A contracorriente
CONDENADOS AL OSTRACISMO
Enrique
Arias Vega
En
términos generales, los tertulianos, conferenciantes y demás creadores de
opinión tienen poco que rascar hoy día si no se encuadran en el progresismo
dominante.
A
lo mejor sólo es cuestión de mercado. No hay más que ver las encuestas públicas
que siempre ensalzan a los políticos de izquierda frente a sus antagonistas;
los recientes resultados electorales, y hasta el número de visionados y
respuestas a los tuits y otros mensajes en las redes sociales, en los que los
comentarios progres ganan hoy día por goleada.
Otra
explicación más benevolente del fenómeno sería la edad ya provecta de los
pensadores de derechas, lo que redundaría en que el pensamiento conservador
sería cosa del pasado. Por eso es casi imposible ver en nuestros medios
públicos o mediopensionistas al historiador Pío Moa, que evolucionó del terrorismo pretérito del GRAPO hasta su
admiración actual por Vox; del ex economista comunista Ramón Tamames, reconvertido a las predicciones apocalípticas; del
sociólogo liberal Amando de Miguel,
que ha pasado de ser uno de los admirados creadores del famoso informe FOESSA a
vivir en la penuria, según propia confesión; o del filósofo Antonio Escohotado, quien una vez
abandonados sus coqueteos psicodélicos con las drogas practica en la actualidad
un silenciado azote del comunismo.
Puede
ser. Pero, como en lo del huevo y la gallina, no se sabe qué es anterior a qué,
si la senectud o el ostracismo. Otros ya practicaron este último, en su caso
por propia voluntad y en sentido contrario: el fallecido Pepe Bergamín, que pasó del catolicismo al abertzalismo pro ETA, y
al que luego imitaron el dramaturgo comunista Alfonso Sastre y el periodista y amigo Álvarez Solís, sucesivamente jaleados por todos los medios
independentistas de la Euskalerria a la que se acogen.
Si
esta desviación biológica del pensamiento vale para la tercera edad
intelectual, ¿qué me dicen en cambio de la desaparición temprana de docenas y
docenas de periodistas y contertulios —incluidos grandísimos escritores como Juan Manuel de Prada— de los diferentes
medios públicos, en una especie de plaga mayor que la del coronavirus?
Como mínimo, estamos no sólo ante un
empobrecimiento de la reflexión crítica, sino al comienzo de un sectarismo
excluyente de las ideas distintas del pensamiento único del progresismo
oficial. Y eso, al margen de cualquier consideración política, sería un
auténtico desastre intelectual para España.
No hay comentarios:
Publicar un comentario