VÍCTOR RAMÍREZ: LA NARRATIVA Y EL LABERINTO DEL LENGUAJE
POR JOSÉ LUIS
GALLARDO NAVARRO (1)
Donde tantos se pierden irremediablemente ofreciéndonos, con el
nombre genérico –ahora tan desvalorizado- de novela, auténticos tostones
indigestos, unos pocos, muy pocos, son capaces de abrirse camino.
En estas islas hispano-africanas –pese a quien pese- somos propensos
a entusiasmos momentáneos y a prolongados desalientos.
Florecen mitos. Se fabrican “booms”. Funcionan -a maravilla-
capillitas, clubs –de bombos mutuos- de amigos. Hace estragos el fetichismo,
sobre todo el de la letra impresa (aquello que se escribe en los periódicos es
lo que queda).
Pese a todo, soterrado –en el magma- lo auténtico subsiste,
permanece. Y de vez en cuando aflora: con fuerza. Este –para nosotros- es el
caso de Víctor Ramírez y sus recién publicados CUENTOS COBARDES (Nº 7 Colección
BibliotecaCan. Taller ediciones JB. Madrid 1977, 198 pg. Ed. De bolsillo)
*
En esta decena de relatos cortos que ahora nos presenta, unos
pocos -“CADA CUAL ARRASTRA SU SOMBRA”, “LA ESPERANZA HECHA PIEDRA”, “EL
ARRANQUE”, “NOCHEBUENA”- nos eran conocidos; el resto es novedad.
Todos ellos nos ganan desde el primer momento por el mismo lado,
por la perspectiva del hablante, por el habla.
Meterse así de rondón, sin más prejuicios ni preámbulos en el
laberinto o selva del lenguaje, es el mayor y más arriesgado mérito del V.R.
narrador. Igual o parecido fonómeno –éste a nivel de las complejas estructuras
del relato fantástico- sucedía con el malogrado Félix Francisco Casanova y su
“Don de Vorace”.
Esta manera valiente de afrontar el hecho narrativo define al
autor. V.R. no confía en otro maestro que en el lenguaje popular, seguro de que
esta elección no le hará errar el camino (caer en el localismo, por ejemplo).
Para ello va provisto de dos cosas principales: sobriedad y sinceridad. Esto de ser
sincero –en el arte- hay que tomarlo con pinzas.
El arte es por definición artificio. No obstante funciona aquí
una ecuación, no por contradictoria menos real: a mayor artificio más
sinceridad, cuando el a veces engañoso sentido común nos está diciendo lo
contrario.
Existe –eso sí- una única condición: en función o en beneficio
de qué o de quién se opera este artificio. Es decir: que nos encontramos ante
un problema de contenido.
Porque –efectivamente- de lo que se trata en una novela (pero sobre todo en un cuento) es
de contarnos algo. En este caso son varias estructuras las que se sobreponen y
entrecruzan: la lingüística, la narrativa, la psicológica, etc.
El secreto de V.R. consiste en ir otorgándole las respectivas y
sucesivas jerarquías a cada una de ellas, subordinándolas todas a las
exigencias de la trama y a la invariante fundamental del cuento (sin la cual
éste dejaría de serlo para convertirse en una simple anécdota o boutade); a
saber: la salida o la sorpresa final, que consiste en el súbito desvelamiento
de un espacio (una nueva perspectiva) que se encontraba operando en el relato
sin nosotros cabalmente percibirla: algo así como un juego con los umbrales de
la percepción del lector virtual.
Los recursos utilizados en este sentido son potencialmente
infinitos, como nos lo han demostrado –por referirnos solamente al cuento
moderno- Diderot, Jorge Luis Borges, Gabriel García Márquez, Onetti y la larga
lista de cuentistas hispanoamericanos.
En reciente conversación con nuestro autor, éste nos decía que
sus modelos preferidos eran precisamente hispanoamericanos; y esto
fundamentalmete porque su contexto tiene muchas afinidades con el nuestro.
Nosotros pensamos que aquí subyace un error. El contexto, el entorno,
la realidad de Canarias es sustancialmente diferente de la hispanoamericana en
el conjunto, aunque hay que admitir ciertas afinidades: sobre todo las que se
derivan de la constante corriente migratoria entre el Nuevo Continente y las
Islas Canarias y el paralelismo (con
prelación por parte de Canarias) de haber históricamente nacido al mundo de la
cultura occidental bajo los mismos presupuestos del Imperio de Isabel y
Fernando.
