domingo, 26 de marzo de 2017

MUERTOS DE SEGUNDA



MUERTOS DE SEGUNDA
JUAN CARLOS ESCUDIER
Quizás sea inevitable, pero el atentado de Londres ha vuelto a mostrar que hay muertos de primera y de segunda, muertos recordados con velas y minutos de silencio y muertos silenciados. Hay muertes que conmueven y otras que resultan indiferentes. Decía Montesquieu que cuando la muerte ha igualado las fortunas, las pompas fúnebres no deberían diferenciarlas. No es lo que sucede.

No pretende ser esto una crítica a los homenajes ni a las vigilias por las víctimas de este miércoles sino una llamada de atención contra la indiferencia ante lo que sucede a las puertas de Europa. Los balances son inexactos porque nadie se preocupa de actualizar estos atentados, los que mataron el pasado día 15 al menos a 32 personas frente al Palacio de Justicia de Damasco y dejaron cien heridos, los que segaron la vida de otras 59 en un santuario islámico también en Siria tres días antes, los que el día 9 de este mismo mes causaron 49 muertos en un hospital de Kabul y al menos 26 en una boda, o los más de 70 muertos y 200 heridos en un mausoleo de Pakistán a mediados de febrero.

Quienes tengan algo de paciencia y un estómago a prueba de horrores podrán contabilizar cerca de 50 atentados en los dos primeros meses de este año sólo en Irak y Siria a manos del ISIS. Han sido centenares los muertos que han pasado de puntillas por los telediarios y los periódicos, a cuyas familias nadie ha dirigido mensajes de solidaridad y condolencia. Son masacres que se olvidan rápidamente o de las que ni siquiera se tiene constancia, noticias que nos parecen repetitivas, imágenes a las que no damos importancia porque el espanto incesante adormece, insensibiliza. Los más atentos puede que recuerden escenas cotidianas sorprendentes, como la de los vendedores de frutas paseando sus mercancías en mercados teñidos de sangre y tiznados de explosiones. La vida sigue también allí.

Tenemos la falsa impresión de que el terrorismo sólo nos golpea a nosotros cuando la realidad es que sólo un 2% de las víctimas se registran en Occidente. Los datos del Índice Global de Terrorismo (GTI) referidos a 2015 son elocuentes. Cinco países –Irak, Afganistán, Nigeria, Pakistán y Siria- aportaron el 72% de estos muertos silenciosos. Ese mismo ISIS que provoca aquí tanto dolor fue responsable ese año de salvajadas en 252 ciudades diferentes, tras las que dejaron 6.141 cadáveres.

Por supuesto que nada de esto nos consuela, aunque debería servir para aplacar esos arrebatos de racismo y xenofobia que ha prendido en Europa, y sobre cuyas brasas camina con paso firme la ultraderecha. No estamos en guerra contra una supuesta civilización islamista que quiere acabar con nuestra forma de vida sino simplemente expuestos a los ataques de vulgares asesinos, lobos solitarios que hoy mismo son responsables de buena parte de los atentados que padecemos en nuestro mundo desarrollado y a los que habrá que combatir sin histeria y sin que la violencia nos bunkerice. La inmensa mayoría de los muertos del ISIS, de Boko Haram, de Al Qaeda o de su filial Al Nusra son musulmanes, muertos de segunda a los que no prestamos atención. La indiferencia no debería hacernos cómplices de tanto terror.

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