los apropiaron, los catalanes separatistas.

         El rojo para los del Sida. Y si no me equivoco, era el lazo también de la Cofradía de La Macarena, esa, la de que una de sus seguidoras me pidió un euro años hace cuando a la Semana Santa Sevillana fui, acompañado de Elena y David Cova, los de San Andrés. Qué bonito viaje. Y también lo fue el de Egipto y el de Nueva York. Pasados los años están pero, esos momentos, esos viajes, esas vivencias, no se olvidan.

         El rosa. Ese color es para las del cáncer de tetas, de una o de las dos, a las dos quiero por igual con todos  mis respetos.

Pero que el humor que no se pierda. Arriba ese ánimo luchadoras.

         El azul…ese se lo quedaron los autistas y los perros, a los que no les gustan los fuegos artificiales, porque les dan miedo, porque les asustan. Llevo días sin contestar al teléfono porque sé que me llaman los “Hermanos Toste”, los de Los Realejos, “los fogueteros”, los buenas gentes, pero a los que ahora los animalistas ven como violadores de silencios, cuando su pasión es y era iluminar el cielo con una explosión de colores. Y qué daño hacen, me pregunto yo. Habrá que estudiar fuegos artificiales sin ruido, sin explosiones, sin pólvora ruidosa, donde sólo prime y exista el color que ilumine el cielo de la noche, pero callados y en silencio. Ese es el reto ahora, acompañar los fuegos de toda la vida con un  plácido fondo musical que no afecta a los oídos, sino , todo lo contrario, que dan alegría, la que otro día más esperamos.

         El negro, es el del luto de siempre. El de toda la vida. Un clásico. Es también un señor llegado de Africa. Un señor de color,  de color negro, como yo blanco o aquél amarillo. Y qué más dá.

         El arco iris también está, el que se convirtió en bandera de los L.G.T.B y demás.

         Y luego están los partidos políticos, que se apropian de los colores, de esos que hasta ayer usaba libre e inconscientemente yo para pintar sobre un lienzo o un soporte cualquiera y ahora me tengo que pensar cual utilizar, al pintar un cuadro, no sea que por el color, me asignen una ideología.

         Pues sí, los colores, ya no están en la paleta, se han escapado, han sido expropiados, se los han adueñado y, ¿entonces….?, ¡entonces…!,

Pues entonces:

 El rojo es del Psoe, con o sin su rosa.

El  azul  de la derecha, autistas ellos, con o sin gaviota,

El naranja , ciudadanos….

Morado,  los de Podemos….

         Y digo yo, ¿qué color me queda?, pues veo que están todos ocupados. Qué color podré usar para ponerlo en una bandera que reivindique un hoy estoy aquí “tocándome los cojones”, con el permiso de la ONU. Una bandera que flamee por todo el mundo, porque, en cada rincón del planeta siempre habrá un humano que piense como yo. Hoy, me quedo en casa tocándome los cojones. Porqué no.

         Y pienso. Y tanto, que pienso. Busca Quico, busca un color. Un color que guste a todos, que sea universal, que una a todos, que no marque diferencias ideológicas ni distancie, sino que arrope, que acaricie, que abrace, que nos una.

         Y al fin lo encontré.

         Claro que sí, el que buscabas, el que le va a esa bandera universal,  es el color transparente.

Sí, porque es el de la verdad, el de la coherencia, el de la tolerancia, el que nada oculta, el de la empatía, el que no se esconde, el que siempre dice la verdad.

Pues sí, ahora puedes irte a descansar y tocarte, como decía el Jaime aquel del Kiosco de La Paz, los cojones.

 

                                            quicopurriños a 5 de enero de 2021

        

        

        

         


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