FRANCO Y LAS PRIMARIAS
ANÍBAL MALVAR
Lo suyo sería meter
a José María Aznar en el Valle de los Caídos y llevar a Francisco Franco a la
planta noble de Génova 13. A ver si así el Patido Popular acababa de una vez
con su eterna Transición. Lo que estamos observando en estas primarias del PP
es un duelo viejuno a ver quién convence más y mejor a la base social del
tardofranquismo, esa patología eterna de nuestra psiquiatría patria.
Con formas más o
menos civilizadas, los candidatos populares compiten a ver quién propone las
cadenas perpetuas menos revisables, a ver quién aleja más de Catalunya a los
presos políticos presos y de Euskadi a los derrotados de ETA, a ver quién ahoga
a más migrantes en el Meditarráneo.
Detrás de los
discursos con aroma de organdí de Soraya Sáenz de Santamaría, Dolores de
Cospedal, Pablo Casado y los juanras de ocasión se tapa con escasos pudores el
desnudo del neofascismo europeo. El que acaba de aprobar en la UE, con el apoyo
del PSOE, la negación voluntaria de asilo a perseguidos políticos y a los niños
perdidos del abuso y el hambre.
Al final, el
fascismo europeo ha ganado la II Guerra Mundial 70 años después del armisticio.
Se nota en Italia, en España, en Alemania, donde la derechista Angela Merkel ya
no es la jefa de Europa, sino un títere manejado por los hilos xenófobos de sus
socios de Gobierno.
En España vivimos y
perdimos la primera gran batalla contra el fascismo europeo con nuestra guerra,
mal llamada civil. Fue una guerra militar del ejército contra la democracia. Fuimos
el laboratorio fascista de la Europa que soñaban Hitler y Mussolini, como en su
época nos relataron los brigadistas internacionales y observadores cojoneros
como Ernest Hemingway o George Orwell.
En estas primarias
del PP nadie se ha puesto a entonar Soy el novio de la muerte, lo que ya es un
avance, al menos en lo musical. Sin embargo, el viejo soniquete sigue ahí, y
uno no puede dejar de escucharlo. Sobre todo por ese molesto debate sobre la
exhumación de los restos de Franco. Ahora, hasta Rafa Hernando, con gesto de
tahúr despectivo, nos dice que le da igual dónde acaben los restos del
dictador. Como si se tratara únicamente de un alarde electoralista de Pedro
Sánchez. La simbología histórica de este traslado funerario no la entienden ni
la quieren entender. Y en eso canta mucho el tufillo a sepia, a sargento y a
obispo que aun perdura en el aliento del partido de la gaviota.
Al final, la
renovación del PP que se propone con estas primarias no está siendo ni siquiera
cosmética. La batalla está en quién colecta más voto ultra. En quién promete
más concertinas y más cabras para la legión. Y en esto, reaparecen Franco y
Aznar en el centro de la escena como espectros de los siglos. Y a todos los
candidatos se les revuelven las tripas de incomodidad. Les están revetando la
mise-en-scène modernuqui que con tanto mimo habían diseñado. Es justicia
poética. Nunca quisieron pasar la página del franquismo y ahora es la página
del franquismo la que se posa como un sudario sobre ellos.
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