ELLA..
DUNIA SANCHEZ
Ella, se hallaba en
un rincón de un inmenso boscaje donde el letargo se balanceaba con sus sueños. La noche densa
estaba rebosada de luciérnagas estelares que temblaban al ritmo de su corazón.
Y , ella, soñaba y soñaba en una cierta calma, en una verdadera ganas de ver
más allá de su destino. De pronto una mano fue caricia de su cabeza, de su pelo
desenvuelto en el dormitar. Despertó y sus minúsculos ojos comprendieron que el
viento, el viento…., el viento que susurraba
“ levanta mujer tienes que ser sentidos de la estrella polar para ser
hallazgo de la belleza, del amor. Aquí, donde te encuentras solo hay pantanales
donde cada uno de tus pasos se ahoga más y más” . Se levantó cuanto este calló,
en su reconditez se buscaba ¿será cierto? Mis labios están llagados de tanto y
tanto besar la nada, mis manos vacías oscilan en el precipicio de la muerte,
mi están espaldas cargada de mudas
caricias. De nuevo cayó en sueño
profundo, cuando los rayos solares incidieron en su rostro se alzó. A su
derredor solo había desierto, una densa calima se disparaba en su mirada sin
saber por dónde pisar. No miraba atrás, solo andar y andar en la invisibilidad
de un sol pálido, de una luna ida¡ No , la nada se cierne en mi¡ Siento dolor,
un dolor que se va apagando a medida que la bruma de mi existencia cobra
celeridad en cada huella muerta dejada atrás.
Tras jornadas donde la
insonoridad y el silencio la acompañaban se sentó, se quedó como enterrada en
sus pensamientos. Entonces, de su cuerpo cuando la luna era ya visible emanaron
hojarasca y su existencia de nuevo cayó en el letargo. Los sueños se alejaron,
no venían a su encuentro y por jornadas al no hallarlos permaneció dormida,
dormida en una serena pena. “Despierta. Despierta mujer. Todo ha acabado, has
sobrevivido a las tempestades de la soledad y ahora eres cráter fecundo de tus
deseos. Mujer despierta, despierta.” Despertó y sus minúsculos ojos miraron el
arroyuelo que pasaba a su lado. Bebió de él. Sus ojos cansados habían
desaparecido, la brisa hacía crujir las ramas y un bullicio de asombrosa
naturaleza. Sintió unas pisadas, algo se
aproximaba ¿qué sería? Y comprendió que era su mundo, una tierra entregada al
encanto, a la magia dual de una mano que posa sobre otra mano, de unos ojos que
se posan en otros ojos. Mano y ojos que
la llevaron a una cueva, una cueva escondida a otras miradas. Entraron, había una pequeña hoguera encendida.
La hoguera del amor, la hoguera de la paz, la hoguera de la esperanza, la hoguera
de la felicidad. Paso su lengua por sus labios , aquellos labios rebosantes en
llagas, y todo era vida. Miro sus manos , aquellas manos vacías, y todo era
flores de colores. Y ¿su espalda?, su espalda era barranco donde manantiales la hacían renacer en la gruta de las
maravillas, de la belleza.
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