*
En realidad, lo que ciertamente en V.R. ocurre es que escribe
diferente de cómo explica lo que escribe. No se justifica la desnuda
autenticidad de sus “CUENTOS COBARDES” con respecto a la realidad profunda
canaria si su autor escribiera pensando en modelos extralingüísticos, en
contextos lejanos lejanos y exóticos.
Pensamos que no ocurre nada de esto. V.R., consciente o
inconscientemente, está haciendo una original cala en eso que tan ligera y
gratuitamente por algunos se trata de negar, la idiosincracia, el modo o
manera, de ser GENUINAMENTE CANARIO.
Aunque esto no lo sea todo y ni siquiera lo más importante, V.R.
escribe cuentos y lo demás le viene por añadidura.
*
Veamos algunos de los rasgos más sobresaliente de estos cuentos
que nosotros, más que cobardes, llamaríamos valientes.
V.R. sustenta –en su concepción del cuento- el lema balzaciano
de que “nada hay de una sola pieza en este mundo: todo es un mosaico”. Esta
fragmentación la lleva Víctor tanto a la realidad exterior –espacial y
temporal- como a la interior de los personajes.
Ello le conduce a acercarse a la estructura especular borgiana
de distintos espejos colocados en espacios y tiempos diferentes que multiplican
–atormentándolas- hasta el infinito las conciencias de los protagonistas.
Por otro lado V.R. –en numerosas ocasiones- fundamenta el
relato, no precisamente en cambios de escenario, viajes, aventuras, sino mejor
en transformaciones de sentido.
Es decir: el protagonista puede permanecer anclado incluso en
una única habitación mientras se va operando las transmutaciones que llegan a
convertir una existencia apacible en un infierno… o viceversa.
También ocurre que las paredes oyen. Las puertas tienen
rendijas, agujeros por donde se espía, se ve. Las ventanas están con visillos y
persianas para observar sin ser vistos, etc… o bien los muros son espesos, las
puertas opresoras como rejas… los muebles se tornan pesados, burdos… la
atmósfera pegajosa, asfixiantes.
El protagonista asume entonces la materialidad que llega a ser
repugnante de un cuerpo sucio, obeso, torpe, como prestado (aquí vemos un poco
la influencia existencialista), que significa su propia y diluida historia,
igualmente cochina, miserable, de una existencia jalonada de engañosas
sensaciones –atracciones-, repulsiones, deseos, fijaciones, sueños; y sin
embargo una lucecita de esperanza nunca se apaga allá a lo lejos.
*
Otras veces será una experiencia que viene de fuera, del
exterior del “yo” confuso y desasistido, y que comienza a ordenarlo todo, a
limpiar, barrer, arreglar la casa para que las cosas continúen igual y aunque
todo cambie.
De la mano de V.R. paseamos por un carrusel en el que nuestra
propia vivencia de la isla (de las islas, de todas las islas) es puesta en
cuestión. Y todo por la maravillosa magia del lenguaje (del habla), de los
cambios de perspectivas, de los diferentes puntos de vista, hasta arribar al tú
misterioso con que V.R. nos insinúa poner el dedo en nuestras propias llagas y
confesar lo cobardes, lo indecisos que somos, lo marionetas en que nos hemos
convertido en manos del omnipotente sistema.
Este laberinto del habla que es nuestra forma de pensar el mundo
contiene –en fin- en el artificio de V.R. las claves, los símbolos necesarios y
suficientes para pasar de una situación particular (o particularizada) a una
general, sin caer en la vacuidad de los prototipos “inventados” en que suelen
terminar siempre los que pretenden estar instalados en un “universal”
desclasado y cosmopolita.
V.R. parte simplemente de un “lado de acá” en el que el hombre
de cualquier latitud se encuentra inmerso y auténticamente comprometido.
Solamente a partir de ahí nos vemos inducidos a un proceso de
aprendizaje gramatical hasta familiarizarnos totalmente con el lenguaje y sus
situaciones verbales.
Esto, ni más ni menos, es lo que ocurre (no conozco otro ejemplo
reciente en Lengua Española y no Sudamericana) en “Ágata Ojos de Gato”, de
Caballero Bonald.
De este modo el interés del lector no decae en ningún momento.
Lo que nos lleva a aventurarnos a afirmar que –a poco que se lo proponga- V.R.
es el gran novelista canario que estábamos hace tiempo esperando.
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NOTA salida al final del artículo: (1): “Víctor Ramírez: CUENTOS
COBARDES. Nº 7 Col. BibliotecaCan. Taller ediciones JB. Madrid 1977. 198 pp.
Edición de bolsillo.
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